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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

De amor, dolor y tolerancia

Programa emitido en marzo de 2003

Quiroga describió otra trilogía… amor, locura y muerte… Tal vez, aunándolas, podemos decir que, sin dudas, el dolor tiene que ver con la locura… y la tolerancia con la muerte.

Dolor y locura porque, al humano, la predisposición al dolor parece concederle ese lugar tan valorado por algunas mayorías, llamado ganancia en la próxima vida. Y, puestos a desear un premio, el dolor parece ser el camino más seguro. También, el más cómodo.

Cómodos en el padeci-miento que anticipa la muerte, como-dos, simulación. Nunca hay unión que garantice la presencia, pura ficción. Ser dos con la pre-tensión de hacerse uno, cataclismo habitando las entrañas del calor sexual.

Dice S. Freud:

Asaz a menudo la curación revela ser un mero pacto de recíproca tolerancia entre lo sano y lo enfermo del paciente, o sobreviene por el camino de la trasmudación de un síntoma en una fobia. El consentir estas acciones fallidas y casuales equivale en buena medida a una cómoda tolerancia de lo inmoral.

Toleramos el dolor para conseguir ser amados. Absurda ecuación que no se cumple.
Si consideramos que nos duele allí donde no ocurre, o sea, que toleramos donde no es, juntamos aún más sentimientos de desamor… Si duele mucho, toleramos más. Común denominador, no amados.

Dice Lacan, en La Familia,

la imago del seno materno domina toda la vida del que representa, lo que, estrictamente, sólo se realiza en oportunidad de la maternidad. En el amamantamiento, el abrazo y la contemplación del niño, la madre, al mismo tiempo, recibe y satisface el más primitivo de todos los deseos. Incluso la tolerancia ante el dolor del parto puede comprenderse como el hecho de una compensación representativa del primer fenómeno afectivo que aparece: la angustia, nacida con la vida. Sólo la imago que imprime en lo más profundo de la psiquis el destete congénito del hombre puede explicar la intensidad, la riqueza y la duración del sentimiento materno. La realización de esta imago en la conciencia garantiza a la mujer una satisfacción psíquica privilegiada, mientras que sus efectos en la conducta de la madre preservan al niño del abandono que le sería fatal.

Deuda que induce a la tolerancia, ya que ella, la madre, toleró para la vida. Entonces, en lo actual, los lugares no son los que corresponden. Este vínculo intenta suplir las carencias anteriores, se encuentra sujeto a un destiempo, mientras que aquel que generó la carencia, se encuentra protegido e intocado.

El amor, como lo entendemos, no está sujeto a la tolerancia, dice Lacan en Ou Pire,

entre el hombre y el amor está la mujer y luego, como ustedes saben, eso sigue, no voy a recomenzar hoy? y debería terminarse al final, al final está el muro: entre el hombre y el muro, justamente está…el amor, la carta de amor. Y lo mejor que hay en este curioso impulso que se llama amor, es la carta, es la letra que puede tomar formas extrañas.

En el principio, era el verbo. En el principio, era el amor. Nosotros, psicoanalistas, solemos decir que, al dolor, hay que atravesarlo.

Atravesarlo significa horadar las piedras del camino, desbrozar la maleza y crear el propio jardín… Alguien dijo: El jardín mata y pide ser muerto para ser jardín. Es decir, acción de corte y apertura, de limpieza y vuelta a sembrar… Ya lo dice Barthes, en diálogo con J. L. B.: Sólo la Madre puede lamentar: estar deprimido, se dice, es llevar la figura de la Madre tal como me imagino que me llorará para siempre: imagen inmóvil, muerta, salida de la nekuia; pero los otros no son la Madre: para ellos el luto, para mí la depresión.

Tolerancia y muerte porque en el corazón de la tolerancia se halla la indulgencia, el aguante, la reverencia. Atentos a estos lazos, tal vez, no sea de tolerancia el trato con el amor… si no de no so-portar, no llevar sobre sí la carga amarga de la aceptación de lo no deseado.

En todo caso, el amor, deberá establecer lazo con la salud y con la vida… Y, así, Barthes, otra vez, nos alerta. ;Tal sería la estructura de la pareja realizada: un poco de prohibición, mucho de juego; señalar el deseo y después dejarlo, a la manera de esos indígenas complacientes que nos muestran bien el camino sin por ello empeñarse en acompañarnos.

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