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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Una noche admirable

Programa emitido en junio de 2003

Dice Jaques Lacan:

…algo que no es visión, sino en el interior del ojo, ese lugar de la mirada.

Admirar… Mirar: del latín admirari, admirar, asombrarse, extrañar. Primero significó en castellano antiguo lo mismo que en latín, después 'contemplar' y finalmente 'mirar'. ¿Será que hemos dejado de asombrarnos para, pasivamente, instalarnos en la contemplación? Asombrar, asombro… Asombrarse: Primero 'espantarse las caballerías por la aparición de una sombra, de donde espantarse, sorprenderse. ¿Será que huimos de lo que no podemos, inmediatamente, comprender y controlar?

En psicoanálisis, la mirada y la visión son dos cosas muy distintas… Dice Lacan: El vínculo del par de ojos y, si así lo quieren, de la mirada con un elemento de fascinación en sí mismo enigmático, con ese punto intermedio donde toda subsistencia subjetiva parece perderse y absorberse, salir del mundo, esto es lo que llamamos fascinación en la función de la mirada. He aquí el punto, por así decir, de irradiación que nos permite cuestionar de una manera más apropiada lo que nos revela en la función del deseo el campo de la visión. También es llamativo que en la tentativa de aprehender, de razonar, de logicizar el misterio del ojo -y esto a nivel de todos aquellos que se aplicaron a esta forma de captura capital del deseo humano-, el fantasma del tercer ojo se manifieste por doquier. No tengo necesidad de decirles que sobre las imágenes de Buda de que me valí la vez pasada, el tercer ojo de alguna manera siempre está indicado. ¿Tengo necesidad de recordarles que ese tercer ojo, promulgado, promovido, articulado en la más antigua tradición mágico-religiosa, vuelve a cobrar actualidad hasta en el nivel de Descartes?. Este, cosa curiosa, sólo va a encontrar su sustrato en un órgano regresivo, rudimentario, el de la epífisis, - del que tal vez puede decirse que en un punto de la escala animal, aparece algo, se realiza algo que llevaría la huella de una antigua emergencia.

Pero después de todo no hay aquí más que ensueño. No tenemos ningún testimonio, fósil o de otra índole, de la existencia de una emergencia de ese aparato llamado tercer ojo. En este modo de abordaje de la función del objeto parcial que es el ojo, en este nuevo campo de su relación con el deseo, lo que aparece como correlativo del pequeño a, función del objeto del fantasma, es algo que podemos llamar un punto cero cuyo despliegue por todo el campo de la visión da a ese campo, fuente para nosotros de una suerte de apaciguamiento traducido desde hace mucho, desde siempre con el término contemplación, suspensión del desgarramiento del deseo, frágil suspensión por cierto, tan frágil como un telón siempre pronto a replegarse para desenmascarar el misterio que oculta, ese punto cero hacia el cual la imagen búdica parece llevarnos en la medida misma en que sus párpados bajos nos preservan de la fascinación de la mirada sin dejar de indicárnosla, esa figura que en lo visible está enteramente vuelta hacia lo invisible pero que nos lo ahorra, figura esa figura, para decirlo de una vez, que toma aquí el punto de angustia íntegro a su cargo, tampoco es por nada que ella anule aparentemente el misterio de la castración.

¿Será que la noche y sus sombras pueden instalarnos en aquello primero del asombro y la sorpresa? ¿Será que todos los días se nos ofrece la posibilidad de no huir? ¿Será que, muchas veces, no sabemos qué hacer si no controlamos? ¿Será que es difícil mantenerse en lo difícil? ¿Será que somos humanos… y no nos atrevemos a dejar de serlo?

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