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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

El amor y la histeria

Programa emitido en noviembre de 2002

Decir histeria implica decir de un padre idealizado… ese dador de lo que falta, ese objeto perseguido para procurarse ese pedacito de carne, ese falo, ese hijo. Un hijo de ese padre… un hijo que obture ese lugar raro y vacío, llamado matriz en lo biológico… De allí histeria, palabra latina que remonta a las mujeres a ser las que formulan el pedido, la demanda, que no es de amor… porque lo que piden es llenar ese vacío. (Si bien el amor puede lograrlo, sólo puede hacerlo en la posición razonable de saberse en falta de algo… es decir, en una falta no desesperada.)

Pero, de lo cotidiano, de eso que cuenta en las calles, se desprende que la histérica grita… ¿Por qué esa asociación? ¿Es, acaso, tan ilícita? Ese grito parece decir que necesita, que quiere… Ya Freud se enfrentó con ello cuando su famosa pregunta: ¿qué quiere una mujer? O, lo que es lo mismo, ¿qué es ser una mujer? Y, así, abrió las puertas del infierno…

Alguien pudo responder, lo que quiere una mujer, lo que ella quiere es un amo. (Lacan)

Cabe aclarar que una histérica es la que formula la pregunta en voz alta, pero son siempre las mismas preguntas, las que escuchamos, también, de las bocas de los hombres… La histérica es portavoz de un silencio a secas, un silencio de calles alborotadas de sexo que invita a investigar.

Investigar para investir la arrogancia de un falo que transcurre en el cuello de lo social como almacén de feria decadente. El poder fálico otorga a la mujer esa ausencia en lo genuino que se recubre de dolor por lo que ha sido arrebatado, martirio, como en las antiguas cónclaves, para gobernar el mundo del misterio y anclar velas en el postigo de una pared quebrada y anacoreta.

Pero esa ausencia, presente en aquello que hace marco, colores para señalar lo perdido, esos afeites para entrampar el deseo en esa boca, en esos ojos de negro furioso al estilo Cleopatra… gestos para la provocación, gemidos desde lo más auténtico del ser.

Ese saber es testigo y da testimonio del deber ser que no logra el hombre con su pene enhiesto y prepotente, esto significa que tenerlo no representa poseerlo y la histérica lo grita, más allá de su palabra, para alertar las pupilas que no miran frontal el des-poseimiento de lo no poseído.

Saber allí, donde la ingenuidad de una mirada hace lleno de vacío.

Hombres y mujeres amontonados de falta que claudica de emergencias y recortes, pócimas de simulacros para atolondrar y atormentar el pensa-miento, ese que pesa en las entrañas del pene y la vagina, ambos orificios de pérdida y semblante de lugar.

Macho / Hembra, allí donde nada es, para justificar un rol con la impostura y el dolor de existir.

Gracias a Freud, el discurso de la histérica se identificó con el psicoanálisis. En efecto, Freud hizo suya la interrogación que nos plantea la histérica. El o ella nos hace preguntar: ¿qué quiere una mujer, un hombre? ¿Qué quiere tal otro?… Y Freud supo oír la respuesta: no pertenece al orden de la necesidad, ni al de los roles a desempeñar, ni al de las tareas por realizar, sino que concierne directamente al deseo. Ahora bien, la respuesta freudiana es igual a la respuesta histérica: quiere un amo, es decir, un padre en tanto que amo.

(Lacan)

Un amo… un amor de amo. Lo que no es lo mismo que un amor, a secas…

Así es que el Psicoanálisis puede enseñarnos que el amor no es responder sistemáticamente a la demanda, que el no sitúa la posibilidad de existencia del amor, que la dialéctica del amo y del esclavo delgaza las posibilidades del goce.

Dicho de otro modo, los modos del amor pueden ser otros. Amor que no ame a un amo, amor que ame a un par. Amor que, separado de ese deseo de completud, otorgue, al juego, elementos más propios, por no completos. Amor que, partiendo de eso que falta, haga marcha hacia delante y riqueza en el camino, no encuentro con la exacta mitad y asfixia consecuente.

Para los psicoanalistas, entonces, amor e histeria dicen de la pregunta que funda el análisis, que abre a la lectura otra de un discurso, que aproxima la verdad a la verdad… a esa, que nunca es triste, lo que no tiene es remedio

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