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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Noche abierta

Programa emitido en junio de 2003

De la mano de aquel poeta maldito, bailamos…

Spleen

Cuando el cielo bajo y grávido pesa como una losa
sobre el espíritu gimiente víctima de largos enojos,
y que de el horizonte abrazando todo el círculo
nos depara un día negro más triste que las noches;

cuando la tierra está cambiada en un calabozo húmedo,
donde la esperanza, como un murciélago,
se va batiendo los muros de su ala tímida
y golpeándose la cabeza contra los techos podridos;

cuando la lluvia extendiendo sus inmensos regueros
de una vasta prisión imita los barrotes,
y que un pueblo mudo de infames arañas
viene a tender sus hilos en el fondo de nuestros cerebros,

las campanas de súbito saltan con furia
y lanzan hacia el cielo un horrísono aullido
como los espíritus errantes y sin patria
que se ponen a gemir obstinadamente.

Largos coches fúnebres, sin tambores ni música,
desfilan lentamente en mi alma; la esperanza,
vencida, llora, y la angustia atroz, despótica,
en mi cráneo abatido planta su bandera negra.

Charles Baudeliare, Las Flores del Mal…

¿Quién hizo sabio a mi cuerpo?
¿Qué palabra lo marcó, que no fue la mía?
No es de despellejamiento
el horror que me habita.
Queda sólo la piel cubriendo un hueco
allí, donde, antes,
había carne.
La epidermis sensible,
delata
la zona muerta de mi rostro.
Esa,
que no deja pasar el calor.
Esa, que se paquidermizó
con mi historia.
Hoy, cual cuento de Bradbury,
amanecí sin esqueleto.
Debe estar jugando
a los dados,
con dios.
Estoy vacía,
blanda, horrorosamente viva.
Despiadadamente sola.

Hoy, negra…

La noche,
se cerró en sus esquinas.
Con urgencia,
intentó ver sus curvas,
dijo su nombre.
Allí, en el ángulo perdido,
detrás de su lengua
-que hizo un círculo de silencio
en su boca-
vomitó moho,
respiro profundo,
se durmió despacio…

Se dispuso a morir
como todos los días.

Hoy, amarilla…

Si tu mano te traiciona, córtatela

Y se arrancó el corazón
esa mañana…

Hoy, verde…

Le dolía la espalda
-muchos años de cargar piedras-.
Era su crueldad,
tan sorpresiva,
la que vencía su espina.
Cavó un foso,
la enterró
junto con sus sueños
de amar.

Hoy, azul…

Llegada,
recién llegada…

Quitándose la ropa,
quitándose la piel,
quitándose hasta los huesos…

Y no pudiendo comprarle la mirada…

Hoy, violeta…

Decíamos, bailamos sobre el envés de una letra que, en el borde de lo desnudo, desliza su fragancia altiva, orgullosa de decir… Que, en el vértice de lo siniestro muestra su carta, escandalosa, directa… Que, en el cruce de caminos, cruza y nos abofetea con la obscenidad y la impudicia que, sólo la letra -no los humanos-, puede confesar…

Flores de Tamarindo

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