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Homenaje a Leonardo da Vinci

Nació el 15 de abril de 1452. En el mes de su nacimiento le rendimos homenaje.

Leonardo da Vinci

La historia señala… Leonardo da Vinci nació el 15 de abril de 1452 en Florencia. Se formó en el taller de Andrea del Verrocchio, gran pintor y escultor. Allí se inicia en diversas actividades, desde la pintura de retablos y tablas hasta la elaboración de grandes proyectos escultóricos en mármol y bronce. En 1472 fue admitido en el gremio de pintores de Florencia, y para 1476 ya daba a conocerse con su obra El bautismo de Cristo (c. 1470, Uffizi, Florencia), donde pintó el ángel arrodillado de la izquierda y el paisaje de matices neblinosos. En 1478 recibió el encargo del retablo para la capilla del Palazzo Vecchio, del ayuntamiento florentino; pero este no llegó a ejecutarse. Su primera gran obra, La adoración de los Magos (Uffizi), que dejó inacabada, se la encargaron los monjes de San Donato de Scopeto, hacia 1481. Otras obras de este periodo son: la Madonna Benois (c. 1478, Ermitage, San Petersburgo), el retrato de Ginebra de Benci (c. 1474, Galería Nacional, Washington) y el inacabado San Jerónimo (c. 1481, Pinacoteca Vaticana).

En 1482 se puso al servicio de Ludovico Sforza, duque de Milán, tras haberle escrito una carta en la que el artista se ofrecía como pintor, escultor, arquitecto, además de ingeniero, inventor e hidráulico. De hecho, sirvió al duque como ingeniero en sus numerosas empresas militares y también como arquitecto. Además, ayudó al matemático italiano Luca Pacioli en su célebre obra La divina proporción (1509). La obra más importante del periodo en Milán son las dos versiones de la Virgen de las rocas (1483-1485, Louvre, París; década de 1490-1506-1508, National Gallery, Londres), donde aplica el esquema compositivo triangular que encierra a la Virgen, el Niño, San Juan y el ángel. De 1495 a 1497 trabaja en su obra maestra La última cena, pintura mural para el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie, Milán. Durante sus años en Milán, además realizó otras pinturas y dibujos, escenografías teatrales, dibujos arquitectónicos y modelos para la cúpula de la Catedral de Milán. Su mayor encargo fue el monumento ecuestre en bronce a tamaño colosal de Francesco Sforza, padre de Ludovico, para su ubicación en el patio del castillo Sforzesco. Sin embargo, en diciembre de 1499, la familia Sforza fue expulsada de Milán por las tropas francesas y la estatua quedó inacabada y luego destruida.

pinturas Leonardo
pinturas Leonardo
pinturas Leonardo

En 1500 volvió a Florencia. Durante su estancia en Florencia, viaja un año a Roma. En 1502 comenzó a servir a César Borgia, duque de Romaña, hijo del Papa Alejandro VI. En su calidad de arquitecto e ingeniero mayor del duque, Leonardo supervisa las obras en las fortalezas de los territorios papales del centro de Italia. En 1503, de nuevo en Florencia, fue miembro de la comisión de artistas encargados de decidir sobre el adecuado emplazamiento del David de Miguel Ángel (1501-1504, Academia, Florencia), y además ejerció de ingeniero en la guerra contra Pisa. Al final de este año comenzó a planificar la decoración para el gran salón del Palacio de la Signoria con el tema de la batalla de Anghiari, victoria florentina en la guerra contra Pisa. Realizó numerosos dibujos y completó un cartón en 1505, pero nunca llegó a realizar la pintura en la pared. El cartón se destruyó en el siglo XVII, conociéndose la composición a través de copias como la que realizó Petrus Paulus Rubens. Durante su segundo periodo florentino, realizó varios retratos, de los que sólo se conserva el de La Gioconda (1503-1506, Louvre, París), el retrato más famoso de toda la historia de la pintura, también conocido como Monna Lisa.

