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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Las cosas pendientes

Programa emitido en julio de 2003

Dice Paul Verlaine

La independencia siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino

Entonces… ¿A dónde pueden llevarnos las cosas que quedan pendientes? Para comenzar, podemos basarnos en ciertos ejemplos que nos alcanza el Dr. Sigmund Freud:

Indagaciones recientes nos han llamado la atención sobre un estadio en la historia evolutiva de la libido, estadio por el que se atraviesa en el camino que va del autoerotismo al amor de objeto. Se lo ha designado Narzissismus; prefiero la designación Narzissmus, no tan correcta tal vez, pero más breve y menos malsonante. Consiste en que el individuo empeñado en el desarrollo, y que sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica, para ganar un objeto de amor se toma primero a sí mismo, a su cuerpo propio, antes de pasar de este a la elección de objeto en una persona ajena. Una fase así, mediadora entre autoerotismo y elección de objeto, es quizá de rigor en el caso normal; parece que numerosas personas demoran en ella un tiempo insólitamente largo, y que de ese estado es mucho lo que queda pendiente para ulteriores fases del desarrollo. En este sí-mismo tomado como objeto de amor puede ser que los genitales sean ya lo principal. La continuación de ese camino lleva a elegir un objeto con genitales parecidos; por tanto, lleva a la heterosexualidad a través de la elección homosexual de objeto. Respecto de quienes luego serán homosexuales manifiestos, suponemos que nunca se han librado de la exigencia de unos genitales iguales a los suyos en el objeto; para ello ejercen relevante influjo las teorías sexuales infantiles que, en principio, atribuyen los mismos genitales a ambos sexos.

La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma por arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madre y sustituirla junto al padre. De ambos estratos es mucho lo que queda pendiente para el futuro, y hasta hay derecho a decir que ninguno se supera en medida suficiente en el curso del desarrollo. Empero, la fase de la ligazón preedípica tierna es la decisiva para el futuro de la mujer; en ella se prepara la adquisición de aquellas cualidades con las que luego cumplirá su papel en la función sexual y costeará sus inapreciables rendimientos sociales. En esa identificación conquista también su atracción sobre el varón, atizando hasta el enamoramiento la ligazón-madre edípica de él.

De ello, también, podemos deducir que aquello que no se gasta usándolo nos hace pagar con cierto atrapamiento el pretender acceder a etapas siguientes.

Pendientes, en lo popular, define un adorno, como los aros. Un adorno… eso puede representar un sujeto para otro, ese de-pendiente de alguien, que tiene el ropaje de gran otro, de aquel frente al cual estamos atentos, expectantes, prendidos de su mirada.

Dice Leroy: Él es mi amigo más querido y el más cruel de mis rivales, mi confidente y el que me traiciona, el que me apoya y el que de mí depende; y lo más espantoso de todo: es mi igual.

Esto nos habla de lo humano de la dependencia. Evolutivamente, el ser humano comienza dependiendo de otro para seguir vivo. Esta necesidad real que se establece, construye en nuestro aparato psíquico la fantasía de un otro que tiene todas las respuestas, un otro completo que instala nuestra falla, otro que, luego, se desplazará sobre aquellos que, para nosotros, reúnan esas características y al cual deseemos complacer.

Hay un sin número de cosas que nos quedan pendientes a medida que vamos transitando la vida, ya que, si nuestros deseos han quedado desaparecidos detrás de los deseos del otro, nuestros deseos habrán quedado pendientes, ocultos, disfrazados detrás de nuestra dependencia.

Los psicoanalistas nos ocupamos de descifrar esos deseos del sujeto, de despejarlos de modo tal que el ser pueda responder más a su deseo, de que el sujeto se des-sujete, que deje de estar sujeto del deseo del otro.

Es absolutamente cruel que el sujeto viva una vida no propia. Cual marioneta, sus hilos son movidos y, cual marioneta, sus hilos son cortados cuando el otro planea que así sea. Así, Otro-Moiras, como las tres hilanderas, decidirá el destino de ese humano.

El deseo del otro, la vida no vivida para sí, lleva a la muerte prematura del sujeto, síntoma último del que no toma sus propias riendas.

Dice Lacan:

Pues, al tomar las cosas al nivel de la biografía, lo que vemos ofrecerse al giro que constituye biográficamente el momento de eclosión de la neurosis, de la elección que se ofrece y que se ofrece de un modo tanto más urgente que es él mismo en tanto determinante de ese giro; la elección entre lo que es presentificado, a saber la aproximación de ese punto de imposibilidad, de ese punto al infinito que es siempre introducido por la aproximación de la conjunción sexual y la fase correlativa que se enuncia por el hecho que, al nivel del sujeto, en razón del tiempo prematuro –pero, ¿Cómo no sería siempre prematura a la vista de la imposibilidad?– en razón del tiempo prematuro donde vienen a jugar, en la infancia lo que, esta imposibilidad le proyecta, le enmascara, le desvía de deber ejercitarse en términos de insuficiencia, de no estar, en tanto que viviente, viviente y reducido a sus propias fuerzas, forzosamente no a la altura. La coartada tomada de la imposibilidad en la insuficiencia es, por otra parte, la pendiente que puede tomar la dirección –como lo he recordado– del psicoanálisis y que, después de todo no es –no ya humanamente hablando– algo donde, en efecto no podamos sentirnos los ministros de un auxilio que, sobre tal o cual punto, a propósito de tal o tal persona, puede ser la ocasión de un beneficio.

Por otra parte, no está allí lo que justifica al psicoanálisis. No es allí desde donde él ha surgido. No es allí donde tiene su sentido. Y por una simple razón: es que no está allí aquello de lo cual el neurótico nos testimonia. Pues eso de lo cual nos testimonia el neurótico, si queremos entender lo que nos dice por todos sus síntomas, es que allí se ubica su discurso, está claro que lo que él busca es otra cosa por igualarse a la cuestión que él plantea. El neurótico … pone en cuestión lo que se refiere a la verdad del saber, muy precisamente en que él suspende al goce. Replanteándose la pregunta ¿tiene razón?. Sí, ciertamente, en tanto sabemos que no es más que por esta dependencia que el saber tiene su estatuto original, y que en su desarrollo él articula su distancia. ¿Tiene razón?. Su discurso, ciertamente, es dependiente de lo que se refiere a la verdad del saber. Pero como lo he articulado ante ustedes, no es porque ese discurso lo releve de esta verdad para que él esté en lo verdadero, la coherencia de la suspensión del saber en la prohibición del goce no hace legible…

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