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Alguien más se lo puede preguntar

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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Las enfermedades – patologías del amor. Los amores posibles o imposibles

Programa emitido en diciembre de 2002

Una pregunta abre a otra pregunta… ¿El amor es posible?

Desde los distintos modos de amor, el de la ambivalencia, el infantil, hasta el supuesto amor de la genitalidad, el adulto, nos deslizamos por un camino de supuestos… Supuestos que dicen que el amor es… Freud nos dice:

Las relaciones del sentimiento de sí con el erotismo (con las investiduras libidinosas de objeto) pueden exponerse en algunas fórmulas, de la siguiente manera: Hay que distinguir dos casos, según que las investiduras amorosas sean acordes con el yo o, al contrario, hayan experimentado una represión. En el primer caso (la aplicación de la libido de manera acorde con el yo), el amar es apreciado como cualquier otra función del yo. El amar en sí, corno ansia y privación, rebaja la autoestima, mientras que ser-amado, hallar un objeto de amor, poseer al objeto amado, vuelven a elevarla. En el caso de la libido reprimida, la investidura de amor es sentida como grave reducción del yo, la satisfacción de amor es imposible, y el re-enriquecimiento del yo sólo se vuelve posible por el retiro de la libido de los objetos. El retroceso de la libido de objeto al yo, su mudanza en narcisismo, vuelve, por así decir, a figurar un amor dichoso, y por otra parte un amor dichoso real responde al estado primordial en que libido de objeto y libido yoica no eran diferenciables.

Pero advertidos por Lacan con su frase:

…amar es dar lo que no se tiene…

Debemos pensar que lo que esconde es más que lo que muestra. El amor… vasija inagotable de perfiles que demoran el encuentro, que obturan la caída en lo real de un saber que no es eso.

El amor, cópula incesante de lo que no cesa de no escribirse, de lo que no hace sino magia de satisfacción frente al vacío de todo cuerpo, de todo vínculo. Tal vez, la única devolución del amor sea la ilusión de completud, de amordazamiento del dolor inexpugnable de estar vivo y… solo.

El vocabulario nos dice desde siempre de la equivalencia del amor y la guerra. El sentido que, en los raptos famosos se le da al que rapta y a la que es raptada ,dice de la des-dicha de todo acontecer de amor; esto es, trato con el carácter activo del raptor, cuyo objeto es una mujer, mujer que es pasiva; hasta aquí el modelo arcaico, en él, lo importante es que el raptado siempre aparece implícitamente feminizado.

En el mito moderno, amor-pasión, el raptor no quiere nada, está inmóvil y el raptado es el verdadero sujeto del rapto. Captura que convierte al raptado en sujeto del amor y al raptor en objeto amado.

Parsifal habla de ese lugar del sujeto que lo lleva a sufrir, donde hay herida hay sujeto, cuanto más abierta la herida más sujeto deviene el sujeto, sujeto a una intimidad espantosa.

La herida de amor, es una abertura radical en el centro del ser que no llega a cerrarse y que constituye al sujeto como tal.

El flechazo de amor, es una suerte de hipnosis, hace del sujeto un enjambre de alucinadas percepciones. ¡El amor es ciego!… en verdad somos ciegos en lo que a elección de objeto de deseo se refiera, pero en especial, en la dirección que nuestros ojos toman por la vía del encuentro pre-determinado respecto al objeto del enamoramiento.

Un amor posible, un amor imposible… distintas razones de mantenernos fija la mirada en ese envés que reúne tranquilidad y espanto, re-edición de paraíso y hallazgo de muerte.

Amor, herida sangrante que dice que no necesariamente lo que hoy colma habrá de hacerlo mañana, que lo que hoy amenaza con desangrarnos mañana habrá de darnos la desolación permenente.

Amor, objeto de nuestro deseo, cargado de todo aquello que nos lamenta, que nos envuelve en la nostalgia de lo perdido, que nos hace creer en la vuelta de un encuentro fecundo y para siempre.

Amor, eterno señuelo que amotina deudas en las costillas del cielo… ¿a quién habremos de hacer pagar por ellas?

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