En 1506 vuelve a Milán al servicio del gobernador francés Carlos II Chaumont, mariscal de Amboise. Un año después le nombraron pintor de la corte de Luis XII de Francia, que residía por entonces en la ciudad italiana. Durante los seis años siguientes pasó su tiempo entre Milán y Florencia, donde a menudo visitaba a sus hermanastros y hermanastras y cuidaba de su patrimonio. En Milán continuó sus proyectos de ingeniería y trabajó en el monumento ecuestre de Gian Giacomo Trivulzio, comandante de las fuerzas francesas en la ciudad. De esta misma época parece ser la segunda versión de la Virgen de las rocas y Santa Ana, la Virgen y el Niño (c. 1506-1513, Louvre, París). Desde 1514 a 1516 Leonardo vivió en Roma bajo el mecenazgo de Giuliano de Medici, hermano del papa León X. Se alojaba en el Palacio del Belvedere en el Vaticano, ocupándose fundamentalmente de experimentos científicos y técnicos.

En 1516 pasó a vivir en Francia, a la corte de Francisco I, donde pasó sus últimos años en el castillo de Cloux, cerca de Amboise. Allí falleció el 2 de mayo de 1519.

Pero, entre esas señales, puede leerse otra historia… Y, así, lo hace Sigmund Freud en su texto Un recuerdo infantil de Leonardo De Vinci, de 1910.

De los rasgos del carácter de Leonardo, menciona su proverbial lentitud para trabajar y cierta inactividad e indiferencia. Y se detiene en aquellas alusiones a su psicosexualidad. Dice así, Poco es lo que sobre este punto conocemos de Leonardo; pero este poco, muy significativo. En una época que veía luchar la sexualidad más ilimitada con la más rigurosa ascesis, era Leonardo un ejemplo de fría repulsa sexual, inesperada y singular en un artista pintor de la belleza femenina. Solmi cita de él la siguiente frase, que testimonia de su frigidez: El acto del coito y todo lo que con él se enlaza es tan repugnante, que la Humanidad se extinguiría en breve plazo si dicho acto no constituyera una antiquísima costumbre y no hubiera aún rostros bellos y temperamentos sexuales. Los escritos que nos han legado, y que no tratan únicamente de elevados problemas científicos, sino que contienen asimismo cosas harto inocentes, apenas dignas de una tan grande inteligencia… son castos, e incluso podríamos decir abstinentes en un grado que nos asombraría hallar actualmente en una obra literaria. Eluden todo lo sexual tan decididamente como si sólo el Eros que conserva todo lo animado no fuera un tema digno del interés del investigador. Conocido es con cuánta frecuencia se complacen los grandes artistas en desahogar su fantasía en representaciones eróticas y hasta obscenas. En cambio, no poseemos de Leonardo sino algunos dibujos anatómicos de los genitales internos de la mujer, de la posición del feto en la matriz, etc.

Es muy dudoso que Leonardo tuviese nunca amorosamente entre sus brazos a una mujer. Tampoco sabemos que hubiera en su vida una pasión platónica… Hallándose aún en el taller de Verrocchio, su maestro, fue denunciado, en unión de otros varios jóvenes, por sospechas de homosexualidad, denuncia que terminó con una absolución. El motivo de tales sospechas fue, según parece, el servirse como modelo de un muchacho de dudosa fama. Siendo ya artista de renombre, se rodeaba de bellos adolescentes y jóvenes, a los que tomaba por discípulos. El último de éstos, Francesco Melzi, le acompañó a Francia, permaneció con él hasta su muerte y fue su heredero… Ni en un sentido ni en otro puede atribuirse a Leonardo una actividad sexual muy intensa.

… Solmi dice sobre Leonardo: Pero el insaciable deseo de penetrar en el conocimiento de todo lo que le rodeaba y hallar con fría reflexión el más profundo secreto de todo lo perfecto condenó la obra de Leonardo a permanecer siempre inacabada. En un trabajo incluido en las Conferenze fiorentine se cita una manifestación de Leonardo que constituye su profesión de fe y nos proporciona la clave de su personalidad: Nessuna cosa si può amare nè odiare, se prima non si ha cognition di quella. Esto es: No se puede amar ni odiar nada si antes no se ha llegado a su conocimiento. Esta misma afirmación es repetida por Leonardo en su Tratado de la pintura, en un párrafo en el que parece defenderse del reproche de irreligiosidad: Pero aquellos que me critican deben enmudecer, pues tal conducta constituye el medio de llegar al conocimiento del creador de tantas maravillas y al camino que nos lleva a amar a tan grande inventor. El gran amor nace del gran conocimiento del objeto amado, y si este conocimiento del objeto es insuficiente, no se podrá amarlo sino muy poco o nada… El valor de estas manifestaciones de Leonardo no reside en que nos comuniquen un importante hecho psicológico, pues lo que afirman es claramente falso, y Leonardo tenía que saberlo tan bien como nosotros. No es cierto que los hombres repriman su amor o su odio hasta después de haber estudiado y descubierto la esencia del objeto al que tales efectos han de referirse. Por el contrario, aman impulsivamente, obedeciendo a motivos sentimentales, y la reflexión y la meditación no pueden sino debilitar los efectos de dichos motivos. Así, pues, Leonardo quería decir que aquello que los hombres llaman amor no es el amor justo y perfecto y que se debía amar reteniendo el afecto, sometiéndolo a un contraste intelectual y no dándole libre curso sino después de haber salido triunfante de tal examen. Con esto manifiesta, a nuestro juicio, que él se conduce así y que sería de desear que los demás imitasen esta conducta en sus amores y sus odios.

