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Alguien más se lo puede preguntar

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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

¿Usted cree en brujas? Que las hay, las hay…

Programa emitido en junio de 2003

La brujería está presente o lo ha estado en distintas culturas, visitando casi todos los puntos del planeta en algún momento de la historia. Ha sido objeto de estudio de muchos antropólogos, ya que independientemente de la parte de verdad y de imaginación que se ocultara tras ella, siempre llevaba consigo implicaciones sociales interesantes. En los pueblos primitivos, la brujería se entendía como la responsable de la mayoría de las cosas de las que se desconocía la causa (los humanos, necesitamos buscar explicación a lo que sucede, y lo que no conseguimos entender suele acabar siendo explicado mediante la magia).

Muchas veces la acusación de brujería se dirige hacia los más allegados, amigos o familiares. Por ejemplo, entre los zulúes suele entenderse la brujería como resultado de la convivencia de mujeres de distinto linaje, de sus conflictos y sus rencores. Así, los antropólogos lo ven a veces como consecuencia de las propias estructuras familiares (por ejemplo, cuando al casarse un hombre con una mujer, se traslada al hogar de ella con su familia, llevando consigo a su hermana, que acaba sintiéndose desplazada).

Los azande de África central han convertido la brujería en un proceso para mejorar la convivencia. Cuando hay problemas, enfermedades, etc… se acusa a alguien de haber provocado el mal. Este alguien suele ser una persona que por cualquier otra razón ha hecho sentirse mal a quienes le acusan.

Si después de llevar a cabo una serie de comprobaciones, se concluye que el acusado era, en efecto, culpable, se hace una especie de ceremonia en la que el acusado presenta sus disculpas y se compromete a intentar reparar el daño con detalles que hagan más agradable la vida de quien le acusó. Ahí termina el proceso, así que cuando hay problemas de convivencia suele recurrirse a él como manera de autorregulación de la sociedad consiguiendo así limar las asperezas que inevitablemente surgen en cualquier grupo que convive.

En muchas aldeas de África, se diferencia claramente entre lo que es el área del poblado, que significa un orden y una convivencia organizada, y la zona de los bosques o de los arbustos, que es el desorden. Las personas que se considera que tienen poderes especiales pueden ser tratados como medicine-men o chamanes si viven en la aldea, y como brujos antisociales si viven fuera de ella. En este caso, se les cree capaces de dirigir maleficios contra el poblado, y se les teme.

En cuanto a las brujas, en ciertas regiones, sobre todo en el sur del continente, se distingue entre brujas diurnas y nocturnas. Se supone que las nocturnas son esencialmente malvadas, mientras que las diurnas conviven sin dificultad con el resto del grupo y rara vez hacen daño. Vuelve así la asociación de la noche con lo oscuro, tenebroso, maligno. Los basuto del sudeste africano describen a las brujas como mujeres que salen de noche montadas en palos voladores (nuestras escobas), bailan desnudas y comen carne humana. Temen especialmente que las brujas se interpongan en los muertos que se dirigen al mundo de los espíritus, convirtiéndoles en sirvientes espectrales que no podrán descansar (algo así como almas en pena).

Los lovedu creen que la brujería se transmite por la leche materna, y que la madre luego enseña a su hija cómo usar sus capacidades. No las consideran especialmente malas, sino traviesas: usan su poder para despertar pasiones en los hombres (en nuestra cultura, también nosotros hablamos de cómo emplear nuestros encantos para atraer al hombre deseado, así que parece bastante cercano a nuestra manera de actuar).

En algunas regiones de Nigeria se cree que las brujas se convierten en rapaces nocturnas que se alimentan con la energía de sus víctimas. Se dice también que cuando el sol cae, las brujas acuden a sus reuniones con el aspecto de bolas de fuego o transformadas en pájaros. Su manera de aumentar en número es colocar ciertas sustancias en los alimentos, que hace sentir a quien la toma la necesidad de devorar almas.

Los gâ de Costa de Oro entienden la brujería como un gran poder mental. Así, no necesitan instrumentos ni ceremonias, les basta con dirigir sus pensamientos hacia una persona o una acción en concreto. Pueden reunirse de esta misma manera, aunque duerman cada una en su cabaña, les basta con estar presentes en cualquier otro lugar con el pensamiento.

