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El nombre del padre en las diferentes estructuras

Norma Stein, Virginia Vidal

Partimos de preguntarnos cómo se articula la Metáfora del Nombre del Padre en las diferentes estructuras en relación a la metáfora y a la metonimia.

Tomamos como punto inicial para desarrollar esta temática, plantear que la introducción del Nombre del Padre será el determinante de la posibilidad de constitución del sujeto. Según la forma en que esta metáfora intervenga tendrá como consecuencia la configuración de un tipo particular de estructura psíquica.

Para lo cual nos introduciremos en el desarrollo del Complejo de Edipo:

En un primer tiempo teórico el niño se encuentra en una relación simbiótica con su madre. Se identifica con el lugar del objeto de deseo de la madre, es decir el falo. Es decir se trata de ser el falo que completa a la madre para continuar así en esa relación de alienación de la imagen especular. La presencia del padre, como instancia mediadora, del único modo que se manifiesta en este primer tiempo del Edipo, es justamente en el hecho de la identificación del niño al falo, dice la Dra. Puente: se trata sin que lo sepa el niño de cubrir una falta, se trata de ser ese objeto, el falo…

Recordemos que la primer intervención que realiza el padre es como Padre del Nombre, desde el momento que lo nombra lo ingresa al orden simbólico. Será por esta misma vìa. La vìa del orden simbólico que el padre podrá intervenir luego como metáfora.

Este primer tiempo del Edipo parece desarrollarse de la misma forma tanto en la neurosis como en la psicosis y en la perversión. No así en el segundo tiempo donde comienzan a surgir las diferencias que caracterizarán a cada estructura.

En el segundo tiempo del Edipo, aparece la figura del padre como rival del niño, entendiendo rival como aquel con el que el niño se disputará la posesión de la madre. Esta es la característica principal de este segundo tiempo. El padre aparecerá para el niño, como privador de ese objeto madre, esta privación es vivida por el niño como frustración.

Recordamos que, como dijimos anteriormente, el Edipo parte de una simbiosis que compromete dos elementos: La madre y el niño. Respecto de este último sucede lo que acabamos de mencionar. Respecto de la madre sucede lo siguiente:

El padre la priva del falo que ella posee en el hijo. Esto nos lleva a pensar que en el caso de la mujer que ella debe atravesar en dos momentos diferentes el complejo de castración. Esto se fundamenta por la siguiente suposición:

En la niña, ella sabe de la falta, está castrada. Primero dirigirá su mirada hacia la madre en busca de aquello que le falta. Cuando descubre que la madre tampoco lo tiene y por tanto no se lo puede dar, se dirigirá al padre a partir de la ecuación Falo: pene = niño. Es decir, buscará al padre para que le de un niño como sustituto del falo que le falta. Así, ella no renuncia completamente al hecho de que no lo puede tener; simplemente está dispuesta a esperar un poco más. Su complejo de castración se resuelve por miedo a perder el amor de sus padres, no al hecho de la renuncia al falo.

Cuando esa niñita se convierte en madre pone al niño en el lugar del falo, por esta ecuación que está configurada desde su infancia.

Para romper esta díada (madre – niño) deberá intervenir el padre de ese niño privándola del falo que ella posee en el hijo. Es decir, castrándola.

Podemos suponer entonces, que esa primera castración fue insuficiente en la niña dado que no le dio, en su fantasía, un objeto nunca alcanzable; si no que, por el contrario, le dio un objeto que en algún momento podría llegar a obtener.

Si la mujer se desdobla en mujer y madre; tanto una como la otra, deben ser castradas.

Hasta aquí, observamos el desarrollo del Complejo de Edipo en las neurosis. En el caso de las psicosis creemos que, este segundo tiempo del complejo, el momento de la rivalidad edípica no llega a ocurrir puesto que, la simbiosis entre la madre y el niño, no se rompe; quedando fijado en este lugar sin llegar a transitar los tiempos subsiguientes del Edipo.

El niño permanece indiferenciado de su madre. El padre no actúa como ejecutor de la castración. El Nombre del Padre queda forcluído.

Si pensamos este segundo tiempo en relación con la perversión sabemos que Lacan, ubica este segundo tiempo como constitutivo de dicha estructura. Tanto Freud como Lacan plantean que el perverso sabe de la castración, es decir sabe de la ley, pero conociéndola, la transgrede.

Tratando de articular cómo podríamos ubicar la falla por la cual la función del Nombre del Padre es renegada por el niño, llegamos a la siguiente hipótesis:

Que el padre interviene sin llevar a cabo definitivamente la castración simbólica en el niño. Suponemos que rompe la ecuación niño – falo para la madre, pero que no logra que el niño deje de identificarse con el falo.

Interviene, por lo que no hay psicosis, pero no de un modo contundente tal que habilite al niño a ingresar en la neurosis.

En el tercer tiempo del Edipo se articula el Complejo de Castración que para la neurosis, significa la institución de la prohibición del incesto que trae como consecuencia la exogamia. Es el momento de la declinación del Complejo de Edipo, final de la rivalidad fálica frente a la madre en la que se ha ubicado el niño, y en la que imaginariamente ha instalado al padre (…) el padre no es el falo sino que lo tiene… (Dra. Eva Puente).

Esta intervención reestablece la instancia del falo como objeto de deseo de la madre, conduciéndolo nuevamente al lugar de deseo sin significación.