De esta manera, sometiendo sus afectos al instinto de investigación, los mantiene perfectamente dominados. Luego, una vez llegado a la cima de la labor intelectual alcanzando el conocimiento, deja libre curso al afecto retenido durante el proceso intelectivo, como se deja volver a un río el agua tomada de él por un canal, después de haber utilizado su energía. Cuando desde la altura de un conocimiento puede abarcar ya su vista un amplio conjunto se entrega al pathos y ensalza con apasionadas palabras la magnificencia de aquel trozo de la creación que ha sometido a minucioso estudio, o da a su admiración una forma religiosa…

Esta sustitución ha hecho que Leonardo investigara más que amar. Pero esta investigación no abarcaba todos los órdenes …su anhelo de saber permaneció orientado hacia el mundo exterior, como si hubiera algo que le alejase de la investigación de la vida anímica del hombre. En la Academia Vinciana, para la que dibujó emblemas artísticamente complicados, se concedió un lugar muy pequeño a la Psicología.

El artista se sirvió al principio del investigador como de un precioso auxiliar, pero éste acabó por hacerse más fuerte que su señor y llegó a dominarle. Cuando en el cuadro característico de una persona hallamos un instinto exageradamente desarrollado y dominando a todos los demás, como en Leonardo el ansia de saber, explicamos esta particularidad por una especial disposición individual, cuya condicionalidad, probablemente orgánica, nos es desconocida. Sin embargo, nuestros estudios psicoanalíticos de sujetos neuróticos nos inclinan a sentar dos hipótesis, que esperamos hallar confirmadas en cada caso particular. Creemos muy verosímil que dicho instinto dominante actuó ya en la más temprana infancia del individuo y que su predominio quedó establecido por impresiones de dicha época. Asimismo admitimos que se incorporó como refuerzo energías instintivas originariamente sexuales, llegando a representar así posteriormente una parte de la vida sexual. Un individuo en el que se den estas circunstancias investigará, por ejemplo, con el mismo apasionado ardor que otros ponen en amar, y podrá sustituir así el amor por el estudio…

La observación de la vida cotidiana de los hombres nos muestra que en su mayoría consiguen derivar hacia su actividad profesional una parte muy considerable de sus fuerzas instintivas sexuales. El instinto sexual es particularmente apropiado para suministrar estas aportaciones, pues resulta susceptible de sublimación, esto es, puede sustituir un fin próximo por otros desprovistos de todo carácter sexual y eventualmente más valiosos. Consideramos demostrado este proceso cuando la historia infantil de una persona, esto es, la historia de su desarrollo psíquico, nos muestra que el instinto dominante se hallaba durante su infancia al servicio de intereses sexuales, y vemos una confirmación del mismo cuando en la vida sexual del adulto comprobamos una singular disminución, como si una parte de su actividad sexual hubiera quedado sustituida por la actuación del instinto dominante. La aplicación de esta hipótesis a aquellos casos en los que el instinto dominante es el de investigación parece tropezar con particulares dificultades, dado que no creemos posible al principio atribuir al niño este instinto, ni tampoco grandes intereses sexuales. Del ansia de saber del niño testimonia su incansable preguntar, que tan enigmático parece al adulto mientras no se da cuenta de que todas estas preguntas no son sino rodeos en torno de una cuestión central y que no pueden tener fin porque el niño sustituye con ellas una única interrogación, que, sin embargo, no planteará jamás directamente. Cuando el niño llega a un período más avanzado de la infancia y ha ampliado sus conocimientos, se interrumpe con frecuencia, de repente, esta manifestación del ansia de saber. De todo esto nos proporciona una completa explicación la investigación psicoanalítica mostrándonos que muchos niños, quizá la mayoría, y desde luego los más inteligentes, atraviesan a partir de los tres años un estadio que podríamos calificar de período de la investigación sexual infantil.

