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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Más acá o más allá…

Programa emitido en diciembre de 2002

El hecho es el siguiente: que al desnudar desde el principio, y antes de las formulaciones extremas del Más allá del principio del placer, la formulación en Freud del principio del placer mismo, desde luego tiene un más allá, y a partir de ese momento podemos con completa claridad darnos cuenta que está justamente hecho para mantenernos más acá. Desde el comienzo, desde su primera formulación en Freud bajo el término de principio de displacer, o aún de mínimo padecer, era claro que la función del placer, de ese bien, reside en que en suma nos mantiene alejados de nuestro goce.

(Así dice Lacan en La ética del psicoanálisis.)

Hace unos días, hablábamos con estas palabras…

El mundo de lo sensible, la caverna de Platón, el mundo de las ideas que sumergen su nariz en el acontecimiento que no suma ni resta, que sólo hace marca para un conteo de sucesos agudos… luego, en ese más allá tan temido; no hablamos del más allá de la muerte, se trata del más allá de la vida que a-guarda.

Sucede ante nuestros ojos, visión de alcantarilla, visionarios transitando lo imposible de abarcar, de no-minar, nombrar para no destruir.

El teatro juega con el absurdo de una representación, nos indica ese más acá y más allá de lo que acontece hoy. Alguna vez, ante unos pocos lunáticos, se atrevió Ionesco a imponer su obra, grandiosa por cierto. Ante los ojos, desfilaban hombres y mujeres transformados en rinocerontes, paseando sus apariencias animalescas por un ambiente enrarecido, cárcel del deseo de lo irrespirable de la sociedad, gestos grotescos, brutales, descubriendo el más acá de la deformidad mutilada por la visión, el más allá de la piel del decir agudo.

Un último hombre volvía al espejo, al vacío. Estaba solo.

El teatro del absurdo parece evidenciar ese velo que la añoranza de otra escena agudiza entre los pliegues de los párpados finos y agudos.

Pirandello definía su teatro como máscaras desnudas, mezcla de ironía en un escenario gigantesco, personajes grotescamente caracterizados… comenzaba siempre del mismo modo, una escena vacía y desde allí todo el despliegue de la fuerza trágica y cómica.

En su Enrique IV, consejeros del Rey miran dos cuadros de época, un hombre y una mujer, remedando esa presencia de la ausencia, dialogan burlonamente: Quienes somos nosotros, un par de comparsas, nadie, unos nombres del pasado, tiesos sin frase y sin carne.

Cuadro, imagen, gesto detenido, lo moderno que oculta esculturas no halladas en el marco del desatino de un misterio temido hasta los huesos de lo más humano.

Reunidos, entonces, en una concepción poco habitual de más allá nos sorprende la idea que dice que, quizás, la trampa sea para osos, y, nosotros, ellos. Es decir, no habrá de ser pecado estar vivo y avanzar…

Hasta, tal vez, sea el goce.

Técnicamente, subversión, diremos los psicoanalistas.

Y si, por llamarlo de algún modo, con alguna medida, es que nos ha sido restringido el camino con estas palabras, nuestra insistencia siempre arremete contra lo mismo… desbrozar la maleza de lalengua, materna, toda junta, ella y nosotros, para hacer el aire de los pasos, para una cuenta que, debemos decirlo, siempre dará para más…

Es cosa de mortales, querer llegar a tiempo al equilibrio… Es cosa de valientes ir por más.

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