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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Dando las gracias, nuevamente…

Programa emitido en mayo de 2003

Dice Cicerón:

El agradecimiento es la mayor virtud

agradecer (a– I + ant. gradecer ;<– l. gratu, grato). 1 tr. Corresponder con gratitud [a un favor]. Ús. a menudo en frases verbales: sentirse, mostrarse, ser o estar agradecido. 2 Corresponder una cosa [al trabajo empleado en conservarla]: la tierra agradece los desvelos.

Y, tomando esta última acepción… parece que la noche, también, los agradece… a los desvelos. Permitiendo, a las señales, atravesarla, para llevar, a distintos lugares, una palabra… una palabra que pueda despertar rincones dormidos, sueños aletargados… Y, para continuar con las señales de palabras o las palabras señaladas… lo grato… y su relación con lo bello.

Freud nos dice, en Lo perecedero, que:

La cualidad de perecedero comporta un valor de rareza en el tiempo. Las limitadas posibilidades de gozarlo lo tornan tanto más precioso.

Luego, Lacan nos argumenta:

… ese bello tiene relación con lo que concierne no el tener, no cualquier cosa que pueda ser poseído, sino el ser, y el ser en lo que se refiere al ser mortal, lo propio que pertenece al ser mortal es que se perpetúa por la generación. Generación y destrucción, tal es la alternancia que rige el dominio de lo perecedero, así es también la marca que hace de eso un orden de realidad inferior. Por lo menos es así que se ordena en toda la perspectiva que se desarrolla en la descendencia socrática, tanto en Sócrates como en Platón.

Esta alternancia, generación y corrupción, allí esta lo que asombra en el dominio de lo humano, es lo que le hace encontrar su regla eminente, más arriba, ahí justamente donde ni la generación, ni la corrupción marcan las esencias… Lo bello, pues, dice Diótima, es lo que finalmente, en este movimiento de generación, en tanto dice, que es la forma por la cual el mortal se reproduce y que se acerca tanto a lo permanente por ahí, a lo eterno, que es su forma frágil de participación en lo eterno, en este trecho lo bello es, en esta participación alejada, es lo que lo ayuda, si se puede decir, a cruzar los momentos difíciles. Lo bello es una manera de alumbramiento, no sin dolor, sino con el menor dolor posible…

Entonces, eso que agradecemos, eso que nos regala el otro, es eso que no está garantizado como presencia permanente… es eso que, como destello de belleza, nos besa en la boca y se va… También, … es preciso agradecer a la distracción si deja traslucir mociones de otro modo escondidas.

Así se expresa Freud, respecto de las pulsaciones del inconsciente, esas que permiten que se lo conozca, allí, en los olvidos… donde avanzamos ciegos pero no sordos, iluminados por el pie de la letra, del significante. Hay muchas cosas que se pueden agradecer… Algunas son inmerecidas; otras, sin lugar a dudas, tienen la virtud de haber hecho que algo impensable sucediera, allí, en el ángulo romo de algún oído que hizo camino al andar.

Tal vez, eso sea lo más bello, lo inaprehensible, lo que ni nos posee, ni poseemos, lo que facilita la emoción siderante de no ser más que instantes. Hay muchas fiestas… aquellas de palabras, aquellas del alma. Hoy, hemos recibido un texto anónimo de un argentino que tuvo espacio para la sorpresa:

Empezar de nuevo…

Yo le tenía miedo a la oscuridad,
hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.
Yo no resistía el frío fácilmente,
hasta que aprendí a subsistir en ese estado.
Yo le tenía miedo a los muertos,
hasta que tuve que dormir en el cementerio.
Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
hasta que tuve que dormir en el crematorio.
Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,
hasta que me dieron abrigo y alimento.
Yo sentía rechazo por los judíos,
hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.
Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,
hasta que se lo di a un niño con hipotermia.
Yo elegía cuidadosamente mi comida,
hasta que tuve hambre.
Yo desconfiaba de la tez cobriza,
hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.
Yo creía haber visto muchas cosas,
hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.
Yo no quería al perro de mi vecino,
hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.
Yo no me acordaba de los ancianos,
hasta que tuve que participar en los rescates.
Yo no sabía cocinar,
hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.
Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.
Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.
Yo casi no escuchaba radio,
hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.
Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.
Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años,
pero ahora ya no tanto.
Yo vivía en una comunidad con una clase política,
pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.
Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
pero ahora las tengo a todas en mi corazón.
Yo no tenía buena memoria,
tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
pero tendré igual lo que me queda de vida para
agradecer a todos.
Yo no te conocía,
ahora eres mi hermano.
Teníamos un río,
ahora somos parte de él.
Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.
Gracias a Dios.
Vamos a empezar de nuevo.

(GG) Anónimo. Santa Fe, Mayo 2, 2003.

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