El deseo de saber no despierta, que sepamos, espontáneamente en los niños de esta edad, sino que es provocado por la impresión de un suceso importante: el nacimiento de un hermano o el temor a tal posibilidad, considerada por el niño como una amenaza de sus intereses egoístas. La investigación recae sobre el problema del origen de los niños, como si el infantil sujeto buscase el medio de evitar un tal indeseado acontecimiento. Averiguamos así con asombro que el niño rehúsa creer los datos que sobre esta materia le suelen ser proporcionados, por ejemplo, la fábula de la cigüeña, tan significativa mitológicamente, y que este acto de incredulidad inicia su independencia intelectual y a veces su oposición al adulto, al que no perdonará ya nunca su engaño. En adelante investiga por sus propios medios, adivina la residencia del niño en el seno materno, forja teorías sobre el origen de los niños, atribuyéndolo a los alimentos ingeridos por la madre y suponiendo que son paridos por el intestino, y sobre la intervención del padre, tan difícil de fijar para él, y sospecha ya la existencia del coito, que se le muestra como un acto violento y hostil. Pero como su propia constitución sexual no es apta aún para la procreación, su investigación del origen de los niños tiene que fracasar necesariamente y es abandonada con el convencimiento de que nunca conducirá a la solución deseada. La impresión de este fracaso de la primera tentativa de independencia intelectual parece ser muy duradera y deprimente.

Una vez terminado este período de investigación sexual infantil, por un proceso de enérgica represión sexual surgen para los destinos ulteriores del instinto de investigación tres posibilidades diferentes, derivadas de su temprana conexión con intereses sexuales.

Destinos del instinto de saber:

  • Inhibición neurótica: el instinto de saber y la sexualidad quedan coartados.
  • Obsesión investigadora: el instinto de saber elude la represión sexual y la investigación sexual reprimida retorna desde lo inconsciente en forma de obsesión investigadora, disfrazada y coartada, pero lo bastante poderosa para sexualizar el pensamiento mismo y acentuar las operaciones intelectuales con el placer y la angustia de los procesos propiamente sexuales… Pero el imperfecto carácter de la investigación retorna también en la imposibilidad de llegar a conclusión ninguna, y el sentimiento intelectual buscado, o sea el de alcanzar una solución, va alejándose cada vez más.
  • Sublimación: la represión sexual tiene también efecto en este caso, pero no consigue transferir a lo inconsciente un instinto parcial del deseo sexual. Por el contrario, escapa la libido a la represión, sublimándose desde un principio en ansia de saber e incrementando el instinto de investigación, ya muy intenso de por sí. También aquí llega a hacerse obsesiva en cierto modo la investigación y a constituir un sustitutivo de la actividad sexual; mas por efecto de la completa diferencia de los procesos psíquicos desarrollados (la sublimación en lugar del retorno desde lo inconsciente) faltan el carácter neurótico y la adherencia a los complejos primitivos de la investigación sexual infantil, y el instinto puede actuar libremente al servicio del interés intelectual, atendiendo, sin embargo, simultáneamente a la represión sexual con la evitación de todo tema de este orden.

Freud nos dirá que Leonardo puede considerarse modelo de este tercer tipo. Por la coincidencia del instinto de investigación dominante con la disminución de su vida sexual, que, dice, ha quedado limitada a aquello que se conoce con el nombre de homosexualidad ideal.

Leonardo nació el año de 1452 en Vinci. Su nacimiento fue ilegítimo, circunstancia que en aquella época no era considerada socialmente como una grave mácula. Su padre fue Ser Piero da Vinci, notario y descendiente de una familia de notarios y agricultores que tomaron su apellido de su ciudad natal. Su madre, de la que sólo sabemos que se llamaba Catalina fue probablemente una humilde hija de labradores y casó más tarde con otro vecino de Vinci. En toda la vida de Leonardo volvemos a hallar noticia alguna sobre ella… El único dato seguro sobre la infancia de Leonardo nos es proporcionado por un documento oficial del año 1457: un padrón de impuestos florentino, en el que se le incluye entre los miembros de la familia Vinci y se indica su edad de cinco años y su calidad de hijo ilegítimo de Ser Piero. Este no tuvo hijos de su matrimonio con Donna Albiera, y merced a esta circunstancia, pudo Leonardo ser acogido y educado en la casa paterna, de la cual salió, ignoramos a qué edad, para entrar como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio. En el año de 1472 aparece ya su nombre en la relación de los miembros de la Compagnia del Pittori. Esto es todo.

