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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Lo que llamamos compromiso

Programa emitido en octubre de 2002

Compromiso… tras sus pasos vamos. Y el diccionario etimológico nos dirige la mirada a meter: del latín mittere enviar, soltar, arrojar, lanzar.

También, en el diccionario de nuestros días, leemos: 1- Delegación que hacen los electores en alguno de ellos para que les represente. 2- Convenio entre litigantes por el que se someten al dictamen de un tercero. 3- Escritura en que las partes otorgan este convenio. 4- Obligación contraída, palabra dada. 5- Dificultad. Sinónimo: 2- Pacto, acuerdo. 3- deber. 4- Aprieto, conflicto.

De todo el abanico, el aire que nos llega nos dice, entonces, que el compromiso es una dificultad, porque arrojarse, lanzarse, soltarse a estar de acuerdo es un aprieto, porque ser consecuente con aquel viejo concepto de dar la palabra parece situarnos en medio de un conflicto.

¿Será porque, desde la lectura que los psicoanalistas podemos hacer de esta palabra, sabemos que se trata de un compro-mi-so, es decir, de un comprar el propio estar debajo? ¿Es que así se viven los acuerdos?

Tal vez debamos recordar que, de niños, no nos gustaba que nadie fuera más importante que nosotros, no soportábamos que nos ubicaran en ese lugar de estar debajo, en una jerarquía de saber…

Freud decía del niño His majesty, the baby, por ese despotismo natural de su berrinche, de su falta de compás de espera, de su imposibilidad de conciliación con las propuestas de los otros… Los juguetes son todos míos, yo quiero jugar ya, no quiero ni pensar en la posibilidad de que llegue otro a ocupar mi lugar, etc. etc. etc.

¿Quién no reconoce estos derivados en sus modos actuales de ser adulto? El famoso refrán Todos tenemos un niño en un rincón del corazón parece que confirmara esta realidad interna.

Y, si nos detenemos a pensar, parece que, esta situación infantil tan arraigada en nuestro interior, hace la base de la dificultad cotidiana de hacer un vínculo. En las parejas, es frecuente observar la dificultad de acordar, de conciliar… Y, quizás, esto tenga su explicación en esta dificultad de soltarse… Soltarse de argumentos primarios, de máximo temor por perder un lugar de importancia, de suprema incertidumbre por el abandono de la garantía de ser uno en su propio territorio… solo, exclusivo…

Tal vez, debamos recordar que el humano no tiene instinto gregario, es decir, naturalmente no le sucede el querer acercarse a otro. Como decía el poeta: No nos une el amor, sino el espanto…

Decíamos, dificultad de arriesgarse… dificultad para la libertad de la creación en un entre-dos, en una trama nueva, más rica, más plena de significantes nuevos, de otros sentidos.

Compromiso… eso que llamamos compromiso tiene, para cada uno su espina, su versión de temor, su suposición de pérdida… Será por ello que es más frecuente un contacto virtual que uno real? Parecen, estos tiempos, dar testimonio de lo más central de los humanos: esa fobia natural al contacto, ese no querer lanzarse a las tormentas del cuerpo cuando se toca con otro, ese no querer meterse con el otro… tal vez, porque se teme al otro…

Encerrados en campanas de cristal, con todas las garantías, parecemos un grito desesperado, una manifestación exagerada de nuestros miedos más ancestrales, una confesión primordial. Entonces, me compro-meto en su revés, nos dice si compro-temo.

Hablábamos de dar la palabra, costumbre antigua, hoy perdida… Ya, ni eso, queremos dar… Ya, ni eso, se nos presenta como posibilidad de caricia vivificante… Ya, ni eso, recibimos…

Tal vez, debamos pronunciar palabras con más cuerpo, con más lazo con nos-otros, con los otros, y que, por más lanzadas, sean menos lanza de defendernos, de mantener al otro a esa distancia conveniente

Recordémoslo, no somos puercos espines que, al acercarse para darse calor se lastiman… No, somos otra especie… Una que, por medio de las palabras, puede convenir en someterse al goce de un encuentro… sin que esto signifique un someti-miento al otro… Ya lo dicen las palabras, miento al decir que es el otro el que me somete… En todo caso, no es el otro sino yo que, aún, no he dejado de ser un niño 'en algún rincón del corazón'…

Y, como lo que importa al psicoanalista es no perder el rastro de la palabra, insistiremos, aún, por otro sesgo:

Abel, un alemán estudioso de las letras, dice:

En la lengua egipcia, reliquia única de un mundo primitivo, hallamos cierto número de palabras con dos significados, uno de los cuales es precisamente la antítesis del otro…

Y, más adelante, agrega:

No siendo posible concebir el concepto de la fuerza más que por contraposición a la debilidad, la palabra que designaba lo 'fuerte' integraba una reminiscencia a lo 'débil', por ser aquello merced a lo cual logró existencia. Tal palabra no designaba en realidad ni lo 'fuerte' ni lo 'débil', sino la relación entre ambos y la diferencia entre ambos, las cuales crearon igualmente lo uno y lo otro…

Bain, otro estudioso, dice:

Si todo lo que podemos conocer es visto como una transición a partir de alguna otra cosa, toda experiencia debe tener dos aspectos; y todo nombre debe tener un doble significado, o bien para todo significado debe haber dos nombres.

Es a partir de estas ideas que podemos pensar, con Freud, que todas las palabras esconden esta paradojal contradicción. Así lo vemos en nuestra palabra del día: Compromiso, compro-omiso. Omiso significa descuidado. Entonces, donde puede leerse obligación contraída, también se puede leer, compro-descuido.

Entre el pacto y el olvido de pacto lo seres humanos compramos muchas cosas… Entre todas ellas, también, compramos palabras. Se las compramos al Otro, a ese que nos enseña a hablar y que, como todos, cabalga entre el compromiso tomado y el hacerle caso omiso al acuerdo.

¿Cómo no confundirse cuando nos toca ser adultos y tomar la decisión? ¿Cómo no quedar fusionado con el Otro y con toda la rebeldía por ello? Ay! Ese Otro! Al que amamos pero que nos pone en un aprieto… El sujeto humano no soporta estar alejado de la caricia o de la ira de dios, desterrado. La palabra no engaña, es como el inconsciente que no permite que se lo conozca pero, tampoco, que se lo desconozca. Las palabras nos dicen, evocando al poeta, quien quiera oír, que oiga.

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