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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

De personalidades, caracteres y temperamentos

Programa emitido en marzo de 2003

Según la letra que dice de la dicción en forma escrita…

Personalidad: Diferencia individual que distingue a una persona de otra.

Carácter: Conjunto de cualidades psíquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada individuo humano. Genio, temple, naturaleza. Pero carácter es, también, marca que se imprime, pinta o esculpe en alguna cosa. Signo de escritura.

Temperamento: Constitución particular de cada individuo, que resulta del predominio fisiológico de un sistema orgánico, como el nervioso o el sanguíneo, o de un humor, como la bilis o la linfa.

Para la Psiquiatría, el término personalidad incluye patrones duraderos de percibir, relacionarse y pensar acerca del ambiente y de uno mismo. Los rasgos de personalidad son aspectos prominentes de la personalidad que se manifiestan en una amplia gama de contextos sociales y personales importantes. Los rasgos de personalidad sólo constituyen un trastorno de personalidad cuando son inflexibles y desadaptativos y provocan malestar subjetivo o déficit funcional significativo.

Para Freud, la personalidad es la personalidad psíquica, la que se divide en un Yo, un Super-Yo y un Ello. Y para Lacan… su letra nos lo dice:

Ya antes, en nuestra definición de los fenómenos que llamamos fenómenos de la personalidad, hemos presentado los marcos más generales de estas relaciones de comprensión. En efecto, lo que allí hacemos es definir un orden de fenómenos por su esencia humanamente comprensible, es decir por un carácter social, cuya existencia de hecho se explica por la génesis, social a su vez (leyes mentales de la participación). Sin embargo, estos fenómenos tienen por una parte el valor de estructuras-fenómeno lógicamente dadas (momentos típicos del desarrollo histórico y de la dialéctica de las intenciones) y dependen, por otra parte, de una especificidad sólo individual (momentos únicos de la historia y de la intención individuales). Estos tres polos, lo individual, lo estructural y lo social, son los tres puntos desde los cuales se puede ver el fenómeno de la personalidad. El punto de vista de lo individual, en el fenómeno de la personalidad, es el más llamativo para la intuición; es él el que predomina en el uso de la lengua; pero es, por definición, científicamente inutilizable.

El punto de vista de lo estructural en el fenómeno de la personalidad nos lleva de golpe a la consideración metafísica de las esencias, o en todo caso a la Aufhaltung, fenomenológica del método husserliano. En sí mismo, es extraño al determinismo existencial que define toda ciencia. De una confusión bastarda de estos dos primeros puntos de vista, el uno y el otro excluidos por las condiciones mismas de la ciencia, es de donde ha nacido la doctrina de las constituciones psicopatológicas. Así, pues, en el plano de los hechos esta doctrina estaba destinada a agotarse en ese verbalismo puro que ha podido echarse en cara a las especulaciones escolásticas más vacías. El punto de vista de lo social en el fenómeno de la personalidad nos ofrece, por el contrario, un doble asidero científico: en las estructuras mentales de comprensión que engendra de hecho, ofrece una armazón conceptual comunicable; en las interacciones fenoménicas que presenta, ofrece hechos que tienen todas las propiedades de lo cuantificable, puesto que son movedizos, medibles, extensivos. Esas son dos condiciones esenciales para toda ciencia, y por lo tanto para toda ciencia de la personalidad.

Por eso, al definir la personalidad, hemos cargado todo el acento sobre el punto de vista de lo social; es éste, en efecto, el que estamos expresando en las tres funciones que reconocemos en la personalidad, bajo los atributos de la comprensibilidad del desarrollo, del idealismo de la concepción de sí mismo, y por último como la función misma de tensión social de la personalidad, en la que los dos primeros atributos del fenómeno se engendran de hecho por las leyes mentales de la participación. Pero, inversamente, por el camino de estas relaciones de comprensión, es lo individual mismo y lo estructural la meta de nuestro empeño, y para llegar a ella nos esforzamos en precisar lo más posible lo concreto absoluto.