El recuerdo infantil al que alude este trabajo (del que algunos biógrafos dicen que es un sueño y que Freud lo supone una fantasía infantil) es el siguiente: Parece como si me hallara predestinado a ocuparme tan ampliamente del buitre, pues uno de los primeros recuerdos de mi infancia es el de que, hallándome en la cuna, se me acercó uno de estos animales, me abrió la boca con su cola, y me golpeó con ella, repetidamente, entre los labios.

La traducción muestra entonces (dice Freud) una orientación erótica. La cola coda es uno de los más conocidos símbolos y designaciones sustitutivas del miembro viril, no sólo en italiano, sino en otros muchos idiomas. La situación contenida en la fantasía un buitre que abre los labios del niño con la cola, se la introduce en la boca y la mueve allí repetidamente corresponde a la representación de una fellatio, de un acto sexual en el que el miembro viril es introducido en la boca de la persona utilizada para lograr la satisfacción activa. Esta fantasía presenta un carácter singularmente pasivo y recuerda determinados sueños y fantasías de las mujeres o de los homosexuales pasivos… La inclinación a tomar en la boca el miembro del hombre y chuparlo, acto incluido por la sociedad burguesa entre las repugnantes perversiones sexuales, es, sin embargo, frecuentísima… La investigación nos muestra también que esta situación, tan implacablemente condenada, tiene un origen inocentísimo. No es sino la transformación de otra en la que todos nos hemos sentido felices y contentos; esto es, de aquella en la que, siendo niños de pecho (esendo io in culla), tomábamos en la boca el pezón de la madre o de la nodriza y chupábamos de él. La impresión orgánica de este nuestro primer goce de la vida debe de haber quedado indeleblemente impresa en el hombre. Cuando más tarde advierte el niño las ubres de las vacas, que por su función equivalen a los pezones y por su forma y situación en el bajo vientre recuerdan el pene, queda establecido el grado preliminar de la posterior formación de las repulsivas fantasías sexuales antes indicadas.

Comprendemos ahora por qué transfiere Leonardo el supuesto suceso del buitre a la época de su lactancia. Detrás de la fantasía no se esconde otra cosa que una reminiscencia del acto de mamar del seno materno o ser amamantado por la madre… Interpretamos la fantasía como una simbolización del acto de ser amamantado por la madre, y encontramos sustituida a ésta por un buitre.

Recorriendo la historia, halla Freud que En los jeroglíficos sagrados de los antiguos egipcios, la imagen correspondiente a la madre es siempre la del buitre. Los egipcios adoraban asimismo a una divinidad materna con cabeza de buitre o con varias cabezas, de las cuales una por lo menos era de buitre. El nombre de esta diosa se pronunciaba Mut, circunstancia que nos hace pensar en una posible conexión del mismo con nuestra palabra madre (Mutter), a menos que se trate de una similicadencia puramente casual. Hallamos, pues, que el buitre presenta realmente una relación con el concepto de madre… (Se ha investigado y se descubre que el buitre pasaba por ser el símbolo de la maternidad, a causa de la creencia de que no había más que buitres hembras y que esta especie de aves carecía de machos. Considerando que la fecundación se lleva a cabo mientras se mantienen estas aves inmóviles en el aire, abriendo la vagina y siendo fecundadas por el viento.)

… podemos representarnos ya la génesis de la fantasía de Leonardo en la forma siguiente: Habiendo leído una vez… que todos los buitres eran hembras y se reproducían sin necesidad de la cooperación del macho, surgió en él un recuerdo que quedo transformado en la fantasía citada; pero cuyo significado era el de que también él había sido una tal cría de buitre, que había tenido madre, pero no padre, y a este recuerdo se añadió luego, en la única forma en la que tan tempranas impresiones pueden exteriorizarse, un eco del placer hallado en la succión del seno maternal. La relación de su fantasía con la representación de la Virgen amamantando al Niño, tan grata a todos los artistas, hubo de contribuir a hacerla grandemente valiosa e importante para Leonardo, pues mediante ella se identificaba con el Niño Jesús, consuelo y redentor de todos y no de una sola mujer… La sustitución de la madre por el buitre nos indica que el niño echó de menos al padre y se sintió solitario al lado de su madre abandonada. Su ilegítimo nacimiento constituye el punto de partida de su fantasía, pues sólo tal circunstancia podía llevarle a compararse con las crías de los buitres.

