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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Los derechos

Programa emitido en julio de 2003

Dice Charles Baudelaire:

Habría que añadir dos derechos a la lista de los derechos del hombre: El derecho al desorden y el derecho a marcharse.

Dice Freud:

El superyó aplica un rigurosísimo criterio moral al yo, inerme a merced suya; se convierte en un representante de la moralidad y nos revela que nuestro sentimiento de culpabilidad moral es expresión de la pugna entre el yo y el superyó. Constituye una experiencia singular ver convertida en fenómeno periódico la moralidad, de la cual se supone que nos fue dada por Dios, arraigándola profundamente en nosotros. Pues, al cabo de cierto número de meses, el fantasma moral se desvanece, la crítica del superyó se acalla, y el yo queda rehabilitado y goza de nuevo de todos los derechos del hombre hasta el acceso siguiente. E incluso en ciertas formas de la enfermedad ocurre en los intervalos algo antitético: el yo se asume en una bienaventurada embriaguez; triunfa como si el superyó hubiera perdido toda fuerza o se hubiese confundido con el yo, y este yo, libertado y maníaco, se permite realmente y sin el menor escrúpulo la satisfacción de todos sus caprichos. Procesos abundantes en enigmas no resueltos.

Hemos hablado mucho del Otro… Ese Otro que, en nosotros, se convierte en ese superyó obsceno y feroz que nos obliga a gozar lo menos posible. Los derechos del hombre se encuentran sometidos, también, a estas leyes… Hemos escuchado, muchas veces, que los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás, éste es uno de los principios de la civilización: allí, para poder convivir con los otros, debemos considerar sus derechos… también, para poder ejercer los nuestros.

Volviendo al terreno de la ética, podemos decir, en conclusión, lo siguiente: parte de sus preceptos se justifican racionalmente por la necesidad de limitar los derechos de la comunidad frente a los del individuo, los del individuo frente a los de la comunidad y los de los individuos entre sí. Pero cuanto nos parece grandioso, enigmático y místicamente obvio en la ética debe tal carácter a su vínculo con la religión, a su origen de la voluntad del padre.

Entonces, debemos decir que el niño tiene el derecho de crecer y de ser un adulto. Y, por ser sujeto, tiene el derecho de ser libre. Y, por poseer un cuerpo, tiene derecho a apropiarse de él y de su goce.

Esto es, el ser humano tiene derecho al deseo y a que su ser sea el que hable, el que diga de sí. También, tiene el derecho de considerar que los derechos de los otros no son los de su vida… Los seres humanos tienen derecho a no obedecer… o sea, a no morir prematuramente. Para ello, el trabajo es intenso, ya que todo aquello que vale la pena se consigue con esfuerzo y con verdad, la verdad de ser sujetos barrados por el significante, con la pre-existencia de un deseo que no debería ser desplazado, cubierto, por la tierra del gran Otro.

Nos dice Lacan: Para situar el psicoanálisis, se podía decir que viene a estar constituido en todos lados donde la verdad se hace reconocer solamente por esto: que ella nos sorprende y se impone. Un ejemplo para ilustrar lo que acabo de decir: no me es dado ni dable otro goce que el de mi cuerpo. Es lo que no se impone inmediatamente, se duda y se instaura alrededor este goce, que desde entonces es mi único bien, esta malla protectora de una ley dicha universal que se llama los derechos del hombre. Nadie podría impedirme disponer a mi gusto de mi cuerpo. El resultado del límite apenas lo percibimos, nosotros, otros psicoanalistas, y es que el goce está agotado para todo el mundo.

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