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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Moralejas de la vida

Programa emitido en noviembre de 2002

Moraleja, dice el diccionario, es una enseñanza provechosa que se deduce de un cuento, anécdota, etc. Entonces, señalado por el día, el cuento deberá ser... de brujas... En el día de Halloween, se recuerda a los muertos y se celebra la muerte como continuidad de la vida, no como su fin. Porque la muerte es símbolo de vida, pues es necesaria para que ésta exista y, además, porque no puede entenderse la vida sin una muerte posterior.

Así, de la vieja costumbre de representar a los ancestros que vendrían a entregar mensajes a los vivos, hemos sacado la actual costumbre de disfrazarnos. Del hecho de realizar ofrendas a los visitantes, depositando comida o plantas en cestas delante de las casas, hemos heredado el hábito de entregar golosinas a los niños. Y, por último, las actuales calabazas, iluminadas con velas, tendrían su explicación en una antigua costumbre de encender velas en el interior de los cráneos de los antepasados, representando así la vida latente en su interior.

En el ámbito cristiano, ya en el siglo IV la Iglesia de Siria dedicaba un día a recordar a "Todos los Mártires". Tres siglos más tarde, el Papa Bonifacio IV transformó un panteón (templo romano dedicado a todos los dioses) en templo cristiano, dedicándolo a Todos los Santos; y el Papa Gregorio III estableció el 1º de Noviembre como día de dicha celebración, haciéndolo coincidir así con otras celebraciones no cristianas que también honraban a los muertos en ese día -como la celta-. Como ésta era una fiesta importante, se acostumbró a celebrar también la víspera, preparando en ella la celebración del día siguiente. En inglés, se llamó "All Hallow's Eve", o víspera de todos los santos, y fue ese nombre el que dio lugar al Halloween que hoy conocemos.

Así, las brujas, autóctonas o importadas, devenidas sabias a través de contactos con mundos prohibidos, han sabido ser las dueñas de algo... una palabra decidora de lo negado a la mayoría. Lacan dice:

Si nos informamos de ese discurso de brujas, veremos dos categorías, o dos estilos diferentes: un primer estilo de enigma y de predicción, un segundo estilo de encantamiento. El primer estilo me parece el lugar de la verdad gramatical, el segundo, un estilo propio del Ello. Uno no es sin el otro.

El discurso de las brujas (mujer es significante en este sentido) aparece nombrado, en general como maldito, mal-dicho... Es decir, del lado de lo diabólico...

... el herético no es aquel que se equivoca, que está en el error, errare humanum est, sino aquel que persevera, es decir aquel que es un relapso, el que repite, es decir aquel que dice Yo digo y yo repito es decir aquel que postula un yo del que responde otro yo diabólico -errare diabolicum-. Y efectivamente, ese yo de la enunciación es diabólico porque como el diablo es diabólicamente inaprehensible: el diablo no siempre miente. Si mintiese siempre acabaría por decir la verdad.

Ellas, en su esencia, entonces, son mujeres fuera de la norma, de la palabra esperada, del silencio obligado. Esas mujeres hablan... y hablan demasiado... Esto es, su decir produce efectos... Tal vez, eso sea lo que tienta y que, a su vez, merece la hoguera. Ironías de los cuentos... Moralejas de la vida.

Moraleja... o lo que la moral aleja, eso que la sabiduría atrae al centro del universo de lo cotidiano atestado de lujuria, de vino prohibido. No existen las brujas pero las hay... Las hay de diversos y finos colores, las hay de suaves texturas, las hay bellas y tan feas que resultan irresistibles, las hay rudas como varones en celo... pero es indudable que las que seducen hasta el horror son las muertas, esas con corona de flores adornando su calabaza de señuelos...

Un gran amigo mío, tenía una vieja y voraz cita con la mujer más bella que decía haber conocido. El asistió con exceso de puntualidad a la cita, su sorpresa fue enorme cuando finalmente comprendió que el lugar del encuentro era el viejo cementerio de Flores.

La hermosa joven adornaba un viejo y amarillo retrato en el panteón más cercano a la entrada señalada... Mi amigo dice haber entrado a pesar de lo particular del lugar del encuentro, sólo por curiosidad.

Se trata de un relato real, él aún visita, cada domingo, la tumba de su amada y sostienen un fluido diálogo...

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