Con nuestra interpretación de la fantasía del buitre concuerda perfectamente el hecho de que Leonardo permaneciera por lo menos tres años, y quizá cinco, al lado de su madre, solitaria y abandonada, antes de pasar a la casa paterna, en la que encontró padre y madre. Pero ya era tarde. En los tres o cuatro primeros años de la vida quedan fijadas ciertas impresiones y establecidas ciertas formas de reacción ante el mundo exterior que no pueden ser despojadas ya de su importancia y sentido por ningún suceso ulterior.

No hay dudas de que esto es lo que ha ejercido una influencia decisiva sobre la estructuración de la vida interior de Leonardo. Al hallarse, entonces, Leonardo en sus primeros años ante un problema más que los otros niños, comenzó a reflexionar con especial intensidad sobre tal enigma y se convirtió de este modo, tempranamente, en un investigador atormentado por los grandes problemas de la procedencia de los niños y del papel que el padre desempeñaba en su nacimiento. La sospecha de esta conexión entre su investigación y su historia infantil le habría arrancado posteriormente la exclamación de que se hallaba destinado desde un principio, a profundizar en los problemas del vuelo de las aves…

Prosiguiendo nuestra labor de interpretación, tropezamos ahora con el singular problema de por qué fue transformado este contenido mnémico en una situación homosexual. La madre que amamanta su hijo o, mejor dicho, de la que él mismo mama es convertida en un buitre que introduce su cola en la boca del niño. Afirmamos que la cola del buitre tenía que ser, conforme a los usos del lenguaje vulgar, una designación sustitutiva del pene.

Recordando… se observa que Casi todas las imágenes de Mut, la divinidad material de cabeza de buitre, aparecen provistas de un falo; su cuerpo, al que los senos caracterizan como femenino, mostraba también un genital masculino en erección. Así, pues, hallamos en la diosa Mut la misma unión de caracteres maternales y masculinos que comprobamos en la fantasía de Leonardo.

Pero La Mitología nos enseña que la constitución andrógina, esto es, la reunión de los caracteres sexuales masculinos y femeninos, no se daba únicamente en la diosa Mut… Los mitólogos intentan explicar la agregación del falo a las figuras femeninas de las divinidades alegando que el atributo viril representaba la fuerza creadora original de la Naturaleza, y que tales divinidades hermafroditas expresaban la idea de que sólo la reunión de los atributos masculinos y femeninos podía constituir una imagen digna de la perfección divina…

Pero son las teorías sexuales infantiles las que proporcionan la explicación buscada. Hay efectivamente en la vida individual una época en la que los genitales masculinos resultan armonizables con la representación de la madre. Cuando el niño dirige por vez primera su curiosidad a los enigmas de la vida sexual, queda dominado por un poderoso interés hacia sus propios genitales. Encuentra tan valiosa e importante esta parte de su cuerpo, que no puede creer carezcan de ella las personas que le rodean y a las que se encuentra semejante, y como no puede adivinar que existe otro tipo equivalente de formación genital, tiene que acogerse a la hipótesis de que todos, incluso las mujeres, poseen un miembro igual al suyo. Este prejuicio se impone tan enérgicamente al infantil investigador, que sus primeras observaciones directas de los genitales de las niñas pequeñas, sus compañeras de juego, resultan insuficientes para destruirlo. La percepción directa le muestra desde luego que allí hay algo distinto de lo que él posee, pero no le es dado aceptar como contenido de su percepción la imposibilidad de encontrar en las niñas el miembro masculino. La carencia de este miembro es para él una representación inquietante e insoportable, y, por tanto, busca una explicación intermedia y opina que el miembro existe también en las niñas, pero aún muy pequeño y crecerá más adelante, Cuando tampoco esta hipótesis queda confirmada por las observaciones ulteriores, construye todavía otra distinta: Las niñas poseyeron también un miembro igual al suyo, pero les ha sido cortado, quedando en lugar una herida. Este progreso de la teoría utiliza ya experiencias propias, de carácter penoso; en el intervalo se ha visto el niño amenazado por sus familiares con la amputación de aquel órgano tan valioso si continúa dedicándole excesiva atención. Bajo la amenaza de la castración, transforma entonces su concepción de los genitales femeninos. En adelante temblará por su virilidad; pero al mismo tiempo despreciará a aquellas desgraciadas criaturas que, a su juicio, han sufrido ya el cruel castigo.