El padre, siendo aquel que lo tiene, vira la mirada de la madre hacia él, y abre en el niño la instancia del Ideal del Yo, que tendrá como objeto al padre por ser él quien lo posee; lo que estará en juego no es sólo, que el padre lo tenga, sino que gracias a eso, tiene a la madre también.

Lo que queda planteado es la posibilidad de tener el falo que deja abierta la posibilidad de circulación del deseo.

Arribamos ahora al otro tema que nos interesa articular aquí: Los conceptos de metáfora y metonimia.

Según nos dice Lacan en el texto De la red de significantes, la metáfora y la metonimia se instituyen con la aparición del Nombre del Padre en su articulación con el complejo de Edipo.

En principio, el bebé nace inmerso en un baño de lenguaje: Éste lo preexiste. La estructuración psíquica de un sujeto es un proceso que se va dando progresivamente, a partir de la operación de ciertos articuladores: En la satisfacción de la necesidad, algo cae como resto inaprensible para el sujeto que conformará lo real que escapa al orden simbólico, y aquello que pueda ser articulado se transformará en demanda. El estadío del espejo ingresa al sujeto en el orden imaginario, constituyendo su Yo en la alienación. La metáfora del Nombre del Padre ingresará al sujeto en el orden simbólico.

Si el Inconsciente está estructurado como un lenguaje y el lenguaje preexiste al sujeto, significa que ese sujeto viene ya antes de su nacimiento determinado por la estructura psíquica de sus padres, quienes también sujetos al lenguaje, han estructurado su psiquismo con los avatares que tanto en el padre como en la madre pueden haber ocurrido. Esta historia, la de sus padres, va a determinar el modo en que para ese niño se configurará su estructura psíquica.

Cuando hablamos de red de significantes nos referimos al modo de conformación del Inconsciente de ese sujeto, el Inconsciente tiene como leyes de funcionamiento la metáfora y la metonimia. El proceso metonímico se desarrolla por contigüidad en el eje sincrónico, también denominado eje sintagmático. Este proceso es el denominado por Freud desplazamiento, si bien Freud no tiene el concepto de significante, introducido por Lacan, podemos observar como por ejemplo en el artículo Un caso de olvido de nombre propio, el caso Signorelli, así como en la Traumdeutung que el análisis de las palabras se realiza con la misma lógica del significante que utiliza Lacan.

El proceso metafórico consiste en la sustitución de un significante por otro. Es el proceso que Freud describe con el nombre de condensación. Se desarrolla en el eje diacrónico o eje paradigmático.

Dice el Dr. Lacan en el sem 11: Encontramos en las articulaciones de Freud…que en esta sincronía no se trata solo de una red formada de asociaciones al azar y por contigüidad. Los significantes solo pudieron constituirse en la simultaneidad en razón de una estructura muy definida de la diacronía constituyente.

El Nombre del Padre viene a otorgarle a esos significantes una configuración en forma de red, es decir que el padre actúa como punto de capitón, articulando todos los significantes en este entramado de red.

Si quisiéramos describir cual es la historia de la red de significantes de ese niño, tendríamos que partir de suponer que hay una articulación de la red de significantes de la madre y de la red de significantes del padre, que les permitirán ocupar esos lugares, lo cual a través de la intervención de la metáfora paterna tendrá como consecuencia la configuración del inconsciente de ese sujeto.

Saussure postula que el significado y el significante corren paralelos uno sobre otro, abrochados entre sí conformando el signo lingüístico. Lacan, dando vuelta su esquema, sitúa el significante sobre el significado y lo obliga al desplazamiento metonímico con otros significantes. Así, la producción de sentido es el efecto de un S con otro S.

Es el padre, como punto de capitón, el que formará la cadena metonímica permitiendo el deslizamiento de sentido. Si el S1 es el deseo de la madre que fijado a un significado deja al niño en lugar de falo, será el S2 (S del Nombre del Padre), es el que habilitará el discurrir de la cadena sustituyendo al S1 por el S2, en un juego metafórico.

Teniendo en cuenta, esta posibilidad de sustitución de un S por otro, nos deja abierta la posibilidad, en la clínica, de encontrar nuevos significantes que le permitan al sujeto ubicarse de otro modo en la estructura.

Si en la psicosis, el S1 no fue sustituido por el S2, éste último quedando segundo respecto del primero, fijaría al sujeto en el significado que la madre le otorga, vale decir, el falo. El S2 no operó en la sustitución metafórica, quedando suelto en la cadena. Lo cual nos llevaría a pensar que introduciendo elementos que permitan, de algún modo, realizar esta operación, algo de esa sustitución simbólica podría realizarse; permitiéndole alguna ubicación en el lugar de sujeto entendiendo éste, por un S para otro S.

Respecto de la neurosis el S2 sustituye al S1, que queda reprimido pero no sin consecuencias. Lo cual se observa, por ejemplo, en la mascarada y en la impostura, donde el hombre se presenta como teniendo el falo, y la mujer como siéndolo. Esta es una de las formas en que la Metáfora del Nombre del Padre falla. Sustituye pero no aniquila.

En el caso de la perversión, nuestra hipótesis es la siguiente: Este S1 no se reprime, se reniega el S2, como sustituto del S1. Lo que nos deja como incógnita, cómo se articularía la metáfora, partiendo de estos supuestos.

Bibliografía
  • Jacques Lacan: Seminario
    • Los Nombres del Padre
    • La Metáfora Paterna
    • Kant con Sade
    • De la red de significantes
  • Escritos anuales de los Seminarios de la Fundación C.E.P., Seminario Freud – Lacan.

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