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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

De correr riesgos

Programa emitido en mayo de 2003

Si riesgo se hace sinónimo de peligro… ¿Qué peligro corre el que arriesga? O, mejor dicho… ¿qué peligro corre el que no?

Entonces, un mito…

Dédalo era un arquitecto, famoso en su época, al cual se le encargó la realización de una tarea en extremo delicada: Minos le encargó…

El Laberinto de Creta, que era un lugar de donde resultaba imposible escapar. Al terminar la obra, el rey Minos prohibió a Dédalo y a su hijo salir de la isla, para que no se divulgase el secreto que sólo Dédalo poseía de cómo escapar de aquella fortaleza.

Pero Dédalo no se dio por vencido, e ideó un medio de escapar a la prohibición del rey.
’Los hombres no tienen alas. Pero nosotros las construiremos, y entonces podremos volar’. Al principio, Icaro encontró osado el plan de ese genial arquitecto que era su padre. Pero luego, a su lado, pronto empezó a buscar un medio de construir las alas que los salvarían. El primer paso consistió en coleccionar plumas de aves, separándolas según los tamaños. A continuación, las ataron con hilos de lino, colocando cera debajo de ellas, para que quedasen adheridas.

Finalmente la obra estuvo lista. Dos enormes pares de alas blancas esperaban a Dédalo, el padre, y a Icaro, el hijo, para llevarlos en un largo viaje, por los cielos de Grecia. Con tiras de cuero, el Arquitecto amarró, a su cuerpo, el ingenioso aparejo. Icaro siguió su ejemplo. Y ambos saltaron al infinito.

Los primeros momentos del vuelo fueron penosos. Los cuerpos no encontraban el equilibrio exacto, y el viento los estremecía. Preocupado, el padre recomendó cariñosamente a su hijo que volara siempre a una altura media: ni demasiado bajo, para no hundirse en el mar, ni demasiado alto, no fuera el sol a quemar sus frágiles plumas.

Dédalo llevaba la delantera, mostrando al hijo el camino. El viento favorable los ayudaba en la difícil empresa. Pero Icaro, deslumbrado por la belleza del firmamento y por la música de los pájaros, no reparó en los consejos de su padre y cobró altura poco a poco. Hasta que llegó un momento en que los rayos ardientes del sol, ablandaron la cera con que las plumas estaban pegadas. Las alas empezaron a deshacerse. Y el cuerpo de Icaro cayó al mar.

Cuando Dédalo miró hacia atrás, no encontró a su hijo. En la mansa superficie de las aguas, dos alas blancas flotaban perdidas, tan perdidas como el sueño de vivir la libertad.

Es un mito, es un sueño…

Hay un sueño de libertad, esa que se obtiene con el trabajo, con el esfuerzo, con el atravesar dificultades, con la creatividad puesta en juego, allí, para ganar.

Hay un sueño del otro que no conlleva tales verbos activos. Un padre que sueña con ser libre. Un hijo que no puede ser su propio sueño, que derrite sus alas y cancela su vuelo. No se puede soñar el sueño de otro. Sólo se lo puede realizar… con el riesgo de su consecuencia.

El padre, su libertad. El hijo, su cadáver, sus alas blancas flotando. Así, los riesgos que se corren con los sueños propios nos alejan del peligro… con los ajenos… la claridad es aterradora… Aunque, los humanos, llaman terror a otra cosa… lo que es sabido porque la experiencia observable nos dice que los sueños ajenos son los que más abundan…

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