Antes que el niño quede sometido al dominio del complejo de la castración, o sea en la época en que la mujer conserva aún para él todo su valor, comienza a exteriorizarse en él un intenso placer visual como actividad erótica instintiva. Desea ver los genitales de otras personas, al principio probablemente para compararlos con los suyos. La atracción erótica emanada de la persona de la madre culmina pronto en el deseo de su genital, que el niño supone ser un pene. Pero con el conocimiento posteriormente alcanzado de que la mujer no posee tal miembro, se transforma muchas veces este anhelo en su contrario, quedando sustituido por una repugnancia que en los años de la pubertad puede constituirse en causa de impotencia psíquica, misoginia y homosexualidad duradera. Pero la fijación al objeto antes intensamente anhelado, o sea el pene de la mujer, deja huellas indelebles en la vida anímica de aquellos niños en los que tal estadio de la investigación sexual infantil ha presentado una particular intensidad.

La acentuación de la cola del buitre en la fantasía de Leonardo puede ser interpretada, por tanto, en la forma siguiente: En aquella época infantil en la que mi tierna curiosidad se dirigía hacia mi madre y le atribuía aún unos órganos genitales iguales a los míos…

En todos los homosexuales sometidos al análisis se descubre un intensísimo enlace infantil, de carácter erótico y olvidado después por el individuo, a un sujeto femenino, generalmente a la madre; enlace provocado o favorecido por la excesiva ternura de la misma y apoyado después por un alejamiento del padre de la vida infantil del hijo… El amor a la madre no puede seguir ya el desarrollo consciente ulterior y sucumbe a la represión. El niño reprime el amor a su madre, sustituyéndose a ella; esto es identificándose con ella y tomando como modelo su propia persona, a cuya semejanza escoge sus nuevos objetos eróticos. De este modo, se transforma en homosexual o, mejor dicho, pasa al autoerotismo, dado que los niños objeto de su amor no son sino personas sustitutivas y reproducciones de su propia persona infantil, a las que ama como su madre le amó a él en sus primeros años. Decimos entonces que encuentra sus objetos eróticos por el camino del narcisismo…

Reflexiones psicológicas más profundas justifican la afirmación de que el hombre convertido así en homosexual permanece fijado en lo inconsciente a la imagen mnémica de su madre. La represión del amor a la madre le hace conservar de un modo perdurable en su consciente este mismo amor, al que permanecerá fiel en adelante. Cuando parece perseguir con ardiente amor a otros muchachos, lo que hace es huir de las mujeres, que podían llevarle a incurrir en infidelidad. Determinadas observaciones directas nos han permitido demostrar que aquellos individuos que en apariencia sólo son sensibles a los encantos masculinos, se hallan sometidos, como los hombres normales, a la atracción emanada de la mujer; pero se apresuran siempre a transferir a un objeto masculino la excitación recibida del femenino, repitiendo así, de continuo, el mecanismo por el que adquirieron su homosexualidad…

Leonardo llevaba un libro de notas. En este Diario. Se hallan algunas apuntaciones referidas a pequeños gastos del maestro, y muestran una minuciosa escrupulosidad. La mirada de Freud cae sobre estas notas, y, como no busca… encuentra: Gastos por el entierro de Catalina… su madre. Y, por hallarse Leonardo, en su inconsciente, ligado aún a ella, como de niño lo estuvo, por una inclinación de matiz erótico, pero no permitiendo (por represión) que este amor se manifieste, no le hace otro más digno monumento conmemorativo…

Continuando con la fantasía… No es difícil deducir… la actividad de la madre (del buitre) con la acentuación de la zona bucal… que podríamos traducir en la forma siguiente: Mi madre puso en mi boca infinidad de apasionados besos. La fantasía se halla, pues, compuesta de dos recuerdos: el de ser amamantado por la madre y el de ser besado por ella… Al pensar en las pinturas de Leonardo, recordamos todos la singular sonrisa, fascinadora y enigmática, que tanto nos encanta en los labios de sus figuras femeninas. Esta sonrisa inmóvil, dibujada en los largos y ondulados labios de tales figuras, resulta característica del maestro de Vinci y es conocida con el calificativo de leonardesca.

