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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Lo cortés no quita lo valiente

Programa emitido en octubre de 2002

Si pensamos en la frase, en las palabras implicadas en ella, nos encontramos en la cadencia de un decir que invoca sentidos que escapan de la forma almidonada y trastabillante del sentido que, en el parloteo habitual, se le atribuye.

Podemos aislar, en ella, tres posibles significados articulados en una frase, de esas que se repiten para no decir lo que se debe decir de lo no dicho.

a) Lo cortés.

b) No quita.

c) Lo valiente.

a) Lo cortés, el amor cortés…

En tiempos donde ya no caben las maniobras del amor, las bellas maniobras del amor, vamos a forzar a que este sin tiempo libere un tiempo de amor, una acción de amor…

Recordémoslo, Lacan lo decía: La única cosa más o menos seria que puede hacerse: una carta de amor.

El amor cortés, bella convención surgida en el siglo XII, es punto de partida de una tradición que, exultante, define cierta modalidad de encuentro amoroso:

El amor es cortés, o sea, presupone algún grado de nobleza, tanto de sangre como de comportamiento. El amante posee varias cualidades admirables, o siente que debe poseerlas.

La relación entre dama y caballero es la de señor (o sea, señora) y vasallo. El amante sirve a la dama. Las palabras servir y servicio son importantes aunque no tienen un significado literal.

Una de las formas más comunes de servir a la dama es sufrir por el amor de ella. Esto ocurre típicamente porque ella no corresponde al amante (por lo menos, no en seguida), no le otorga un favor, por ejemplo, una sonrisa, una palabra amable, etc. El amante tiene que esperar y servir pacientemente sin recompensa por cierto espacio de tiempo, para merecer un favor pequeño. Los favores normalmente van subiendo poco a poco en valor.

El amante proclama sinceramente su inferioridad a la dama, sea o no objetivamente inferior a ella. La humildad, además de la cortesía, es fundamental.

El amor ennoblece al amante, aumenta sus gracias y habilidades.

El amante diviniza a su dama.

Sea dentro o fuera del matrimonio, el objetivo del amante es normalmente la relación sexual. La dama puede corresponder plenamente a la pasión del amante.

Es un amor secreto.

Es un amor frustrado, porque o no puede ser consumado o, si lo es, termina en tragedia.

Quitando los modos trágicos, se podría decir que ese galanteo, esa danza de palabras y de gestos, otorga valía al cortejo. Le brinda la belleza que, el adorno, suele poner a las formas básicas.

Estos tiempos no suelen tener tiempo para ornatos, no suelen invertir trabajo en la belleza. Más cómodos y con menos afeites, estos tiempos nos lanzan a la pública ostentación, no al valor íntimo… al aprecio de lo útil, no al goce de lo que no sirve para nada… a la vestidura siliconada de la forma, no a la arruga de reír por el orgullo de hacer la vida…

b) No quita

Cortés leída al pie de la letra, canjeando su puntuación de agudeza a gravedad explícita, nos ofrece una otra lectura que aúna su textura a lo que, por no restar exilio, nombra los humanos fantasmas. Cortes, como residencias de los soberanos y acción de cortar en plural.

Ocurre que… los cortes agregan valentía, esto es, lugares soberanos para accionar… Porque cortar con los modos modernos implica pararse fuera del rebaño y estar dispuesto a correr con las consecuencias… Esas, las bellas…

c) Lo valiente

Nos ubica en aquel acto de valor, de arrojo, ejecutado con arrogancia. "Lo cortés no quita lo valiente"… El recurso entonces de esta antifrase no explica por sí sólo que pueda soportarse todo lo que hemos visto que implica.

¿Se soporta?

Pareciera que, si la leemos seriamente y con-mente seria, denuncia una especie de burla o de burlesque. La presumida y apresurada convicción que conlleva, nos lleva con la complicidad del típico Vodevil Argentino, a la marginación de la sabiduría que ofrece, reduccionismo porteño.

Ser valiente da testimonio de la cortesía de ser incorruptible, del atreverse a verse con esa cordialidad que, sólo en situaciones extremas, el hombre se otorga.

Jugando hasta la transformación con la frase, podemos decir: Ser cortés y ser valiente sin quita. Sin quita manchas, sin eliminación posible.

Retornando al entorno, entre el dicho y el hecho hay trecho, el trecho existe y podemos elegir dejar de pasearnos por el mercado de la lengua, entrando en la alquimia y el oro, o sustentar un decir vacío que de tanta producción se nos pierde en el oído.

Ser cortés siendo valiente es tarea de titanes, nada más subversivo que ser cortés y ser valiente, nada enmudece más al opositor que la palabra pulcra y prolija que no cesa en su afán ético.

Prueben a decir sin ambages, con arrojo, con claridad impiadosa y con cordialidad, aquello que piensan, se encontrarán con infinita resistencia.

Nos venden lengua, nos vendan la lengua.

El 9 de octubre se ha cumplido el aniversario del asesinato, en La Higuera, Bolivia de alguien que, por cortés, no ha dejado de ser valiente.

Hay muchos ejemplos en la historia de la humanidad, al margen de las ideologías implicadas en cada caso. Han existido y existen hombres y mujeres que, como el Che Guevara, no se sometieron a ese efecto de caída, a esa repetición abreviada y tonta que termina por en-ton-te-c/ser, atontar… y el atontamiento es la mentira, frases hechas que se usan para eso: usarnos.

Ser valiente es atreverse al amor cortés, a la palabra que hace retablo de deseo, de legalidad sin margen para la agonía de la verdad.

La lengua, es ardid con efectos de mercado, cuando se la usa para vender y comprar perla negra en fruta podrida, salvación en armas para el exterminio de la razón y la vida, polvo blanco en sacos de seducción que ayunan vida y otorgan muerte.

La lengua como ardid es guía de cobardía y descortesía, de maniobras de poder, no de la sumisión apasionada del amante cortés.

Pero a la lengua se le escapan palabras, esos restos con los que trabajamos los psicoanalistas, fallidos y puntuaciones por donde el real sentido se filtra. La lengua siempre es pura y sólo se reúne con lo sano, nunca con la escoria y sus equivalentes.

La cortesía y la valentía se inician en su recorrido de acción con palabras.

Lo primero es el verbo. La lengua decía Du Bellay

Nunca te dejará envejecer, salvo que dejes de escucharla.

Aquí diríamos

La lengua nunca te dejará ser cobarde y descortés, salvo que dejes de escucharla.

Ahora, si pudiéramos aceptar que nos estamos, lentamente, convirtiendo en chuchería, dejaríamos de achucharnos para ser corteses con nosotros y valientes para evitar que nos conviertan en desperdicio.

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