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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

La mirada a través del tiempo

Programa emitido en julio de 2003

Dice Charles Baudelaire:

No se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él.

Nos dice Lacan:

El objeto humano se distingue originariamente ab initio, en el campo de mi experiencia; no es asimilable a ningún otro objeto perceptible, en tanto es un objeto que me mira. Sartre recurre en este punto a matices extremadamente refinados. La mirada en cuestión no se confunde en absoluto con el hecho, por ejemplo, de que yo veo sus ojos. Puedo sentirme mirado por alguien cuyos ojos, incluso cuya apariencia ni siquiera veo. Basta con que algo me signifique que algún otro puede estar allí. Esta ventana, si está ya un poco oscuro, y si tengo razones para pensar que hay alguien detrás, es a partir de entonces una mirada. A partir del momento en que existe esta mirada, ya soy algo distinto en tanto yo mismo me siento devenir objeto para la mirada del otro. Pero, en esta posición, que es recíproca, el otro también sabe que soy un objeto que se sabe visto

Acaso la ingenuidad nos haga creer que cambia la mirada a través del tiempo… nada cambia si no somos atravesados por la vida, si no se rompe el espejo que nos refleja según nos han mirado los ojos del otro. Ese otro nos cosifica, nos dibuja, establece la trampa del ojo… y, así, no vemos cuando estamos frente al otro.

Una cosa es ver, y otra cosa es mirar. Mirar la cosa, allí, donde sólo somos… vacío.

Sartre escribe:

La naturaleza de mi cuerpo me remite a la existencia del prójimo y a mi ser-para-otro. Descubro con él, para la realidad humana, otro modo de existencia tan fundamental como el ser-para-sí, y al cual denominaré ser-para-otroEn la mirada, la muerte de mis posibilidades me hace experimentar la libertad ajena; aquélla no se realiza sino en el seno de esta libertad y yo -yo, para mí mismo inaccesible y empero yo mismo- soy arrojado, dejado ahí, en el seno de la libertad de otro. Con la aparición del otro, por tanto, caigo en la esclavitud.

Abrojos de Rubén Darío

LVIII

¿Que por qué así? No es muy dulce
la palabra, lo confieso.
Mas, de esa extraña amargura
la explicación está en esto:
después de llorar mil lágrimas
ásperas como el ajenjo,
me alborotó el corazón
la tempestad de mis nervios.
Siguió la risa al gemido,
y a la iracundia el bostezo,
y a la palabra el insulto,
y a la mirada el incendio;
por la puerta de la boca
lanzó su llama el cerebro,
y en aquella noche oscura,
y en aquel fondo tan negro,
con la tempestad del alma
relampagueó el pensamiento,
y les salieron espinas
a las flores de mis versos.

Ya nos lo dijo Sartre… el infierno son los otros. Y el infierno es, entonces, los otros, en nosotros.

Dice F. Nietzsche:

Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad.

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