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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Ciento uno… Siento uno

Programa emitido en septiembre de 2002

En una sesión matinal, de esas que inauguran el día pero no tienen por ese hecho función inaugural…

Antes de continuar, cabe aclarar, que la palabra paciente, esto para ingresar en algo acordado, en algún código, decía que la palabra paciente, la vamos a pensar con relación a la tarea analítica, como padeciente, que padece, y también en el sentido de despojado de urgencias y no esperanzado. Un paciente, es paciente no sólo en el diván sino también, como corresponde, fuera de él.

Decía, que en esa sesión, el paciente que habitaba ese recorte de tiempo de fantasmas, relata un sueño.

Se trata de un hombre, en extremo entregado a las imposiciones e imposturas, de todo Otro que anda suelto por allí.

Este sujeto se queja de representar diferentes papeles con cada persona de su entorno, dice no poder evitarlo y padecer por ello.

El sueño llega en su auxilio, se trata de un encuentro con su analista en una confitería retirada de su zona de influencia.

Había llamado con tono de extrema urgencia para pedir una sesión excepcional en ese lugar, en ese momento puntual.

Una vez allí, se explica, dice haber encontrado el modo de resolver las cuestiones que lo hacen sufrir tanto. Por primera vez en los dos años que lleva de convivencia con su pareja, ha abandonado una reunión en la que estaba su mujer y su hijo, se ha retirado sin dar explicaciones.

Nadie sabe respecto al lugar al que se ha dirigido.

Pregunta, en el sueño, al analista si se trata de locura, sabe que no va a obtener respuesta, pero reclama la presencia de éste, para comprender los motivos de su nuevo accionar.

Dice haber sentido una profunda alegría en el sueño, alegría que lo acompaña al despertar.

Más allá de la interpretación que surgió del sueño, acompañando otros accionares de ese momento del paciente, esto aparece como una marca diferente para algo nuevo, atreverse a algo del orden de un estar solo, solo con la propia intimidad. Por primera vez, él y su cuerpo. Liviano de pesadas cargas, existen otras cargas, pero de algún modo ya no serán tantas, aunque aguardan aún en sus espaldas, viejas mochilas conocidas.

Yo había estado pensando en el tema de hoy… A partir de lo que acabo de relatar, pienso en un subtítulo que define ese siento uno, siento lo propio, siento eso que es mi límite, dentro de ese límite, mi intimidad.

Lo íntimo, lo propio, Lo íntimo, eso que no intima fuera de los propios límites, lo íntimo de lo propio.

Ese sería el subtítulo: Lo íntimo de lo propio.

Eso, siento uno, para sentir algo, primero hay que revelarse y guardar la propia intimidad.

Sentir por alguien, implica saber que el otro no tiene otra existencia que la que le otorgamos. Ese otro es áspero y huidizo. Cada uno tiene sus propios fantasmas, esos, que en el intercambio de fluidos y emociones, se embisten con los ropajes del partenaire.

Esto significa que al amar, se da lo que no se tiene a quien no es… esta última es una frase casi textual de Jacques Lacan, psicoanalista francés.

El otro es en su escena y yo soy en la mía, como se lee en las películas al comienzo, toda parecido con personajes de la realidad es mera coincidencia.

El otro juega un rol que yo facilito, estimulo o hago obstáculo y viceversa, yo juego mi juego que el otro facilita, estimula o hace obstáculo.

Dice Lacan que no hay abrazo capaz de quebrarnos, no hay hacernos uno con el otro.

La única posibilidad es hacer el amor con palabras, decir del amor y crearlo.

Así, como acto creativo, al comienzo, para saber hacer con esa imposibilidad en la vida de relación se hace necesario crear primero esa intimidad con lo propio.

Ese siento uno, ese sentir el uno, la unidad que somos, se impone para la fecundidad del dos, esto es, para el siento dos, sentir el dos, la pareja.

Se trata de sentir uno para poder entregar a otro el tesoro de lo que la palabra guarda.

Subvertir el orden dado por los viejos fantasmas y crear el propio estilo para alcanzar un posible, por imposible, encuentro de amor.

Se trata, después del uno, después del pasaje por los desfiladeros de los múltiples sentidos de lo vivido, del arribo al sin sentido, eso que otorga alegría, eso que nos libra de los pecados, que ya mencionamos en otro espacio, el reservado a la alegría, decía, eso que nos libra del pecado de la tristeza y el dolor, eso que nos conecta a la vida.

Respecto a preguntas que nos han enviado al sitio de nuestra Fundación en Internet, que les recuerdo es info@fundacioncep.com.ar y los invito a continuar con esta modalidad, paso a dar respuesta a las mismas…

Un analista tiene, con el paciente, una relación muy particular, no comparten nada estrictamente privado, todo contacto fuera del ámbito analítico es cuidado en cada detalle.

Tres conceptos, entre otros, sostienen la tarea desde lo vincular, reglas a cumplir, leyes que regulan la práctica:

  1. El encuadre, esto es, considerar cuidadosamente todo elemento que saque al paciente de la tarea, horarios, palabras, información etc., el encuadre es interno, un analista sabe maniobrar sobre los hechos de la realidad para que no invadan al analizante y dañen la tarea. Un analista con experiencia, no extrema los cuidados, la ley la tiene incorporada y todo lo que ocurre lo traduce en interpretación. Sigmund Freud decía “usted muérase a mí me importa su salud mental.“ Al analista le importa la salud mental del paciente, esa es su tarea, no la vida del paciente, eso es cosa del paciente, no es guía, no es profesor, no es sacerdote, sólo sabe de ese padecimiento del sujeto que demanda análisis, sabe también del modo de ayudar al paciente a saber hacer con sus síntomas (se trata de esas cosas raras que le ocurren al paciente, cosas que no sabe manejar). Para la tarea, utiliza las palabras, la lectura de ese discurso, descifra esas letras, jeroglíficos a descifrar, interpreta, en algunas oportunidades señala y acompaña con su presencia la tarea. El fin de todo análisis es paliar el padecimiento del hombre, saber hacer con la vida para sacarla a gusto.
  2. La abstinencia. Se deduce de lo anterior que todo vínculo de intimidad entre paciente y terapeuta está interdicto.
  3. El secreto profesional. Yo les aclaro a todos los pacientes que nadie puede exigirme que hable sobre los contenidos de una sesión, ni sobre el material de un paciente. El secreto incluye a la justicia, ya que se trata de secreto profesional. Del lado del analista, no sólo está amparado por el secreto profesional, sino que es su obligación ética no hablar ni exponer ese material ante nadie. Existen las supervisiones del material de una sesión con terapeutas didactas, o la exposición, como el sueño que les relaté, ante un público, pero dicho material es anónimo y se cuida cada detalle para que no sea escuchado por el paciente al que pertenece. Los consultorios de los psicoanalistas están cerrados con llave, en caso de compartirlo con otro profesional tiene su propio mueble archivo donde guarda el material de los pacientes. En nuestra Institución cada paciente está registrado en los archivos y para las supervisiones con un seudónimo, el nombre real sólo lo sabe el psicoanalista.

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