Y las brujas son mujeres…

Freud, en El tabú de la virginidad, nos dice:

Una tercera explicación -la preferida por Crawley- advierte que el tabú de la virginidad pertenece a un amplio conjuro que abarca toda la vida sexual. El tabú no recae tan sólo sobre el primer coito, sino sobre el comercio sexual en general. Casi podría decirse que la mujer es tabú en su totalidad. No lo es únicamente en las situaciones derivadas de su vida sexual: la menstruación, el embarazo, el parto y el puerperio. También fuera de ellas pesan sobre el comercio con la mujer tantas y tan severas restricciones que no es posible sostener ya la pretendida libertad sexual de los salvajes… Allí donde el primitivo ha establecido un tabú es porque temía un peligro, y no puede negarse que en todos estos preceptos de aislamiento se manifiesta un temor fundamental a la mujer. Este temor se basa quizá en que la mujer es muy diferente del hombre, mostrándose siempre incomprensible, enigmática, singular y, por todo ello, enemiga… En términos muy análogos a los psicoanalíticos describe Crawley que entre los primitivos cada individuo se diferencia de los demás por un taboo of personal isolation («tabú de aislamiento personal»), fundado precisamente en estas pequeñas diferencias, dentro de una general afinidad, sus sentimientos de individualidad y hostilidad. Sería muy atractivo proseguir el desarrollo de esta idea y derivar de este «narcisismo de las pequeñas diferencias» la hostilidad que en todas las relaciones humanas vemos sobreponerse a los sentimientos de confraternidad, derrocando el precepto general de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Entonces, esas, las diferentes, las enigmáticas, las ajenas… puntos de partida de tabúes, mitos y leyendas… parecen mostrarnos que los humanos no sólo no comprendemos muchas cosas si no que, a lo que no comprendemos, lo enjuiciamos, lo rotulamos…

Dice Sigmund Freud, en una de sus cartas a Fliess, en 1897:

…La comparación con la brujería cobra cada vez mayor vida y creo que es muy acertada. Ya comienzan a pulular los detalles: el vuelo de las brujas está explicado; la escoba sobre la cual cabalgan probablemente sea monseñor Pene; sus secretas reuniones, con danza y algarabía, podrían observarse a diario en todas las calles, junto a los niños que juegan. Cierto día leí que el dinero que el diablo daba a sus víctimas se transformaba casi siempre en excrementos; al día siguiente, el señor E., describiéndome los delirios de dinero que tenía su niñera, exclama de pronto (a través de las asociaciones de Cagliostro -alquimista- Dukatenscheisser, que el dinero de la Luisa era siempre excremento. Así, en los cuentos de brujas el dinero no hace sino transformarse en la sustancia que originalmente fue.

La cultura popular prefiere, desde siempre, la magia. Desde los dioses antiguos a los modernos, la magia forma parte de nuestra relación con ellos. La dependencia de un Otro, hace que seamos siempre niños, y que el Otro sea quien decide nuestro destino -con la salvedad de que se intenta manejar al otro por medio de un operador, poderoso, para que esa entidad superior, capaz de cumplir nuestros deseos, se vea inclinada a hacerlo, porque así se lo manda un intermediario/a-. Decíamos, somos seres sometidos a la lucha de poderes… Comprensible es, entonces, la alusión a la escoba de las brujas, ya que, por usurpación, las mujeres, ostentarían el poder del falo con un representante cotidiano. Esto no escapa a la pequeña realidad del humano que, naciendo indefenso, fallado, pre-existido, no puede dejar de creer en algún poder superior a él, capaz de resolverle todo aquello que él no puede. Partiendo de esta base, el sujeto, ya fallado por la palabra, completa su imaginario con la creencia en esos seres, grandes Otros que darán la solución a lasincapacidades.

Si, a esto, lo pensamos un poco más, nos encontraremos con una capacidad natural, atemporal como el inconsciente… esto es, nos comunicamos con el otro desde lo fantasmático. O sea, sabemos del otro por lo que sabemos de nosotros, como si fuera un diálogo con nosotros mismos. (Ese es el mayor acierto de la brujas precognitoras).

Decía Freud al respecto, en La Interpretación de los Sueños, que es posible predecir el futuro ya que el sujeto no hará más que repetir su pasado. En general, entonces, seríamos seres repetidores en busca de calma y control. Es por ello que los seres humanos necesitamos de la magia, ya que es más fácil que el trabajo. Hacerse cargo de hacer, de despejar el deseo, de destronar al Otro, es una tarea que lleva años de elaboración y de esfuerzo.

Y, así, en el mejor de los casos, el sujeto, dejará atrás la magia del otro para jugar con la propia y, con ella, jugar-se a la sorpresa de vivir cada instante como el último. Citando a los magos y para exorcizar el poder de los demonios, aquí, ofrecemos un conjuro:

En una mesa, cómoda, que se ha elegido como altar, se encienden dos velas blancas, a derecha e izquierda. En el centro se dispone un plato con sal. Se colocan las palmas de las manos por encima del plato, a uno o dos centímetros, y se recita:

Sal del hechizo, que ningún encantamiento exterior se realice si no es mi deseo. Quiero que os convirtáis en mi escudo y que me protejáis de maleficios y peligros. Y por los espíritus angélicos y bienaventurados del mundo invisible así se cumpla mi voluntad.

Es menos desagradable usar una moneda antigua - la sal- que convertir la vida en un juego de excrementos…

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