Entonces, con acento psicoanalítico, la referencia es a esa diferencia que nombra al sujeto en su hacer, en su decir. Esa tintura, marca, signo, que imprime, desde su voracidad de ser, a su algo producido. Esa diferencia que nos aleja y nos reúne suele ser motivo de indagación, incluso, del futuro acontecer. Esa necesidad de predecibilidad que aqueja a los humanos y que, desde las cartas astrales, la lectura de la borra del café, la escritura que lleva sus rasgos, marcha de continuo al lado del sujeto…

También, el interrogante ¿Cómo soy? es búsqueda de mayorías. Pero sólo las minorías acuden a los des-hechos. A esos que des-ha-sidos de la razón suelen explicar quienes somos. Entonces, desde el psicoanálisis, los actos fallidos, los sueños, el decir todo, es un texto que habla de esas diferencias, de esos pliegues donde el ser es único. Donde efectivamente sucede una persona

Pero, como todo lo humano, lo paradojal se presenta… persona, como lo hemos dicho, es una palabra devenida del latín que significa máscara de actor, personaje teatral. Así, eso que el individuo quiere saber, implica, en primer lugar, el atravesamiento de cierta superficie, de cierto ropaje encubridor de otras profundidades. Y, llegados a ese punto más escondido, cabe la insistencia… ¿el sujeto quiere saber?

Dijo San Pablo y termino haciendo el mal cuando quiero hacer el bien. El bien y el mal, siendo en un tiempo el mismo y el contrario o, deberíamos decir, en un destiempo… La maldad y la bondad, difíciles conceptos de sostener como psicoanalistas ambos cohabitando bajo la misma piel. El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, ¿cuál es real y cuál es fantástico? No existe el uno sin el otro, ambos son lo siniestropara el otro.

Stevenson muestra la realidad, permitiendo la mutua expresión de esas oposiciones en sus protagonistas, extrema satisfacción del poeta, que expresa con tanta claridad los conflictos del alma humana.

Dice J. Lacan:

… el hermano da lugar también al modelo arcaico del yo. En este caso, el papel de agente corresponde al mayor por estar más desarrollado. Cuanto más adecuado sea este modelo al conjunto de las pulsiones del sujeto, más feliz será la síntesis del yo y más reales las formas de la objetividad. ¿El estudio de los gemelos confirma esta fórmula? Sabemos que múltiples mitos les atribuyen el poderío del héroe, por el cual se restaura en la realidad la armonía del seno materno, aunque a costa de un fratricidio. Como quiera que sea, tanto el objeto como el yo se realizan a través del semejante; cuánto más pueda asimilar de su compañero más reafirma el sujeto su personalidad y su objetividad, garantes de su futura eficacia

Stevenson pone en la boca de Jeckyll:

Fue en el ámbito moral y en mi propia persona donde aprendí a conocer la cabal y primitiva dualidad humana; y vi que las dos naturalezas que contendían en el campo podrían ser por separado yo, solamente porque yo era radicalmente ambas…

Dice J. Lacan, La familia:

Todo desarrollo pleno de la personalidad exige este nuevo destete. Hegel señala que el individuo que no lucha por ser reconocido fuera del grupo familiar nunca alcanza, antes de la muerte, la personalidad. El sentido psicológico de esta tesis aparecerá en el desarrollo de nuestro estudio. En materia de dignidad personal, la única que la familia logra para el individuo es la de las entidades nominales y sólo puede hacerlo en el momento de la sepultura.

Los tiempos modernos nos lo muestran, incesantemente… Sólo un deseo de saber de las superficies, de los pretextos… en tanto cómo usarlos, no, cómo quitarlos. Los tiempos quirúrgicos de la estética nos lo señalan. Esconder la verdad debajo de maquillajes excesivos parece tranquilizar al sujeto. Como semblantes del deseo del otro, agonizan de un placer sempiterno.

Arrojados, así, a remover a los dioses del infierno, por parafrasear a Freud, nos enfrentamos al des-velamiento más brutal… también, más enriquecedor…

Como mamuschkas (esas muñequitas rusas, una dentro de otra…), las personas abundan en huecos y sorpresas… y, quizás, una de las mayores sorpresas es que somos mascarada inefable… hasta que nos pronunciamos…

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