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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

El amor… de lo sublime a lo pavote, a la pavada

Programa emitido en febrero de 2003

Empezaríamos al revés, de lo pavote a lo sublime, como un deseo. Del amor pavote o vote al padre… a ese que, suponemos, nos dará lo que no tenemos, a ese que nos mira como el que todo lo puede, el que todo lo tiene. Que es como el enamora-miento, ese maravilloso estado inicial, narcisista por excelencia… ese senti-miento increíble, que se extiende como alas de mariposas dentro de nuestro pecho, que nos arranca suspiros, que nos sacia el hambre -hambre de amor, voraz- que pesa sobre nuestra alma.

Al amor sublime… a ese amor que escapa al orden aprendido, a ese que se parece más a la libertad, al cuidado, a la no mutilación… a ese donde el otro no es muleta para no caer… a ese que es estético.

Es decir, de La canción desesperada

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!

A un decir otro…

Dice lacan:

amar, es siempre dar lo que no se tiene, y no dar lo que se tiene. No volveré sobre las razones por las cuales les he dado esta fórmula, pero estén seguros de ella, tómenla como una fórmula clave, como una pequeña rampa, la cual al tocarla con la mano, los llevará, aún si ustedes no comprenden nada, y es mucho mejor que ustedes no comprendan nada, que los llevará al lugar correcto: amar es dar a alguien que él tiene o no tiene, lo que está en causa, pero seguramente dar lo que no se tiene. Dar por el contrario es también dar, pero es dar lo que se tiene. Esa es la diferencia.


La diferencia entre dar y amar está escrita, entonces, en términos de posesividad.
Amar no es poseer. Amar es ser en concordancia… la mayor cantidad de veces posible.
Amar no es tener o dejar de tener al otro. Amar es ser con el otro en ese señuelo que hace el encuentro. Amar no es dar ni pedir. Amar es estar en ese sitio, único y real, donde se juega a las cartas con la vida.

Y, sí, decimos cartas para volver a eso que hace a los vínculos. La palabra… y si escrita, mejor… Esas cartas de amor que, a lo largo de lo siglos han hecho la corte, han derramado dolores para dejarlos ir, han amarilleado días de buenos recuerdos. Recuerdan, ustedes, lo decía Lacan… lo único más o menos serio que puede hacerse es una carta de amor.

Parados, entonces, en este sitio tan antiguo, el del amor, el de la carta, se puede abarcar toda la historia. Desde los sumerios, que fueron quienes escribieron las primeras, hasta las propias, incluso las futuras…

Quizás, querramos detenernos en ese sector isabelino donde escribir era una herramienta básica de seducción y donde dependía, de ello, el rumbo del propio corazón y el del destinatario de aquellos rasgos.

En esos años del 1600, el renacimiento de las letras abría puertas de ficción enardecida. También, de realidad. En el siglo XVIII, el de la gloriosa era epistolar, primaba la imaginación y la subjetividad, la libertad de pensamiento y de expresión, la idealización de la naturaleza.

El romanticismo es, pues, un modo de pararse en el amor. Donde la imaginación y la sensibilidad son, también, bandera frente a la razón. Donde las ansias de libertad que, si bien ya se habían comenzado a escribir mucho antes, eran esa manera de rebeldía contra toda forma impuesta. Donde la pasión conducía a un entusiasmo exagerado… y, también, al más profundo pesimismo. Como siempre, las mejores marchas parten de aquello que es denigrado por los vulgares: El término romántico se empleó por primera vez, en Inglaterra, en el siglo XVII, con el significado original de semejante al romance, con el fin de denigrar los elementos fantásticos de la novela de caballerías muy en boga en la época.

Entonces, amar es el amar de la poesía trovadoresca, donde…

Su poetizar supone la negación del objeto aparente de su discurso ensalzando la verdad encubridora de la razón de ser de su poética. Buscador de mérito, el trovador desprecia a la mujer ensalzando a la Dama. En realidad ama el amor y no a su imaginada Señora…

Es el amar del amor que se canta a sí mismo en las palabras y en las imágenes de un mundo-soporte. Así lo dice Neruda… en su poema XVII

No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan eñ fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.

Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,

sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño

Porque… dónde se ha visto una rosa de sal o una flecha de claveles propagando el fuego? No tengan dudas, no se ha visto… Excepto en los días de eclipse, cuando se mira con un guiño el borde que atormenta en la respiración de un amante…

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