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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Los límites del amor

Programa emitido en febrero de 2003

El amor, leído al pie, ya sabemos, dice del amo. El sujeto dirige su demanda de amor al que ocupa el lugar de Otro, al hacerlo lo reclama incondicionado, pero el encuentro es con el deseo del Otro, con la condición absoluta, cuya razón, decimos los psicoanalistas, es el falo. En la clínica se observa que cuando cae el velo de la ilusión amorosa el otro aparece castrado. El falo funciona como ordenador, dice de un ser y un tener.

El ser lo encarna lo femenino, la mujer sustituye con la vanidad de su cuerpo, lo que falta en él. En tanto hay deseo, lo real de un encuentro sexual está radicalmente perdido. Esto significa que, cuando la demanda se encuentra con una demanda y hace su aparición el deseo, la comedia amorosa puede ser la respuesta.

En la comedia interviene una máscara, el cuerpo de la mujer funciona como máscara, esto es, como siendo el falo. De ese modo el hombre queda a salvo del horror, horror ante la evidencia de la falta en el cuerpo de la mujer. El drama se instala porque hay un solo significante para los dos sexos… el falo. Esto significa que ser depende de tener o no tener… el falo. La comedia del amor consiste en crear la ilusión de que se puede significar lo imposible de la relación sexual. El deseo se reduce a la demanda de amor. Se aman ideales, el hombre que lo tiene, la mujer que lo es. La comedia se desvanece cuando acontece la detumescencia, después del coito.

En la mascarada la mujer rechaza una parte de su feminidad, pretenderá ser amada por lo que no es, pero no sabe lo que es. El significante de su deseo lo encontrará en el cuerpo del otro, en el pene, que toma valor de fetiche. La mujer está privada ya que falta, en su cuerpo, el significante fálico como tal. Amando da lo que no tiene desde la privación, pero sin perder el ideal fálico. Si padece frigidez la tolerará mejor de lo que el hombre tolera la impotencia, ya que ella amará a quien la ame. La represión del deseo en la mujer, es menor que en el hombre, ya que el pene la ha cautivado.

En cuanto al amor, el hombre está castrado, esto significa que ha perdido su narcisismo fálico; cuando ama da lo que no tiene, transfiere el ideal narcisístico a la mujer. La represión del deseo es mayor en el hombre, dado que éste lo que reprime es una falta. Su deseo sufre una búsqueda metonímica del significante del deseo. Al deseo lo supone en el cuerpo de la virgen o donde ha estado con más frecuencia, en el cuerpo de la prostituta.

No debemos deducir, de lo antedicho, que la infidelidad es propiedad exclusiva del hombre, la mujer también puede ser infiel. La diferencia consiste, en que la mujer puede ser infiel con el mismo hombre. La infidelidad masculina se constituye sobre la vertiente del deseo y la femenina sobre la vertiente de la demanda de amor. La diferencia entre la homosexualidad masculina y la femenina se establece por la misma vertiente. El homosexual encuentra en el cuerpo del otro la encarnación del significante fálico. La homosexual reclama que el otro le dé lo que no tiene, esto es, que la ame. En la mascarada la mujer encubre lo que no tiene. El hombre, si hace ostentación de virilidad, corre el riesgo de parecer femenino.

Así, la teoría nos dice de eso que hace la angustia cuando el amor se presenta. También, cuando no. Porque de lo que se trata es de esa manera imposible de desear una reunión que, sólo en el comercio del lenguaje, puede presentarse.

Ya lo ha dicho Lacan:

…para el hombre, a menos que haya castración, es decir, algo que dice no a la función fálica, no existe ninguna posibilidad de que goce del cuerpo de la mujer, en otras palabras, de que haga el amor. La experiencia analítica arroja este resultado, lo cual no impide que el hombre pueda desear a la mujer de todas las maneras, aún cuando esta condición no se cumpla. No sólo la desea, también le hace toda suerte de cosas que se parecen asombrosamente al amor.

Al contrario de lo que formula Freud, el hombre -quiero decir, el que se encuentra malparado en ese lado, el macho, sin saber qué hacer, aún siendo un ser que habla-, el hombre es quien aborda a la mujer, o cree abordarla, porque a este respecto, las convicciones… no escasean. Sin embargo, sólo aborda la causa de su deseo, que designé con el objeto ‘a’. El acto de amor es eso. Hacer el amor, tal como lo indica el nombre, es poesía. Pero hay un abismo entre la poesía y el acto. El acto de amor es la perversión polimorfa del macho, y ello en el ser que habla. Nada más certero, más coherente, más estricto en lo que al discurso freudiano se refiere.

Por eso, si de lo límites del amor se trata, se trata entonces de un cuerpo que juega ese juego de ficción que propone reunión, proponiendo imposibilidad. De allí que, también, se diga que es, el amor, el que suple la falta de relación sexual. El amor hecho con palabras. Esa versión de la poesía que, despojada del oído al que va dirigida, dice del el horror de ese vacío que unos y otros completan con la mascarada más gustosa.

Lo ha dicho el poeta: “No es triste la verdad, lo que no tiene es remedio…” Y la diferencia entre ese pecado del alma y el remedio es lo que solemos decir… hay que saber hacer con eso. Y no es el caso dejar de jugar, el caso es jugarse hasta las últimas consecuencias. Después de todo, sólo somos humanos, con una falta en el origen y un puñado de poemas para pasarla bien…

Interrumpir todos los discursos,
todos los esqueletos verbales,
e infiltrar en el corte
la llama que no cesa.

Empezar el discurso del incendio,
un incendio que inflame
estas rastreras chispas malolientes
que saltan porque sí,
al compás de los vientos.

Y entretanto sellar la incontinencia
del verbo del poder y sus secuelas.
La palabra del hombre no es un orden:
la palabra del hombre es el abismo.

El abismo,
que arde como un bosque:
un bosque que al arder se regenera.

Roberto Juarroz

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