Vemos, pues, que su actividad artística comenzó con la representación de dos clases de objetos, los cuales han de recordarnos los dos órdenes de objetos sexuales deducidos por nosotros en el análisis de su fantasía. Si las bellas cabezas de niños eran repeticiones de su propia persona infantil, las mujeres sonrientes no podían ser sino repeticiones de Catalina, su madre, y comenzamos a sospechar la posibilidad de que la misma poseyera aquella sonrisa enigmática, perdida luego para el artista y que tanto le impresionó cuando volvió a hallarla en los labios de la dama florentina. La obra de Leonardo más inmediata cronológicamente a la Gioconda es el cuadro que representa a la Virgen con El Niño y Santa Ana. En él muestran los dos rostros femeninos la sonrisa Leonardesca… De este modo, habremos de transferir ahora nuestro interés desde el retrato de Monna Lisa a aquel otro cuadro no menos bello y conservado también en el Louvre.

Entre las anotaciones de los diarios de Leonardo se halla una que dice: Addi 9 de Luglio 1504, mercoledì, a ore 7, morì Ser Piero da Vinci, notalio al palazzo del Potestà, mio padre, a ore 7. Era d'età anni 80, lasciò 10 figliol maschi e 2 femmine. La anotación se refiere, pues, a la muerte del padre de Leonardo, y contiene un ligero error de redacción que consiste en la repetición de la hora del fallecimiento -a ore 7-como si al terminar la frase hubiera olvidado Leonardo haber consignado ya al principio dicho dato… Se afirma, pues, que también esta anotación, como las referentes a Catalina y a los discípulos, corresponde a una ocasión en la que fracasó a Leonardo la represión de sus afectos, logrando así una expresión deformada de elementos rigurosamente ocultos durante largo tiempo.

… el desplazamiento de la perseverancia sobre el detalle más indiferente, esto es, sobre la hora del fallecimiento, despoja a la anotación de todo pathos y nos revela la existencia de algo que había de ser encubierto y reprimido… El padre de Leonardo desempeño también, desde luego, en el desarrollo psicosexual de su hijo, un papel importantísimo y no solamente negativo por su ausencia durante los primeros años infantiles del mismo sino también directo e inmediato, por su ulterior presencia.

Para la actividad pictórica de Leonardo tuvo una fatal consecuencia su identificación con su padre. Creaba la obra y cesaba en el acto de ocuparse de ella, como su padre había hecho con él. La ulterior rectificación de esta conducta de su progenitor no podía ya modificar esta obsesión, derivada de las impresiones de los propios años infantiles, pues aquello que ha sido reprimido y permanece inconsciente no puede ya ser corregido por experiencias posteriores.

En el Renacimiento precisaba todo artista de un alto señor y protector, un padrone, que le encargaba trabajos y en cuyas manos reposaba su destino. Leonardo encontró su padrone en Ludovico Sforza, sobrenombrado el Moro… Antes que la estrella de Ludovico se ensombreciera, llevándole a morir en una prisión francesa, abandonó Leonardo Milán, y cuando la desgracia de su protector llegó a sus oídos, escribió en su Diario: El duque perdió sus estados, su fortuna y su libertad, y no llevó a término ninguna de sus obras. Es singular, y desde luego muy significativo, que Leonardo dirigiese aquí a su padrone el mismo reproche que la posteridad había de hacerle a él, como si quisiese echar sobre una persona perteneciente a la serie paterna la responsabilidad que le incumbía por dejar interminadas sus obras.

Retomando el interés de Leonardo por el vuelo… diremos que el psicoanálisis nos muestra que el volar o ser un pájaro no es sino el disfraz de un deseo distinto. La fábula de la cigüeña, con la que intentamos satisfacer la curiosidad infantil sobre el origen de los niños; los falos alados de los antiguos; el empleo, en alemán, de la palabra voegeln (de Vogel: pájaro) como designación corriente de la actividad sexual, y en italiano del sustantivo ucello (pájaro) para designar el miembro viril, son pequeños fragmentos de una amplia totalidad demostrativa de que el deseo de poder volar en el sueño no significa sino el ansia de ser apto para la función sexual. Es este un deseo que surge en nuestros más tempranos años infantiles.

Así, el reconocido genio de Leonardo, ha debido sortearse camino entre la represión, la fijación y la sublimación… Parafraseándolo, podríamos decir: El sol no se mueve… pero el aparato psíquico siempre se agita…

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