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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar
un programa de Jorge Andrés Moya.
Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003
Mientras tanto, Benjamín había conseguido recuperarse. Sopesó cuál de los amuletos debía utilizar ahora, y pronto encontró el que necesitaba. Ya volvía el monstruo de hielo contra él cuando, con su pensamiento, el príncipe decidió utilizar el Poder del Fuego. La llama que le seguía a todas partes desde hacía casi veinticuatro hora se le colocó en la mano derecha, sin producirle dolor ni lesión alguna. Como si supiera qué es lo que tenía que hacer, aunque no lo hubiera hecho nunca, levantó la llama y la dirigió hacia el gigante que se le echaba encima. Aquella breve brasa se convirtió en una lengua de fuego, un río ardiente y poderoso que se precipitó sobre el gigante helado, quien, desprevenido ante tan prodigiosa fuerza, sólo pudo retroceder, inhumanamente aterrorizado, trastabillando y cayendo de espaldas. Poco después, hielo y fuego eran apenas un gran charco humeante ante las malparadas murallas de Madrona. La bruja aulló en el cielo; se tiraba del cabello, y relámpagos le brotaban de los ojos, inyectados en sangre.
Nos dice Freud: El duelo intenso, reacción a la pérdida de un ser amado, integra el mismo doloroso estado de ánimo, la cesación del interés por el mundo exterior -en cuanto no recuerda a la persona fallecida-, la pérdida de la capacidad de elegir un nuevo objeto amoroso -lo que equivaldría a sustituir al desaparecido- y al apartamiento de toda actividad no conectada con la memoria del ser querido. Comprendemos que esta inhibición y restricción del yo es la expresión de su entrega total al duelo que no deja nada para otros propósitos e intereses.
Así, podemos pensar, al fuego, como representante de las pulsiones y, al duelo, como un modo de ir más allá del instinto de muerte. Alguien dijo lo que no mata, fortalece
…
Enfrentar la pérdida, aceptar el dolor que implica, recoger sobre nosotros mismos la energía que necesitamos, a modo de ahorro, para salir de allí con lo mejor, entendiendo que se puede seguir adelante, aunque no nos guste lo sucedido o aunque no lo hayamos elegido nosotros.
En verdad, elegir
no es un término que usemos a diario… Los seres humanos hacemos por mandato, cumplimos con el otro… a veces, hasta las últimas consecuencias. En este caso, el respeto a la pérdida es un modo de elegir nuestra vida.
El duelo no es tan diferente del fuego, es como el Ave Fénix del ser. El duelo es un agujero, un agujero en lo real, que nos muestra nuestra verdadera cara de seres incompletos, de seres barrados. A partir de allí, podemos aceptar la pérdida de un objeto, cualquiera sea… ya que siempre será un objeto imaginario, fantástico…
Sigue diciendo Freud: Sabemos que el duelo, por más doloroso que sea, se consume espontáneamente. Una vez que haya renunciado a todo lo perdido se habrá agotado por sí mismo y nuestra libido quedará nuevamente en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, posiblemente tanto o más valiosos que aquellos, siempre que aún seamos lo suficientemente jóvenes y que conservemos nuestra vitalidad.
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