Contacto: Sede Belgrano. 11 de Septiembre 1071, Capital Federal. 011 4776 2797 | Sede Vicente López 011 152 459 0079

Unite a nuestro Facebook

© 2024

Opus

Departamento de cultura y eventos

Talum

Galería de arte de la Fundación CEP

Galería de arte de la Fundación CEP

Galería Marcel Duchamp

Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

La necesidad

Programa emitido en enero de 2003

Enamorarse; amarrarse fuera de la vida. Se lee… saltando la propia existencia, rayuela de la vida. El enamorado quiere llegar al cielo en los brazos del ser amado. Ser-amado por el otro, ser domado. La paradoja de un manso, en un uno más uno sin escuela, ni plurales.

El juego del que niega el dos, para el singular. Necesario andrógino a transitar para que se pierda, de la Caja de Pandora, la esperanza, esa que cree en la completud negando el amor.

El amor, ese del alma.

¿Qué pretendemos los seres humanos del amor? Cualquier cosa menos eso. El amor se parece a aquel ilustre desconocido que fue nuestro padre, entrando y saliendo, casi sin hablar… o a nuestra madre, protestando siempre por el exceso de trabajo… o a nuestros hermanos, con los que no se puede ni hablar porque los quieren más que a nosotros y, para colmo, lo saben; o porque los quieren menos y, para colmo, lo saben. O se parece a los maestros, que resoplan todo el día, fastidiados de la mala paga y sin deseos de enseñar más.

Somos ignorantes del amor, pretendemos que alguien llene ese vacío en el alma, ese dolor en el cuerpo… alguien, portador de la llave mágica para nuestro horror.

Pagamos con lo que no tenemos, sometimiento a un otro que deberá creer, jurar y comprometerse a permanecer cerca nuestro. Otro que, cuando nos mira, nos devuelve algo menos vacío que la propia mirada.

Deseo de príncipe azul sin debilidades, porque para débiles ya estamos nosotros. O princesa encantada, perfecta, la que cualquiera desearía… pero nuestra, porque para eso la pagamos. Sí, la pagamos con una vida por-vivir.

Extraño ser, el humano, que compra mentiras y paga en monedas de oro. Doblones humanos, inclinados por el peso de la dependencia.

Ese amor-otro, el del deseo abierto y la alegría sin pliegues en el alma, ese amor es otra cosa, está en otro lugar, habita ese espacio donde nada hay, donde el goce-otro es posible, donde la sideración deja impronta.

En ese lugar nuevo de cifrajes y ancestros, como en un alma-cigo, puede crecer cuidadosamente algo del alma del amor, alma que ama, que acoge en su cuerpo una posibilidad de otro cuerpo… igual de desposeído. Amar, dice Lacan, es dar lo que no tenemos a quien no es…

Vibra el deseo en ese resto atónito que la letra deja en el centro de la maraña de Borges. Dios vestido de verdugo neoclásico, repartiendo personajes en una suculenta última cena.

Necesidad, demanda, deseo… nos enseña el psicoanálisis, diferencias de la textura que lo andrógino del por-venir señala.

La necesidad… es necesidad ¿de qué?

Siempre símbolos y sustitutos, representantes representativos que aluden y nunca son… Como solemos decir: cría humana, partida de una necesidad… eso somos. Pero, insiste en su retorno… ¿necesidad de qué?

Quizás, nunca pueda ser dicho sino a través de distorsiones… Es así, el encuentro con las palabras nos hace vivir tratando de ‘encajar’ las necesidades dentro de distintos formatos de demandas. Pero, las demandas nunca son la necesidad. Esta queda perdida en ese espacio innombrable que nos precede, que hace la base de nuestro psiquismo.

Se ha dicho:

J. Lacan introduce la noción de demanda oponiéndola a la de necesidad. Lo que especifica al hombre es que depende de los otros hombres, con los que está ligado por un uso común de la palabra y el lenguaje, para sus necesidades más esenciales. En oposición a un mundo animal en el que cada ser se apropiaría, tanto como le es posible, de aquello que le pide su instinto, el mundo humano impone al sujeto demandar, encontrar las palabras que serán audibles para el otro. En este mismo dirigirse se constituye el Otro, escrito con una gran A [Autre], porque esta demanda que el sujeto le dirige constituye su poder, su ascendiente sobre el sujeto. Mas, a partir de que el sujeto se coloca en dependencia del otro, la particularidad a la que aspira su necesidad queda en cierto modo anulada. Lo que le importa es la respuesta del otro como tal, independientemente de la apropiación efectiva del objeto que reivindica. Vale decir que la demanda deviene aquí demanda de amor, demanda de reconocimiento. La particularidad de la necesidad resurgirá más allá de la demanda, en el deseo, bajo la forma de la condición absoluta. El deseo, en efecto, encuentra su causa en un objeto especificado y sólo se mantiene en proporción a la relación que lo liga con este objeto.

Entonces, si hay algo que podemos decir de esa necesidad es cierta relación con el amor. Ya que no es otra cosa por la que el sujeto vive o muere.

Esa demanda de amor que, en general, nunca se satisface plenamente es lo que permite, al sujeto, buscar, andar, errar, vagar por los objetos, tanteando su utilidad… utilidad nefasta si la halla, utilidad hacedora del goce si no sirve para nada…

Este paradójico modo utilitario de describir los vínculos podría hacer el deseo de mirar para otro lado pero, lo sabemos, nunca el otro importa si no es para cubrir esa incondicionalidad del amor que se le exige… De allí que las demandas sean tan abundantes y sus respuestas tan insatisfactorias…

Porque, como dice Lacan, no hay otro bien que el que puede servir para pagar el precio por el acceso al deseo, pero, sobre todo, ese deseo no es ni una necesidad natural ni una demanda. Ay! El amor… qué camino será el que, a cada uno, lo conduce a su Roma?

Morada roma y sin aristas… hermoso juego de lo imaginario… Porque el deseo se produce de ese modo, imaginariamente. El deseo crea objetos fascinantes sobre el cuerpo del otro, allí donde hay falta en cada sujeto por el hecho de la alienación de las necesidades en la demanda. Entonces, no lo olvidemos, seres deseantes y con posibilidad de jugar/nos, eso somos…

Volver

CONTACTO+SEDES | © Copyright 2000-2024 Fundación C.E.P. Todos los derechos reservados

Diseño + programación Oxlab