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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

De bueyes encontrados

Programa emitido en noviembre de 2002

Yo no busco, encuentro dijo Picasso. ¿Será entonces que, hablando de bueyes perdidos, es cuando los encontramos?

Como psicoanalistas, debemos decir que sí, que de eso se trata perseguir las trazas del discurso. La asociación libre es eso, hablar de bueyes perdidos… hasta que, al producirse el tropiezo, se produce la confesión. La confesión de lo recóndito… el hallazgo. Ese encuentro fallido que siempre nos deja con algo más por confesar entre las manos…

De ese modo, lazo extraño y nunca más certero, resulta que nos llega un decir -o su semejante-: Las palabras son como las cerezas, tiras de una de ellas y vienen todas…

¿Son, así, las cerezas? ¿O se parecen más a aquella otra manera de mirarlas, es decir por las consecuencias del cerezo?: Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos.

Distintas guías, caminos raros, para ingresar en una selva virgen, pero bien sembrada. Sembrada por palabras, en ramas trenzadas, inagotables estímulos de pasiones…

Es el camino, también, del inicio del psicoanálisis, que, por llevar, a Freud, a Bosnia y a Herzegovina, le dio la carta que faltaba, la de la esencia humana sexualidad y muerte

No todo nos lleva allí, aunque todo nos lleve desde allí. Desde ese enigma por siempre insistente. Y, en otro retorno al inicio… también, lo dijo Picasso –ese que entendía de palomas, porque su padre le había dado permiso–: Para hacer una paloma, primero hay que retorcerle el pescuezo.

Podríamos pensar que, para hacer el vuelo, tal vez, no haga falta la cabeza… O, lo que es lo mismo, lo que, habitualmente, se asocia con ella, el razona-miento… Está dicho, la razón miente su camino de búsqueda, nos dice que es por allí… lo que nos aleja; no, lo que nos conduce.

Bulimia también llamada hambre de bueybul, del latín, buey. Hablamos del apetito voraz de todo vínculo. Primero es la madre, luego la pareja, más tarde los hijos, finalmente uno mismo… a cada instante, descubro en el otro un otro yo.

¿Encontrar bueyes?…

Otro modo de lectura es el desacuerdo de la combinatoria encuentro y bueyes, frase contradictoria ya que con un buey no hay encuentro, sólo hay hambre.

Si hablamos –tema inevitable en estos días– de solidaridad o: sol - y - dar, podemos hablar, por ejemplo, de Tucumán, del hambre de buey que devoró y dejó famélicos a los bebés que pueblan, desnutridos, el hospital .

Hambre de bueyes, políticos bulímicos que devoraron lo que quedaba, sacando migajas del dolor de los pobres.

Ya no hablemos, hagamos; salgamos a la calle a ayudar a la gente, viajemos a Tucumán a llevar leche y pañales a esos bebes… sí, escuchamos bien, no tienen leche…

Actuar en pos de un encuentro. Los bueyes ya se han comido a los hijos… no ser bueyes, ser gente.

Ser encuentro, encuentro en el amor, encuentro bajo el sol… ser encuentro que soporta tormentas y persiste, aun, después de restar hipnosis al tiempo de dar.

Afirmar el comienzo sin repetir viejas historias, amor que persiste más allá de la bulimia, del deseo de devorar al otro, del exprimidor.

Otra lectura es el buey y su carga pesada. Animal tosco, de trabajo sin descanso.

Trabajo forzado, el de la vida instalada entre el propio cuerpo con la mirada del otro acechando en el encuentro.

Dice Lacan les puedo decir que sin poder fecharlo exactamente, mi primer encuentro con agalma es un encuentro como todos los encuentros, imprevisto.

El encuentro modifica el efecto de ese otro, amenazante con su presencia, en nosotros. Allí, en el encuentro, el otro cae.

Sigue diciendo Lacan…

Ya lo hemos dicho, la sonrisa del ángel es la más necia de las sonrisas, por tanto no hay que ostentarla nunca. Pero está clarísimo que la idea de demostrar en la pizarra algo relacionado con la educación sexual, desde el punto de vista del discurso del analista, no aparece como cosa prometedora en lo que a felicidad y buenos encuentros se refiere.

Entendamos que ningún discurso académico, ni religioso angelical, tiene algo que lo relacione con un encuentro, la magia de todo encuentro lo hace sexual. Magia que se produce cuando no buscamos, cuando transitamos distraídos el día, sin esperar, sólo priorizando una razón, la razón de vivir (como decía un paciente hoy en una sesión de pareja).

Se trata de eso que puede producirse si, efectivamente, el deseo se activa en el encuentro, difícil, impiadoso, forzado, de dos que no pueden ser uno pero juegan al abrazo, a la solidaridad, a la cama de pleno empleo, al decir de Lacan.

Perder la cabeza por amor a esa causa que nos enseñe más de lo que no queremos saber, más de lo que atañe al ser, de lo que implica su angustia por ser…

Y, sí, para encontrar bueyes, debemos retorcerle el pescuezo a las palomas…

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