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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Sorpresas

Programa emitido en diciembre de 2002

Sorpresas… ¿y si fueran el único alimento?

Hace algunos años, alguien supo decir:

Ojalá la incertidumbre fuera eterna.
No saber jamás
si han de florecer rosas
la próxima primavera.
Ni esperar que vuelva a suceder
aquello que está perdido.
Ojalá fuésemos dioses
al acecho del presente.
Distraídos del ayer y de la noche.
Que las sorpresas
fueran el único alimento.
Ojalá estuviéramos vivos.

Sorpresas… En relación con lo que se prende. También, con el miedo. El miedo a quedar atrapado. A ser concebido como presa, como víctima. No lo olvidemos, el temor, es una mordida de lo mismo sobre el mismo pellejo.

Entonces, saqueo de sentido para retener el agua… Tal vez, el único alimento. Aprendices de un pasado, si atrevidos a lecturas al pie… ¡Qué ligadas se hallan las prisiones y la vida!

Coloquio, éste, de pretensiones inmutables que rezuman novedad. Para decir de los sesgos por donde ver caer la mirada. Por donde hacer otra dimensión.

Una, donde quepa, con holgura, aquello que no se espera (incluso, aquello que no ha llegado a desearse, en esos términos formales que acotan todo movimiento…). Una, donde no hallar comodidad de rituales, de norias desveladas.

Una, como la de estas noches… cárceles de insomnio, golpes certeros de lo que no se busca… Lumbre, artesanía… el desconcierto. Para hacer fértil el doblegado destino, ese, tentado a repetirse.

(No es azar que este diciembre nos detenga sobre estas cosas…)

Dejarse sor-prender por los arrebatos del deseo que no se extingue, amurallarse de sin sentidos para acontecer acontecimientos, conjurar viejos cimientos, construir, con las leyes de la palabra, esa palabra que labra para el hacer de tierra fértil.

Sorpresa, sideración, incautos de verdugos, vagar por el atolondradicho del miedo. Fecundar raíces de cielo en lo creativo que habilita lo nuevo.

El burlador burlado. En Sevilla aconteció… el que fue a Sevilla perdió… Se tratará del miedo a perder lo cansado, lo cansino.

Lo que hace serie no descree del juego, suma pérdidas y ganancias.

Hay, jugando con la pueril, y cada vez más, viveza porteña, una otra lectura senil de la sorpresa. Senil por gastado, no por viejo; por disfraz, no por holladura; por bisturí no por surcos de la vida. Vejez prematura, no vida que hace su apuesta hasta el final, final siempre anticipado, muerte anunciada.

Decíamos que hay otra lectura… este diciembre, lectura al pie, diciembre… dice hembra, mes mujer.

Mes de festejos que, hoy, en este espacio inauguramos… Ultimo mes del último año capicúa -2002- que vamos a vivir los que hoy decimos estar vivos.

Esa otra lectura hace alarde de simpleza, que podríamos llamar, remedando a la viveza, simpleza criolla, esa insistencia de cafetín o berretín, de hacer ligth las comidas del alma.

Decir sorpresa, entonces, como el mes de Diciembre, tiene textura de duelo mal herido, duelo no ejecutado, ejecución que hace ley de lo cerrado para campo traviesa del goce no mortífero.

Esas sorpresas que sostienen la alienación del cuerpo en lo social, son esas adherencias que, como musgo, se desarrollan en los pies nuestros de cada día y, entonces, ha lugar en un mundo tan antojadizo como letal.

Haciendo esa otra lectura ingenua del dolor, hablamos (en el sentido de La Broma como la llama el escritor), anudamos la vida a la muerte cotidiana. Aparecen, desde la galera pre-meditada, sorpresas que, como las del chocolatín Jack, son de plástico… No hay juego creativo que aúlle desde el arcón del misterio, sólo piantadura y voladura atónita, frío de bóveda tan antigua como la juventud del país que nos tocó habitar.

Atención, atención… Aquí y ahora decían los pájaros de la Isla de ese maravilloso libro gestado para adolescentes en el seno de lo ya crecido.

Así, desde esa otra mirada eclipsada por la soberbia y el desinterés, aparecen otras sorpresas que no son tales, sólo ceguera bien alimentada: los corralitos, las muertes, los golpes (los de estado, los callejeros, los de suerte, los del golpeador), la soledad, los despidos y/o recortes de sueldo, las arrugas, los kilitos, los accidentes, los hijos, las despedidas, los presidentes… y más.

¿Quién nos robó el mes de abril, porqué habría de sucederme a mí? dice el cantautor… decir ingenuo o intentona de liberación.

Más de mil palabras, más de mil razones… para no cortarse las venas… para no morir, nos aclara en otra canción.

Lecturas diferentes que hacen huella. Camino al andar dirá el poeta… Gracias a la vida que me ha dado tanto, cantará la negra.

Distintas lecturas para saber de una sorpresa que no hay que confundir con las desgracias que, como dice la voz popular, nunca vienen solas… Es claro, las traemos de la mano, las rastreamos como el mejor de los sabuesos y las instalamos en la vida dándole el nombre de sorpresa.

Ir por la vida desprevenido, de eso se trata, sin disfraz de sabiondo que equivale a decir: suicida. Recibiendo el sol de lo que, por sorprender, es sorprendente. Eso que no nos da prisión, eso que nos da la vida.

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