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Agalma parto domiciliario

A la hora de nacer

Tiempo de nacer, tiempo de construir un por—venir. Se vive como se nació. El alma habita el cuerpo del amor. El trato de ag—alma es con el almor, ese amor que ama el alma.

  1. Parto natural, no solo.
  2. Parto responsable, no solo.
  3. Parto con amor, no solo.
  4. Parto con palabra, no solo.
  5. Parto domiciliario, no solo.
  6. Parto en libertad, no solo.
  7. Parto sexuado, no solo.
  8. ¿No lo decimos claro?
  9. Parto no solo.

Parto de a dos, parto con un estrechamiento de vínculo, donde dos se convierten en pareja de padres, en amantes, en dos deseantes para contar tres.

Agalma es el encuentro con la perla negra, belleza en valva porque se deja penetrar y amar. Es el máximo posible de un hombre pariendo junto con su mujer, decimos, un hombre pariendo un hijo y una familia.

Agalma es suma, no resta.

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Agalma es

Abordaje conjunto médico y psicoanalítico: Nuestra propuesta consiste en estar atentos y propiciar espacios para la libre evolución y realización de la gestación y el acto de nacer. Se lleva a cabo un primer encuentro con la pareja. En ese encuentro, nuestro equipo, formado por: obstetra, neonatólogo, partera y psicoanalista, escucha a la pareja, su deseo y sus posibilidades reales —internas y externas—. Posibilidades que se evalúan desde lo médico y lo psicológico, esto es, bajo la consigna de que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Se trata de ofrecer a la pareja la mejor opción para su historia personal.

El acto de nacer abre un interrogante en la vida de la pareja, responsabilidad y responsividad… Dejar en libertad el deseo para el forzamiento creativo en la producción de un acto único, gestante de vida, almor en el orificio de lo humano.

Un parto puede realizarse en una institución o en el domicilio de la pareja. Puede tratarse de una cesárea o afectar complicaciones de distinto orden. Puede, esa madre, luego, amamantar o tener dificultades para hacerlo. En todos los casos, se trata de abrir posibilidades, de alimentar la amplitud de miras y domesticar las limitaciones de la propia historia para alumbrar el surco de la vida.

Agalma insiste en ese forzamiento de lo humano para argumentar lo creativo, en alimentar la libertad de la pareja, al instarlos a utilizar todo el bagaje del que disponen. Un cuerpo que la naturaleza habilita para esa apertura desde las entrañas del ser. Un hombre que es ley para los ardides de lo femenino.

Un cuerpo listo para dar vida y alimentar. Una triangularidad —madre, padre, hijo— que alberga, en sí, todo el misterio y lo sublime de la creación. Apertura de conciencia, sensibilización, real estética. Sentidos, abiertos a su máximo esplendor, para recibir lo vital de lo humano.

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Agalma considera

La maternidad es un derecho. Ser madre es un acto creativo.

La paternidad sólo puede ser adoptada, el hijo crece en un cuerpo de mujer. Ser padre es un acto creativo.

El parto, en lo humano, no es natural, está condicionado por el imaginario social y la realidad interna del sujeto que participa. Parir es un acto creativo. No es natural el amamantar, se trata de un forzamiento, como en todo acto humano. Amamantar es un acto creativo.

Transculturalizar el parto es un atentado a la propia vida. Una evaluación previa de todos los interrogantes que atraviesa la pareja humana en ese especial momento intenta echar luz sobre el instinto de muerte, para dar espacio a la resolución de complicaciones que arriesgan las vidas tan valiosas de la madre o el futuro bebé.

Se trata de una práctica interrogada por la medicina y el psicoanálisis. Se trata de un acontecimiento que le pertenece a la pareja, no de una pulseada de poder entre la pareja y el equipo que la asiste. Lo medicamentoso e intervencionista es peligroso para la integridad del acto de parir y de nacer. Libertad en ley, esto es, libertad acompañada de todo lo que el conocimiento puede ofrecer, para que se exprese lo mejor de cada pareja. Un parto, salvo casos muy puntuales y excepciones, no ofrece más riesgos que los otorgados por lo represivo del miedo, un miedo que el ámbito que rodea a la pareja puede alimentar o aliviar.

El psicoanálisis nos ha enseñado que, en muchas situaciones, se trata de la palabra o la enfermedad, una palabra que arroja luz en lo profanado por lo social, una legalidad, la de lo propio, que insiste en acordar con la vida.

