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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Poder desenrollarse, desenroscarse…

Programa emitido en abril de 2003

Dice José Saramago en La caverna

Autoritarias, paralizante, circulares, a veces elípticas, las frases de efecto, también jocosamente llamadas pepitas de oro, son una plaga maligna de las peores que pueden asolar el mundo. Decimos a los confusos, Conócete a ti mismo, como si conocerse a uno mismo no fuese la quinta y más dificultosa operación de las aritméticas humanas, decimos a los abúlicos, Querer es poder, como si las realidades atroces del mundo no se divirtiesen invirtiendo todos los días la posición relativa de los verbos, decimos a los indecisos, Empezar por el principio, como si ese principio fuese la punta siempre visible de un hilo mal enrollado del que basta tirar y seguir tirando para llegar a la otra punta, la del final, y como si, entre la primera y la segunda, hubiésemos tenido en las manos un hilo liso y continuo del que no ha sido preciso deshacer nudos ni desenredar marañas, cosa imposible en la vida de los ovillos y, si otra frase de efecto es permitida, en los ovillos de la vida… Puro engaño de inocentes y desprevenidos, el principio nunca ha sido la punta nítida y precisa de un hilo, el principio es un proceso lentísimo, demorado, que exige tiempo y paciencia para percibir en qué dirección quiere ir, que tantea el camino como un ciego, el principio es sólo el principio, lo hecho vale tanto como nada.

Así, un rollo, un ovillo, son el comienzo de lo que hay que desenrollar… Y, hablando de comienzos, de principios –por seguir a Saramago– se trata, entonces, de saber de qué están hechos… Hechos de una hebra que parte del corazón, de su centro, de nuestro centro más ancestral, los rollos, los ovillos, nos convocan… nos con–boca–n… a una palabra que no sea de efecto premeditado A una palabra, en todo caso, imprevisible en sus consecuencias y que defina, de cierta manera, el color de ese centro, su señal. A veces, a una palabra ajena, capaz de sorprender…

Caemos, entonces, en otro efecto… el del acto analítico. El que no puede ser más que hecho siderante cayendo sobre los hombros de lo mortecino. Hecho de palabra que inaugura un temblor distinto, una nueva mirada. Para arrancar esa punta escondida, hecha raíz y niebla, en la espesura de una vida contrariada… Contraria y dada… Contraria a lo que podría desearse…dada por manos no propias…

El acto analítico es, al decir de Lacan…

El acto psicoanalítico, si es que es un acto… es algo que nos plantea la cuestión de articularlo, de decirlo, lo que es legítimo y yendo más lejos, lo que implica consecuencias de acto en tanto que el acto mismo es por su propia dimensión un decir. El acto dice algo, de eso hemos partido.

El acto analítico es, al decir nuestro, un augurio… el de un territorio más amplio, el más voraz de todos en lo tocante a la verdad… Porque, como se ha dicho, es, en el envés de lo fallido, que se halla lo logrado…

¿Qué es un acto, desde el punto de vista del psicoanálisis? El acto fallido podría dar una primera idea de ello. Cuando el sujeto, involuntariamente, rompe un objeto que detesta, el acto fallido es un acto particularmente logrado, tanto más cuanto que el deseo inconsciente, como es manifiesto en este caso, va más lejos que las intenciones del individuo. Pero es sin duda sobre todo en una recuperación significante cuando el acto fallido tiene valor de acto. Cualquiera puede tropezar. Pero habrá acto desde el momento en que el sujeto reconozca que ha dado un paso en falso.

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