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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Flores de Tamarindo

Programa emitido en marzo de 2003

Sé que está ahí
en esa parte de mi lengua
que fue exiliada.
Sé que está ahí
el decir perdido.

Hoy, negr(a)...

La china augura
cromáticos saquitos
Tetera obliga
Late y apacigua
frutillita al bies
en el platito
baila
el juramento
que si te miento
se amarga
la puntilla
Relampagueando
lentejuela tiembla
entre el espacio
senos
titilando parece
cordoncito se pianta
desnuda la mesita
y Yo
vestigios
sinestésica cónclave
enfrió el agua

Hoy, ver-de-mar...

Novelescamente perdida
La causa
La golosa
erra
de pura errancia
llaga que no llega la llaga
imaginaria
fluye
hacia la fermentación más orgánica

Razones de diván
divismo
la divina divide
imposibles divisiones
A falta de duelo
aún falta melancolía
otra vez El espejo de Tarcovsky
otra vez palabra
como droga al cuerpo
desatando el cautiverio de las sombras.

Hoy, amar-ron-ada...

Patíbulo,
cálculo mortífero,
cuenta s/cin-cuenta.

Esdrújula manera de abandonar...

Hoy, son-rojada...

“El diamante y el cerdo son jeroglíficos de la decimotercera pasión, que los
civilizados no experimentan nunca." G. G. P.

La lágrima de una reina pesa más que la de un vulgar. Es por su contenido en oro que encandila futuro y lo vacía de sueños. Por su hechura se distingue de las que son lápida. La lágrima de una reina padece su paso por la temporalidad. No se halla nunca dispuesta a torcer su vía, no desaparece evaporada. Mora, en su final, en lo que será inicio de risa ganada al destierro. La lágrima de una reina es una cesárea, que arranca vida de presidio mortal. Es un hacha. Es un hecho. Una catástrofe de paso franco a la hidalguía. La ausencia de luz atormentando a quien naufraga en las grandes ciudades. Es el tesoro debajo del mar. Los piratas saben que las lágrimas de una reina producen la saturación de los continentes, la devastación de los contenidos. Y saben, también, que contienen todas las noches de la antigua Arabia. Las lágrimas de una reina hacen cadalso, hacen blanca cuna. Y conducen, a quien las toca, a la vía de la decimotercera pasión. La que hace distancia de los historiales insípidos, de los juegos de naipes, de las tijeritas.

Hoy, turqu-esa...

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