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Agalma ofrece

  1. Abordaje para un parto creativo
  2. Escuela para padres
  3. Grupos de terapia para futuros padres
  4. Grupos de terapia para la familia que espera un nuevo integrante
  5. Grupos de terapia para futuras mamás
  6. Grupos de terapia para futuros papás
  7. Grupos de reflexión, para profesionales de la salud implicados en el acto del nacimiento
  8. Grupos de trabajo con parejas… preparándolos para un parto creativo
  9. Todos los trabajos se realizan desde un doble abordaje médico y psicoanalítico
Agalma ofrece en forma gratuita a la comunidad
  1. Espacios de reflexión para profesionales
  2. Grupos de intercambio de experiencias
  3. Orientación médico—psicológica

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Equipo médico—psicoanalítico de Agalma
  1. Dra. Eva Puente. Psicoanalista, Especialista en Medicina Psicosomática
  2. Mercedes Gindzberg. Médica Psicoanalista, Especialista en Medicina Psicosomática
  3. Profesor Alberto Torres. Médico, Especialista en Tocoginecología. Consultor
  4. Hugo Gluzman. Médico, Especialista en Neonatología y Pediatría

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Poner el cuerpo

La palabra cuerpo es una palabra obsesiva en nuestra época.

Todo el mundo piensa en el cuerpo, todo el mundo desea expresar algo sobre el cuerpo. Hay diferentes cuerpos, un cuerpo es un amontonamiento de carne, huesos, órganos, que incluidos en el orden de una activación de lo vital, se reciclan en beneficio de la especie.

Alguien pone nombre a ese cacho de carne y la especie se regocija porque con el nombre llega la sexualidad, llegan los padres y lo social no expulsa ni soborna, sólo otorga espacio.

Hay un cuerpo de dolor, o un dolor que hace a un cuerpo, ese cuerpo que reclama la enfermedad como camino a recorrer. Hay un cuerpo sexuado que desde lo femenino no oculta su regocijo.

Amado Nervo dijo: Es preciso poner un poco de misterio en la mujer. La mujer sin misterio es un manjar un poco soso. Se trata de saber hacer con ese cuerpo, cubrir sus formas con misterio, con diferencias. Poner el cuerpo es acompañar a un ser amado en su momento final. Poner el cuerpo es tomar la mano del hijo que reclama guía. Poner el cuerpo es no sacarle el cuerpo a la vida, es tocar los bordes de la muerte sin intimidarse, ni intimar con ella.

Podríamos hablar de cada modo de no restar a la propia vida el cuerpo, un modo de no quitar el cuerpo es poner padre y madre el cuerpo en el momento del nacimiento del hijo. Un parto diferente donde el cuerpo se pone en juego, un parto en el domicilio de la pareja.

En nuestra institución se realiza un modo viejo y profundamente subversivo de llegar a la vida acompañados por nuestros padres.

Se trata de un equipo integrado por médicos y psicoanalistas, que reunidos en ese momento especial con los padres, en torno a ese lecho donde la sexualidad, la cópula de los padres acontece se espera el producido de ese encuentro de amor en el lugar que lo convocó. La historia humana que se articula entre padres e hijos. Historia con historia, y una posibilidad de re—escribirla. Ellos y el mito de la sexualidad. Ellos y lo social, ellos y los no se debe no se puede El poeta dice eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca. Ellos, los padres niños, con mandatos de niños en sus cuerpos. Ellos y todas las excusas posibles para no gozar de sus cuerpos. Palabra mal-dita, el goce del cuerpo. Miedo supremo.

¿Quién se preguntó alguna vez por la sexualidad de los padres? No hay registro, nadie imagina a sus padres sexualmente unidos. Como si fuera la peste, los padres no copulan, como una epidemia, cuando ellos son padres, deben no copular. Una familia se gesta sin sexualidad activa.

Quebrar esto, es ser un depravado. Deseo incestuoso infantil que deber ser reprimido, ningún atisbo de adultez, por no caer en el adulterio. Copular y gozar con la pareja es engañar a los ancestros. Mal entendido que se propaga, hubo más de 7 plagas, hay más de 12 pecados capitales, el goce es lujuria, hasta con la pareja. Aún hoy, donde las apariencias de no—represión sexual abundan, la represión esta a la orden del día, escondida detrás de cuerpos que se muestran descaradamente, sin límites para que abunden los límites.

Los hijos siguen marcados con la muerte del deseo. Sólo se puede obedecer al manda—miento no desearas a la mujer de tu prójimo, pero resulta que tu pareja es el prójimo.

Si esto cambia, si cada uno acepta su ser prójimo, no único, ser cualquiera en el goce del cuerpo, entonces, algo de la sexualidad se salva, y el ser padres no es la muerte del deseo ni del goce.

Cambiar el concepto de familia, estimular el deseo del cuerpo, romper con lo que lo desmantela desde lo social. Ir más allá de esas limitaciones. No cargar sobre las espaldas del hijo el fallecimiento del goce del cuerpo de los padres. Y así, por los siglos de los siglos, donde las buenas familias ni piensan, ni hablan, ni facilitan esto en casa. Casa—dos, no hay lugar para tres, sólo caricatura de ser.

Esto ocurrió un 29 de septiembre en una casa—dos que parieron otro en la diferencia, parto domiciliario donde los protagonistas eran ese hombre y esa mujer dando vida a la vida.

