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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

La entrega

Programa emitido en noviembre de 2002

Entregar... poner en poder de otro, reza el diccionario en primer lugar. Originalmente significó: reintegrar, restituir. Es derivado deintegrare: reparar, rehacer, y nos llega desde integer: entero, íntegro.

Menos ingenuos, ya, sabemos que, siempre, las palabras nos están diciendo más de lo que creemos... si las sabemos escuchar. Tal el caso de nuestra entrega.

Así, a la luz de su origen, quedamos invitados a mirar el nuestro, como humanos. Y, debemos decirlo, éramos uno con nuestra madre, uno, entero. De tal modo, podríamos pensar que restituir o reintegrar alude a volver al primer amor... Probablemente, sustituido por otras manos, otras miradas, otros dichos... pero, en esencia, no podemos negar el olorcillo a conocido que tienen todos nuestros vínculos. Es, en ese punto, donde la entrega trae conflictos.

Si hemos de aprender a andar partidos, a no ser enteros... ¡qué difícil situación nos presenta el amor!... La intimidad con otro... y, al decir intimidad, aquí, se trata de aquella definida por Richard Bach, aquella que dice que es lo opuesto de la soledad... Entonces, la intimidad con otro borra diferencias y establece similitudes. Similitudes con aquella primera manera de hacer el dos de los mortales... Sí, esa extraña manera de hacer el dos... tan imposible como lo que más. Aún, así, lo hacemos... pero, en ese modo, tan materno, tan cordial, la ambivalencia de los sentimientos se presenta. El amor y el odio conducen la partida... por no poder hacernos cargo de que somos partidos... Partidos de esa necesidad de unión nos entregamos para re-establecer aquel paraíso perdido... y nunca, por más esfuerzo que hagamos, nunca lo volvemos a encontrar. (Aunque, llegados a estos términos, tal vez, deberíamos dar razón al poeta que dice que sólo se pierde lo que nunca se tuvo...)

Sí, nos ponemos en poder del otro, que todo lo pudo en su momento. Sí, tratamos de que nosotros, productos, quedemos reintegrados a la supuesta unidad inicial.

Sí, tratamos de reparar ese tajo que nos hiende y nos hace las lágrimas de lo que nunca alcanza, de lo que siempre falta.

Falta causa de todo... del malestar... y, si aceptada, de la gloria de lo posible. Jugando con las letras de la palabra entregar, nos encontramos con algunas pistas que nos guían hasta lo ya dicho: renegar, esto es pasarla mal, re–negar, doble negación, dice la lógica, es afirmación. Podemos leer, entonces, que la entrega conlleva malestar, malentendido y, sobre todo, esa entrega es una negación a entregar lo propio enmascarada en una afirmación. ¿Quién no ha sentido, en un vínculo, esa sensación que aparece rápidamente y que va en aumento, esa sensación de malestar sin objeto, ese saber que insiste respecto de no querer aquello que se acepta, aún cuando en verdad se lo quiera?

La naturaleza humana nos ubica en el lugar de deseantes merced a la insistencia de aquello que nunca cierra en nuestro deseo, sólo deseamos, por mostrar la verdad de aquello oculto, esa negación que se troca en afirmación, esa re–negación que nos habita y hace trizas los intentos de ser dos. Ese dos que hace escena de sortilegio diabólico, de obscenas imposibilidades.

Entregar, en lunfardo, es delatar... delata, como lo dice el término, delata a otro escondido en el aparato psíquico del sujeto. Puede resultarnos extraño pensar que hay un ente oculto dentro de nosotros, que se expresa de maneras diferentes, detrás de las palabras, detrás de los actos, o en los actos mismos, como el Hyde que habita al sujeto... Pero, por difícil que resulte abordar este tema, vamos a intentarlo convocando, para ello, a los maestros. Dice Freud:

Observación al pasar: una credulidad como la que el hipnotizado presta a su hipnotizador sólo la hallamos, en la vida real, fuera de la hipnosis, en el niño hacia sus amados padres; y una actitud semejante de la vida anímica de un individuo hacia otra persona con un sometimiento parecido, tiene un único correspondiente, pero válido en todas sus partes, en muchas relaciones amorosas con entrega plena. La conjunción de estima exclusiva y obediencia crédula pertenece, en general, a los rasgos característicos del amor.

Desenmascarando al fantasma de la entrega, vemos que tiene algo del rostro del ser amado y la característica de una relación amorosa.

Continúa Freud:

Un segundo discernimiento importante me dice que el producto psíquico que en la histeria es afectado por la represión no son en verdad los recuerdos, pues ningún ser humano se entrega sin razón a una actividad mnémica, sino unos impulsos que derivan de las escenas primordiales.

Hay tantas manifestaciones de esto como ejemplos de la vida cotidiana, la actividad sexual, esa que cree que la relación sexual existe... también, las manifestaciones psicosomáticas, con lo cual estaríamos en posibilidad de decir, que el síntoma también es un modo de amor al otro.

El dispositivo que señala a la libido reprimida el camino hacia la descarga motriz en el ataque es el mecanismo reflejo de la acción del coito, siempre aprontado en todas las personas –también en la mujer–, y que veremos manifiesto en una entrega sin barreras a la actividad sexual. Ya los antiguos decían que el coito era una pequeña epilepsia. ¡Debemos invertir los términos! El ataque convulsivo epiléptico es un equivalente del coito. La analogía con el ataque epiléptico nos sirve de poco, pues entendemos su génesis menos aún que la del ataque histérico

Citando a Lacan, nos encontramos con sus textos...

Esta demanda, tan marcada por los temas de la exigencia en la práctica concreta, en el uso, en el empleo del término, y más todavía en el anglosajón que en otras lenguas, pero también en otras lenguas, originariamente es demandare, es confiarse, es, sobre el plano de una comunidad de registro y de lenguaje, una entrega de sí, de todas sus necesidades, a un otro. El material significante de la demanda se presta sin duda para tomar otro acento que le es muy especialmente impuesto por el ejercicio efectivo de la demanda.

La entrega, no es entregar al otro en nosotros, es entregarnos a nosotros el Otro, ese tan mentado, tan pensado, tan amado, ese que es nuestro eterno amor, amor al amo.

Pero...no nos engañemos, cuando conseguimos que esto no suceda, y la entrega no se realiza como representantes de la pulsión de muerte, el Otro igual acecha en la oscuridad de lo no resuelto.

Dice Lacan:

Lo real no se entrega ni menos ni peor. En general, resopla hasta la próxima crisis.

Una sola opción... no, varias. Preservarse y preservar al Otro, al amado, de la entrega. Estar no es entregar, estar es optimizar el tiempo con el deseo y multiplicar los panes de la gloria, gloria amatista, perlada, que juega a la magia.

Hoy, un paciente dijo, refiriéndose a su pareja actual, voy a desarrollar mi capacidad lúdica para estar con esta mujer, su olfato, el buen olfato, le indicaba seguir en el amor sin entregar nada de lo propio, sin demandar nada de lo propio del Otro del amor, olía la demanda, el deseo de succionar que, lo voraz de la mujer, ya comenzaba a poner en el lugar de la entrega amorosa. Sólo juegos para el deseo, sólo climas de magia explícita para ahondar en la maravilla de estar vivos.

No se trata de entregar, sólo se trata de realizar juntos los trazos de los sentidos vertidos a la diestra de la piel. Amar no es entregar, es dar. Dirá Lacan Amar es dar lo que no se tiene a quien no es.

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