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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Sentirse solo

Programa emitido en febrero de 2003

La soledad y sus modos… En muchos casos, aislamiento obligado por el propio fantasma… en otros, elegida… Tal vez, solo se trate de significarla en su buena dimensión… No soledad melancólica, hija del desamor y madre del olvido… Sino, soledad de gesta creadora, de introspección a nuevos sectores… de encuentro con lo inusitado. Así, en esa soledad maledicente, que murmura peligro por extranjeridad, consecuencia de sujeto por apuestas al deseo… podemos encontrar el rasgo de lo limpio, de lo liviano. A veces, entre muchedumbres risueñas, no se suma la ternura, no se ofrece consideración. Entonces, apartados, en desvelo de angustia, en atravesamiento de lo difícil, hay más aire propiciatorio de alegría.

Todos lo sabemos, la claudicación de la espina en pos del simulacro, nos quiebra más la espina. Y quebrados, necesitados, sometidos, ella presenta su cara de dolor, de pecado mortal. No se tratará, entonces, de darle asilo a la hipocresía, a la falta de honestidad… se tratará de so-portar, es decir, portar sobre uno mismo, ese estigma de una buena causa… quizás, debemos decirlo, de la única que hace propia la ventura. La causa del saberse llevar hacia los horizontes deseados.

Ya lo dice el dicho mejor solo que mal acompañado… No es fácil la decisión, pero es sabia… Así, entonces, el sol de la edad hará gesto de entrega… en marcas, en señales… Hará racimo de recortes y uvas de pleno empleo. Ya lo ha dicho Richard Bach: Lo opuesto a la soledad,… no es el estar juntos. Es la intimidad… o, para seguir a Lacan, en ese lugar central, esta exterioridad íntima, esta extimidad… la cosa pide que le demos nombres… y no tendrá siempre el mismo…

Entonces, estar solo en la propia intimidad o estar en íntimo recogimiento con otros que no invadan el territorio que el alma a-coge para sobre-cogerse de goce activo. Sentirse solo no es sinónimo de soledad activa, sentirse solo es vanguardia de dolor, casi sinónimo de tedio, de vacío que aturde los sentidos, que los inmola, es angustia estacionada, viejas heridas susurrando la ausencia de caricias… Sentirse solo estando rodeado de una multitud, es el sabor natural, acostumbrado, del mundo actual.

El ermitaño, dice Sigmund Freud, da la espalda al mundo… pero se puede ir más lejos, agrega en su Psicología de las masas. Un mundo, el propio, dentro del mundo que nos rodea. Esto no significa perder el interés por el Otro. El Otro no existe, decimos con Lacan, pero que los hay los hay… debemos interactuar eficazmente, interactuar utilizando los mismos códigos. Colaborar para que este mundo que nos rodea proteja, aporte refugio y guarida a los humanos.

Pero todo lo dicho, no significa mezclarse, perder los propios límites. Construir la propia fortaleza para preservar las elecciones y la intimidad, nuestro mundo dentro del mundo. Ese mundo que da permiso para ser aquello que elegimos ser; ámbito para compartir con los elegidos, esos que no invaden la soledad activa, aquellos que están para compartir con alegría y recogimiento los humanos fluidos. Estar en soledad activa es estar solo en determinados tiempos, necesarios para abrir la luz del saber sobre lo propio y acompañados en otros tiempos, tiempos sin impostura, sin soledad tediosa. Se trata de agudizar las pestañas del deseo para tocarse sin temor los dedos del invierno, dar calor a los orificios gélidos del alma… dar amor con legítimo contacto.

A los seres humanos nos asusta el estar solos… es uno de los tantos fantasmas cotidianos, de los cuales nos defendemos con armas falsas. Y es pensable desde varios ángulos… La gente que se droga, esto es una práctica habitual, intenta un modo de comunicación no verbal, un acompañamiento falso. Se consume en grupo, pertenece al mismo 'palo'. Ellos tienen algo en común de qué hablar. Ese algo los aúna, los vuelve uno, los protege de la soledad. Pero es un supuesto falso, el que se droga está solo. Durante el acto, la desprotección es total, la muerte está tan cerca como puede estar, mientras se respira. No importa Nada. El sujeto está solo, y no le importa. Antes y después, el grupo es puro grupo, no acompaña porque no puede hacerlo. Una sumatoria de soledades, no hace un lleno. Podemos nombrar más situaciones de un 'falso' en lo que respecta a la compañía.

Los fenómenos orgánicos usados como moneda corriente… Mamá, me duele la panza, la mamá se queda en casa, primer beneficio de la enfermedad, ligazón mentirosa… la enfermedad pasa a ser la garantía de la presencia de mamá, primer amor. Más tarde, será el modo de estar acompañado, ya no con la madre, sino con un representante materno. La enfermedad es una compañía para no estar solo, generada en el cuerpo que de-genera una función, como cópula incestuosa.

Otro 'falso'… Internet, un modo de creerse acompañado en una realidad virtual, que se vive tan real como la fantasmática del holograma cotidiano del Otro.

La silla la eligió a ella,
No al revés;
El marco eligió el cuadro,
No al revés,
La tumba eligió el muerto,
No al revés.
Por no tolerar
tanta ausencia…
Te elijo, porque necesito
que te sientes a mirar
el cuadro de mi muerte.

Alguien escribe sobre un episodio de la vida real acontecido en estos días: Ludragon, Orden de Piel Activa… Estas letras están provocadas por un evento atípico. Ayer, en un festejo de cumpleaños, se organizó una cena celta… No es de la cena que les quiero hablar, sino de un comentario que surgió, en ella, a partir del hecho de que uno de los comensales le dio a otro un trozo de pollo, con las manos, ya que no había cubiertos en esta comida.

El comentario aludía a la confianza que daba el comer algo de la mano del otro, a la confianza de recibir algo que uno iba a llevarse a la boca y que venía de una mano no propia. A partir de allí, supe de aquello que flotaba en el aire del lugar, sin forma. Había una suerte de calma, bienestar. En toda la estancia, los diálogos eran cordiales. El espectáculo, exquisito en más de un nivel. La comida, frugal y sin necesidad de excesos, era tan estética y saludable como todo lo que la rodeaba. Mi cuerpo se encontraba confortable, cuidado por dentro y por fuera, estimulado por exquisiteces. Me sentía sana. Mi piel, exultante, cálida y amable, como en expansión de la superficie corporal de contacto. Era posible no sentir temor ni molestia ante los cuerpos ajenos o propios. La sensibilidad se vio estimulada y agasajada. No se trataba, meramente, de una reunión de gente en torno a un evento puntual, se trataba de recordar, en algún lugar de lo atemporal, que los cuerpos pueden ser, sin tanta censura, mucho más acariciables. Hoy tengo, más deseo que hace 24 horas. Y mejor dirigido. Hoy quise escribir porque esto debía decirlo.

Entendemos por claridad, aquello que está no mezclado, que está separado del otro, que tiene una distancia suficiente como para poder verlo recortado en sí mismo. Esta distancia debe ser la óptima, ni tan cercana como para no reconocer los límites (con-fusión), ni tan alejada como para sostener una actitud fóbica. Lo claro favorece los colores, permite verlos. Los colores no se absorben ni se rechazan todos, el mundo no es blanco o negro. Es más alegre…

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