Nacer desde la sexualidad, nacer desde un acto de amor, nacer para ser gesta de vida, nacer desde el amor. 29 de septiembre, madrugada reñida con la adrenalina, algo perfila, fuera de la fila anterior. La madre, calmada, se ríe, está poco conectada, no va a permitir que alguien crea que ella molesta, está en la dimensión de los cuentos de hadas, de la mágica amnesia, de su historia no pulcra. Ella no tiene apuro, es el centro de la luz, araña con caireles, que deberán ser reconocidos. Intenta dirigir tímidamente, cree haber aprendido algo, pre—supone que no alcanza.

La madre decide que esa no es la hora de parir. Larga noche, entre consultas telefónicas y medicación on line. Ya en el domicilio, ¿quién cuenta la cuenta que descuenta? Cuenta regresiva, está por llegar el punto sin retorno, la madre nos mira, sonrisa en su rostro, nos dice que sí.

Detrás de sus ojos, la frase se arma invertida, será cuando ella decida. Trabajo de parto; grupo a pleno, posición ideal. La Pareja: bailaron, hicieron el amor, se tocaron, se relajaron, ¿podrá él hacerse tan atractivo, para que ella se distraiga?

Instante marca, El axioma la relación sexual no existe… entonces, te amo. Cavidad vaciada de la madre, que se aferra al amor del cuerpo del marido—padre—sostén. Corpachón que fantásticamente dejó de ser torpe. Se acomoda al cuerpo de ella con la naturalidad en que se recorren los caminos conocidos.

Hombre baqueano en las curvas de su mujer, agarra lo que debe sentir como terreno propio; escucha, agarra, él también cierra los ojos. Una voz dice: — Sentí que estás pujando con ella. Parto de dos, del cuerpo de él sale el cuerpo de ella, aún pleno…

Pujo intentado, ganancia en saber… Una voz médica que dice: — Dame tu mano, tocate la vagina y vas a tocar la cabeza del bebé. Conocido lugar, ella toca, siente, un brillo siderante en sus ojos, ya no era sólo ella, menos ingenuo que un segundo atrás, cambió la mirada, su cuerpo era un receptáculo, lo que había en él no pertenecía a ese lugar, estaba separado.

Esa cabeza, le dio estatuto de hijo a un feto. Piel toca otra piel, no se puede borrar la diferencia. El padre mete su mano en el orificio femenino, toca la cabeza del hijo que saldrá al mundo por su guía. El padre guiado por la mano de otro hombre, el médico, con viejos recorridos que lejos de obturar, definen el disfrute del que guía y se guía.

El médico dice:— Tocá la cabeza a tu hijo. Manos dentro de una cavidad, amable cavidad que sangra vida. Manos con sangre. Pacto en agujero, mamá y papá; rezaría el pacto… te tocamos, te diferenciamos, te reconocimos, en el maravilloso lugar de los velos Desvelado orificio que nos definió tres. El encuentro uno para el desencuentro eterno. Santuario generoso, que como el oráculo, se abrió para decir y luego callar. Entre las piernas, él la acomoda a ella, ella abre su cuerpo, lanza su grito, saca su bebé, de entre las piernas.

Bello bebé, sin apuro, no hay desesperación, algo calmo reina en la habitación. La emoción es soberana. Pro—genitor que llora, caen las murallas de Jericó, caen paredes y padres, los de su propia gestación, para él la verdad es posible. Pro—genitora, después de parir, llora, se le devuelve la legalidad de un sueño. Para ella es posible la ley y el amor.

La física olvidó el efecto caos. El Sr. de los niños, léase neonatólogo, observó, actuó con la calma del que sabe algo de los tiempos. El apuro es para los que no saben. Está contento.El Sr. de las responsabilidades, léase obstetra, está tan a gusto con él mismo, que deberemos entender que ese es su ritmo elegido.

Respetó los tiempos de la madre, abrió posibilidades. Ella, la de las palabras, léase psicoanalista, estaba en todo, ese día más que nunca, firmó un pacto con el deseo, a su u causa no le es infiel.

Rápidamente mide las variables y actúa en consecuencia. La sabiduría de estar viva, por elección, la lleva desde el cuerpo al lugar del encuentro. Emoción, presenciar el milagro de los cuerpos remite a lo único que importa, allí algo pasó, sublime, único, desconocido siempre. Una mujer expulsa su cría, obligada por el erotismo del cuerpo del hombre, goza en el vacío extremo que se produce, instante único de marca brutal.

Se distrajo, ese cuerpo sordo sigue el movimiento sexual. Llega al clímax, al horror más brutal, desprenderse, partirse en dos, ese es el camino. La especie necesitó una trampa humana, desviar la mirada, parto que posibilita el goce otro, el del padre y el del hijo. Efecto de vacío.

Sexualidad y muerte. Y nosotros allí, brindando por la vida. Poner el cuerpo. Hombre y mujer parir la vida.

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