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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Balance de amor

Programa emitido en diciembre de 2002

Balance, vacilación... Vacilación de amor. Duda. Balance. Planteo nominal para un desenlace seguro, para la conclusión que espera el alivio de la decisión, del recontrato, de la mirada que dicta que se deberá continuar u olvidar...

Pero... ¿y el jugoso acertijo del tránsito? ¿el indescriptible amor fragmentado de dioses que viven y mueren en cada amanecer? ¿y el buen concierto de un arpegio?
Es decir, ¿se valida la experiencia obtenida si el adjetivo arroja al fracasado a la tristeza?

Tal vez, en el amor, el balanceo sea la ley. La duda, el motor del paso; la apuesta, sólo ella, la ganancia.

En estos tiempos de fobias y de pánicos, de soledades enquistadas en burbujas, polvos y mentiras vestidas de gala, el amor parece hacer el desbalance, el desequilibrio. Entre el narcisismo y la herida de la exposición, entre la parquedad y la riqueza.

Duda entre del amo, sirviente o por el amor del siervo, amo. Entre amado y amante. Entre no es bueno que el hombre esté solo y buey solo bien se lame.

Duda paralizante, estigma de la humanidad.

Pero en lo tercero para un cuarto... Es decir, en lo simbólico para él, nunca será ganancia la falta de movimiento (si de eso se trata la evaluación), nunca mortaja echada de sí. (El dicho de lo tercero para un cuarto alude al nudo borromeo, figura topológica del psicoanálisis que solidariza tres nudos que se vuelven separables cuando se rompe uno de ellos e ilustra la posibilidad de que se mantengan juntas las categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario, también, cuando las anuda un cuarto: el Nombre-del-Padre... No hay amor, dirá Lacan, sino por lo que, del nombre del padre, hace bucle entre los tres.)

El amor, partido del instinto más vital... ha sido dicho, perturba... No necesariamente, la garantía de dejarlo fuera hará la gloria.

Freud ha dicho:

Un hombre que duda de su propio amor puede, o más bien debe dudar de cualquier cosa menos importante.

Nietzsche nos habla del sello distintivo de las almas modernas que, él dice, no es la mentira sino la inocencia, encarnada en el moralismo falso.

Roland Barthes, hablando de lo obsceno del amor, se expresa de este modo: El enamorado delira (desplaza el sentimiento de los valores), pero su delirio es tonto.

¿Hay algo más tonto que un enamorado? Tan tonto que nadie osa formular públicamente su discurso sin una seria meditación: novela, teatro o análisis (con pinzas). El daimon de Sócrates (aquel que hablaba primeramente en él) le soplaba: no. Mi daimon es por el contrario mi tontería: como el asno nietzschiano digo sí a todo, en el campo de mi amor. Me obstino, rechazo el aprendizaje, repito la misma conducta; no se me puede educar -y yo mismo no lo puedo hacer; mi discurso es continuamente irreflexivo; no se ordenarlo, graduarlo, disponer los enfoques, las comillas; hablo siempre en primer grado; me mantengo en un delirio prudente, ajustado, discreto, domesticado, trivializado por la literatura.(...) Todo lo que es anacrónico es obsceno. Como divinidad (moderna), la Historia es represiva, la Historia nos prohíbe ser inactuales. Del pasado, no soportamos más que la ruina, el monumento, el Kitsch o el retro, que es divertido; reducimos ese pasado a su sola rúbrica. El sentimiento amoroso está pasado de moda (demodé), pero ese demodé no puede ni siquiera ser recuperado como espectáculo; el amor cae fuera del tiempo interesante; ningún sentido histórico, polémico, puede serle conferido; es en esto que es obsceno.

Modos de lectura de eso que sucede, como lo sitúa el haikú japonés, en el kigo, la palabra-estación. Remitiendo cada cosa a su código, que reclama palabras que remitan al momento del día y del año.

Del haikú, la notación amorosa, dice R. Barthes

conserva el kigo, esa tenue alusión a la lluvia, al atardecer, a la luz, a todo lo que inunda, difunde (..) -¿Y si no interpretara yo el te amo? ¿Si mantuviera la proferición más acá del síntoma?-Por su cuenta y riesgo: ¿no habló usted cien veces de lo insoportable de la desdicha amorosa, de la necesidad de librarse de ella? Si quiere curarse le será preciso creer en los síntomas y creer que te-amo es uno de ellos; le será necesario interpretar bien, es decir, pensándolo mejor, despreciar (...) ¿Y si el amor (enamorado) fuera puesto (pospuesto) bajo el signo de lo Activo? (...) De ahí un nuevo aspecto del te-amo. Este no es un síntoma, es una acción. Yo pronuncio, para que tú respondas, y la forma escrupulosa (la letra) de la respuesta asumirá un valor efectivo, a la manera de una fórmula... es necesario que el sujeto interpelado asuma al formular, el proferir el te-amo que le alcanzó: Te amo, dice Pelléas. - Yo te amo también, dice Melisande.

No debemos olvidarlo... si, como psicoanalistas decimos, siguiendo a Lacan, sólo la poesía permite la interpretación, como sujetos podemos decir sólo la poesía permite la vida.

El amor es poesía y, como tal, debemos decir, no resiste la confrontación de activos y pasivos... sólo resiste, su con-jugación.

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