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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

¿Qué tan adictos somos? (Programa sobre adicción)

Programa emitido en junio de 2003

Dice Nietzsche:

La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio.

Si bien toda adicción implica una dependencia, no toda dependencia implica una adicción. Así dice el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Pero, como psicoanalistas, podríamos decir… Los primeros trabajos de Freud ya permitían presentir esta realidad: poco tiempo después de sus estudios sobre la cocaína, situó la dependencia, el acostumbramiento o la adicción, no en la relación con una sustancia, sino ¡en el marco del vínculo entre un hipnotizador y un hipnotizado. Y en 1921 precisó que una relación hipnótica se entiende como una formación colectiva de dos personas, en la que el yo se abandona ante un objeto único. Este bosquejo freudiano de un nuevo pensamiento del tóxico demuestra ser tanto más notable cuanto que hace eco a la condición de numerosos toxicómanos cuyo cuerpo parece haberse elaborado en una tal formación colectiva de dos; la toxicomanía en sí sólo interviene entonces en un tiempo segundo, como para prolongar y limitar simultáneamente esta dependencia. De hecho, en la adicción a drogas el repliegue narcisista que ella habilita intentaría muchas veces organizar un circuito autoerótico que arranque el cuerpo a una dependencia mucho más radical. En estos casos el verdadero tóxico no es la droga, sino más bien un exceso que coloca el cuerpo bajo influencia.

Y, en la perspectiva freudiana, este exceso se entiende como una manifestación particular de lo sexual. Recalcamos… un exceso que coloca al cuerpo bajo la influencia del Otro…

A-dicción, lo no dicho…

¿Quién ocupa el lugar de la palabra? Drogas, alcohol, juego, trabajo, etc. Con tal de no hablar, la adicción piensa por el sujeto. Una adicción es una dependencia hacia una sustancia, actividad o relación que arrastra a la persona adicta lejos de todo lo demás que le rodea.

Ser a-dicto es ser un intento desesperado, un deseo desenfrenado de tapar la incompletud que, de ese modo, más la muestra. Palabra amordazada, síntoma que lo muestra. Libido autoerótica, onanismo en el síntoma… El adicto deriva sus pulsiones sexuales sobre sí… con la boca tapada para las palabras y abierta para consumir-se.

Sin palabras, con los decires atorados en la garganta… allí, el deseo fallece de inanición… allí, el adicto copula con su pasión, pasión por la ignorancia, de la que no se atreve a hablar… allí, el poeta escribe sobre la muerte, la prematura muerte del que nunca dice y se ahoga en el mar del sin-toma, acto mudo, último acto, indecoroso. Cobardía máxima del que se va, sin haber llegado.

Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo,
otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.
Cada uno se va aunque no pueda,
unos con el amor entre dientes,
otros cambiándose la piel,
unos con la vida y la muerte,
otros con la muerte y la vida,
unos con la mano en su hombro
y otros en el hombro de otro.
Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.
Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán.

Roberto Juarroz (Segunda Poesía Vertical)

Del que se va sin haber llegado porque cierto silencio permanente, cierto
silencio feroz, le hace las pérdidas…

Le tengo rabia al silencio

Le tengo rabia al silencio
por lo mucho que perdí.
Que no se quede callado
quien quiera vivir feliz.

Hay silencio en mi guitarra
cuando canto el Yaraví.
Y lo mejor de mi canto
se queda dentro de mí.

Un día monté a caballo
y en la selva me metí.
Y sentí que un gran silencio
crecía dentro de mí.

Cuando el amor me hizo seña
todo entero me encendí.
Y a fuerza de ser callado,
callado me consumí.

Le tengo rabia al silencio
por lo mucho que perdí.
Que no se quede callado
quien quiera vivir feliz.

Atahualpa Yupanqui

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