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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Lo que nos gusta

Programa emitido en marzo de 2003

El esfuerzo que realizaba le sorprendía. Notó la arista, un milímetro y lo conseguía. Torció el torso para alargar al máximo el brazo, y por fin su mano cogió el paquete de tabaco.

Eso, si nos gusta el tabaco… Lanzada, entonces, la primera piedra, ya se ha dicho: lo que nos gusta, para poder disfrutarlo, implica trabajo.

Pero hay otro decir, anterior… Eso que nos gusta, nos gusta a nosotros? O es lo que se supone que nos debe gustar? Gustar significa experimentar… ya que sus sinónimos son probar, paladear… Entonces, cuánto hemos paladeado para saber si es eso, exactamente, lo que colma nuestro gusto, nuestro agrado? Como sabemos, las interrogaciones llevan siempre una respuesta ya formulada en ellas. Y, en este caso, parece decirnos que el sujeto poco prueba de la vida para saber de ella…

Uno de los males que aqueja a todo sujeto, siempre, en algún momento, tiene que ver con el incesante bombardeo del entorno cuestionando a aquellos que no forman parte del rebaño… Y esto, lo sabemos, somete a los sujetos a pertenecer, muchas veces, sin desearlo. Hay una clara relación, lo hemos dicho ya, entre la necesidad de amor y el acceder a las peticiones del otro para satisfacer esa necesidad. Amo-amor… otra vez, la indecente paradoja! Y, no es vano repetirlo, el amor… El amor es otra cosa! El buen amor es la ética con el propio deseo. Es el respeto por las propias convicciones. Es el atrevimiento de experimentar… esa otra manera de vivir (muchas veces soñada y descartada).

El buen amor es el trabajo por ser consecuentes con nosotros mismos, por mantenernos en esa posición que nos nombra, en ese juego que nos enuncia en su despliegue. En ese color de cristal elegido para mirar… nuestro mundo.

Lo más conmovedor, lo más profundo del destino humano, es lo dramático del valor de la simple existencia en un rostro, en una mirada. Quedar detenidos en un gesto inconcluso, en contra de todas las reglas de la cortesía, quedar sor-prendidos… Quedar sorprendidos es, también, quedar presos, des-cubiertos, desnudos de ropajes que dibujen el paso por el mundo. Lo que gusta es aquello que nos enseñaron a degustar con códigos establecidos. Lo que nos sorprende es aquello que no se sabe, aquello que sucede en contra de nuestra voluntad… consciente, es un goce otro que, homologándolo a lo que dijo Lacan respecto a las mujeres gozan como locas… no le sucede a todas… no le sucede a todo hueso presu-mido o preso medido. Preso, estigma de humanidad en ruinas… preso medido toca los bordes de lo patético.

El Marques de Sade, como tantos otros espíritus exquisitos, estando en prisión, realizó obras maestras en su género. Pero sólo imaginar un preso medido, como toda relación o contacto, o una vida medida, provoca escozor en el alma del silencio. A partir de allí no hay salvación, sólo comodidad, tedio… ese vicio entre los vicios que tanto horrorizó a Charles Baudelaire.

Vivir en lo esencial del gusto propio es encuentro con el goce esencial de aquello que trata con los límites. Decir lo que pre-fiero, eso que está antes de la violencia que engendra la fealdad, alude a la visión del mundo, al propio estilo. Alguien dijo que estamos escasos de genios, nosotros decimos que estamos vacíos de méritocracia, ese viejo modo de evaluar los hechos. La diversión está sobrevalorada en una sociedad que cae desde la voracidad del consumismo, esto es, desde la saciedad que consume el deseo. En este orden de cosas lo que gusta no abunda. Eso que parece gustar, es sólo producto de imágenes, gestos enardecidos de ácido muriático, neuronas agónicas, imposibilitadas de establecer sinapsis, pupilas aletargadas hasta el miedo de perder aquello que no se tiene, pero que una publicidad nos promete, si gustamos de lo que nos vende.

Así las cosas, podemos abonar al gusto si sólo es adormidera y vicisitud extraña, en un mundo en el que, no hay duda alguna, olvidando todos los dolores que atravesó la humanidad, siguen vigentes fundamentalismos ocultos en su-puestas democracias.

Sólo se trata de vivir dice el poeta, pero no vivir a cualquier precio, eso no es, como nos señala Eladia Blázquez, honrar la vida. Vivir con el propio gusto, a la deriva de lo social, con eso es el trato, con el principio de un nuevo orden, en el acantilado del deseo que nos aguarda para saborear el sublime paraíso de la carne en acción. Nacer, qué palabra devastada por el agotamiento del sentido que se repite sin sentido! NACER, sólo una torsión de la N y se convierte en H, entonces, se devela el enigma: nacer es hacer, hacer es acción y en la acción se genera el gusto, se gesta el patrimonio del ser.

Nacer - Hacer - Ser…

Un segundo antes del último hálito de vida, el gusto se define, no le ocurre a todos, ya lo ha dicho el filósofo, vivir es nacer a cada instante… pero ocurre que muchos mueren sin haber nacido todavía. El gusto se gasta - se gesta en la acción de vivir.

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