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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

El que parte y reparte, se queda con la mejor parte

Programa emitido en octubre de 2002

Muchas lecturas para esta partida, para este juego. Repartir: Partir, dividir. Partir: Abrir, cortar, romper. Distribuir. Salir, marcharse, ausentarse. Dividir y separar. Distribuir y ganar.

También, es alusión a la diferencia de las partes en la repartija, donde la ganancia mayor es para el actor de la acción.

Pero, si no es con malos ojos, si vemos bien… En las partidas, en los cortes, es cierto, hay ganancia… Tal vez, la mejor parte no lo sea por robo al otro, necesariamente, sino, justamente, por cortar con el otro… como sucede en muchos casos. La ganancia es hacer camino…

Podríamos pensar que, a veces, por no poder simbolizar el partir, la parte se torna sólida y es objeto de viveza criolla

Lo vemos, nueva-mente… con una mente nueva, la de pensar otras cosas… que es, en el mismo lugar, que se halla lo mejor y lo peor (debemos decirlo, como siempre). Depende de qué partida quiera uno jugar. Si jugarse a empezar camino… Si jugarse a quedar entrampado…

En muchos casos, se roba porque no se siente que, lo se tiene, alcanza… y, por valorar más las tenencias del otro que las propias, se supone que con ellas se estará más feliz, más satisfecho… Volvemos sobre nuestros pasos… tener, otra vez, se hace sinónimo de ser… Confusión de estos tiempos, donde el consumismo propone la desventura, el mal… No podemos dejar de enlazar a estos dichos parte de aquello que nos precede… La concepción del bien…

En primer lugar, se trata de saber si el Bien es algo subjetivo o algo que existe objetivamente. Muchas filosofías admiten las dos posibilidades. Así, Aristóteles y gran número de escolásticos definen el bien como algo que es apetecible y en este sentido parecen tender al subjetivismo. Sin embargo, debe advertirse que esto representa solamente un primer estadio en la definición del Bien. En efecto, acto seguido se indica que el Bien es algo apetecible porque hay algo apetecible. El Bien es por este motivo lo que todas las cosas apetecen, como dice Santo Tomás. Aristóteles… se pregunta si hay que considerar el Bien como idea de una cierta cosa separada, que subsiste por sí aisladamente, o bien como algo que se encuentra en todo lo que existe y puede ser llamado el Bien común y real. Tomada en un sentido demasiado literal, la distinción apuntada nos da, en efecto dos formas del Bien que no parecen jamás tocarse. Pero si el Bien es algo que apetecemos, no podrá haber separación entre lo que está entre nosotros y lo que está fuera de nosotros… En cambio, autores como Spinoza, han considerado el Bien como algo subjetivo, no sólo por haber insistido en la idea de que lo bueno de cada cosa es la conservación y persistencia en su ser, sino también por haber escrito expresamente… que no nos movemos, queremos, apetecemos o deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino que juzgamos que es bueno porque nos movemos hacia ello, lo queremos, apetecemos y deseamos

Por el contrario, otras filosofías destacan la independencia del Bien respecto a nuestras apetencias, aún cuando reconocen que el Bien es apetecible: el platonismo figura entre ellas… Finalmente, otras parecen hallarse fuera de este dilema. Es el caso de Kant, pues por un lado la buena voluntad parece ser un querer y, de consiguiente, una apetencia, mas por el otro lado tal buena voluntad, cuando es pura, es independiente de toda apetencia y se rige únicamente por sí misma.

Y es, entonces, como en los juegos, donde la importancia de la partida estará dada por el modo en que se mira lo apetecible de esa parte, la mejor y lo que se hace con ella… Se toma, se reparte, se goza en su simbolización, se convida… Será, entonces, el propio paso el que dará la ganancia del caminante.

Se trata de un camino que se hace camino en el recorrido, camino recorrido que a cuenta de lo hecho hace sombra de saber en la dicotomía de los hechos. Llanamente, allanando camino con mente llana… llanura como páramo acaudalado de sombras que el pasado envía como espías secretos y marginales. En cada frase hecha o dicho que no hace dicha… Dichoso aquel que empalagado de lujuria pierde la cuenta, trastabilla en la escalada de moralejas, esas que alejas de lo que acontece en el mor de, en la causa, esas pre-tensiosas lecciones de vida que no suman ni restan nada, sólo asolan el misterio en trampas in-vestidas y groseras. Decíamos que, en cada frase hecha, se hecha mano a lo no-dicho de lo dicho, esto es, a lo no dichoso de lo dichoso.

En cada frase hecha se supone un saber guardado en las axilas del puto decir (Graciela González Paz), saber insabido, la más de las veces tosco y quieto como la sabiduría del hacedor de sueños. Un saber atascado en la garganta humana, montoncito de miedo que aniquila todas las palabras con un grotesco simulacro de medias tintas.

Todo dicho reúne sabiduría y estupidez que le acomodan las arrugas al horror de estar vivo. En el que hoy nos convoca, ese que nos obliga literalmente a prestar la boca al heroísmo acorralado: "Al que parte y reparte le toca la mejor parte" …se trata, en lo dicho, de esa verdad ciega, esa que ve a medias, mediando entre ardides de vicisitudes cotidianas que empalan el alma con la valiente crueldad y la sensatez de Vlad, el conde Drácula.

El humano, como ya dijimos, ese nacido de madre, ese que compite desde el primer latido extramuros -esto es, fuera del útero materno- con extraños personajes que más tarde se convertirán en padre y hermanos. Ese sujeto padeciente de la extimidad, de la extranjeridad, profundo partidario del silencio y la soledad, careciendo de instinto gregario… su necesidad de protección lo encauza por los recovecos y el trémulo desenfado de lo social, su capacidad de dar se limita al encuentro sexual buscando satisfacción.

Todo lo que cae fuera de los instintos más primitivos es creación pura, en contra de lo que naturalmente corroe al salvaje que nos habita. El egoísmo es la primera producción de los mortales, pre-sumados, para hacer mundo de la nada, a una causa ajena.

El que parte y reparte, el que tiene el poder, se habilita la parte que desea, la que, a sus ojos, es la mejor. Hay manipuladores que atascan con humo visceral las partidas, los cambios, logran vaciar al otro, llámese joven, mujer, amado, niño, lo esquilman haciéndole creer que le dan la mejor parte.

Se trata entonces de caer en la propia trampa, creencia ingenua de saber sobre el propio deseo, deseo del otro que dirige nuestros pasos y se queda con la mejor parte.

Si yo pierdo la mejor parte, esa que se lleva el otro, y el otro con el otro -que soy yo- pierde la mejor parte. ¿Quién se queda con la mejor parte? ¿Será el Gran Bonete?. A instancias de ser para lo social, el ser humano pierde el objeto deseado, no puede ocurrir que se quede con parte alguna mejor.

En todo caso, a qué se le dice mejor parte? Con qué parámetro se lo mide? A no ser con el del malentendido, ese que se lima las garras en la alcantarilla del dolor para no pelear una real partida con el amor. Amor de humanos, que invierten en lo vincular. Vínculos que propone la sociedad para la saciedad, ya que la sociedad es propuesta de alienación. Vínculos a subvertir para capitalizar deseo. Amor que ilumina el alma en la encrucijada del cuerpo.

Este refrán dice del natural egoísmo del hombre, pero embrolla la esencial pérdida que sufre el hombre… la pérdida de objeto. Con-funde al hombre, lo funde con aquello que no deja caer los velos de la simulación.

Pobres huesos presumidos que creen -cuestión de fe- en la libertad del exceso de control sobre el mundo circundante…

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