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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Persevera y triunfarás

Programa emitido en febrero de 2003

La tierra es de nadie y nadie no-vio al forastero trepar por las exuberantes caderas de las montañas azules. Caderas de novia pecadora, dirían las abuelas… sólo aquella que sabe del amor carnal resplandece en formas redondeadas. 'Perseverar', palabra tomada del latín 'perseverare', insistir en la severidad. Exigirse a sí mismo para lograr un propósito. Se trata de severidad, de exigencia para el triunfo. Otros dichos populares llegan en nuestro auxilio “Al que quiera celeste que le cueste” o “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.

Para avanzar en el esclarecimiento del dicho que hoy nos convoca, es preciso algún decir sobre el mayor obstáculo a toda realización, esto es, que la posibilidad de desplegar las acciones necesarias para llevar a cabo empresa humana alguna, está en profundo acuerdo con el saber que esto requiere, saber respecto de la apropiada elección de los frentes de lucha, de la real valoración del objetivo y de la existencia de los elementos adecuados en el propio espíritu para llevar a buen fin la tarea propuesta.

Dice Héctor Zimmerman: Al que quiera celeste que le cueste…

Quien anhela obtener algo muy valioso debe estar dispuesto a afrontar su precio, por alto que éste sea. El dicho y su moraleja guardan estrecha relación con un mineral, el lapislázuli, que se extrae de unos pocos lugares de Oriente. Con él se fabricaba un bellísimo color azul, muy resistente a la acción del tiempo, que por su procedencia fue llamado azul de ultramar. La gran rareza del lapislázuli y el alto costo de su transporte hicieron que su valor fuera comparable al del oro. Cuando los papas y los grandes señores del renacimiento encargaban un cuadro, se estipulaba por contrato cuanta pintura de oro y cuánto azul de ultramar entrarían en la obra. Al mezclarse con blanco, ese precioso azul producía el celeste que originó la expresión… cueste y celeste riman con muy justa razón.

Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo…

Palabras atribuidas a Arquímedes de Siracusa (siglo III a. C.), con las que el sabio había afirmado la posibilidad teórica de desplazar cualquier cuerpo por medio de una palanca. En 1756 el astrónomo británico James Ferguson realizó los cálculos pertinentes y demostró que para mover aunque sólo fuera un par de centímetros los dos billones de toneladas que pesa nuestro planeta haría falta un apoyo colocado a una distancia equivalente a casi la mitad del camino que nos separa de la Luna, y que ese desplazamiento requeriría muchos millones de años. Aún hoy, con los progresos de la ingeniería espacial y suponiendo que se contara con el apoyo requerido, la longitud y el peso de la palanca harían imposible la operación. Para salvar el supuesto blooper fisicomatemático, algunos historiadores de la ciencia sostienen que no fue Arquímedes quien lanzó el desafío, sino algún oscuro geómetra bizantino del siglo VI. La frase se emplea hoy ocasionalmente para señalar la importancia de contar con los elementos apropiados para llevar a cabo una empresa. Palancas y apoyos siempre vienen muy bien, aunque no se aspire a mudar el domicilio de la tierra.

Por tratarse de una tarea humana, el humano desaliento nos conduce al final del héroe trágico, final sin concierto… porque el hombre “lo que no puede lo deja”.

Visto así, persevera, trabajo forzado que ese azul de ultramar tan preciado reclama, no es para simples mortales. Cada tramo es un suceso nuevo y rebelde que confronta las otrora deidades. Leyes que ofrecen su margen bendito para el placebo del deseo. Perseverar para triunfar allí donde otros, los más, abandonan la búsqueda. Así, un hombre, ese hombre del que habló Niestche, ese hombre nuevo, apoyado en un sólo punto mueve el mundo, lo desplaza de su eje, luxa sus caderas vertiginosas… ese hombre sabe: “lo que no se puede no se deja…”

Atravesar los límites de la estupidez humana, de eso están hechas las grandes empresas del alma, de aquello que con legalidad y plasma genuino, perseverando, horadando la piedra… Insistiendo, nos enseña el gran maestro Sigmund Freud.

El carro magnífico del triunfo aguarda, frustraciones mediando, altaneras; pero allí está, guiado por el deseo, inigualable. Sus bordados de oro y azul de ultramar, allende los mares de la historia más aterradora, a-guardan… guardianes de la alegría, soberbia catedral del verbo.

Comportamiento de gota que quiebra la piedra, imposible que encuentra al sujeto des-sujetado, desnudo y provocador a la vera del propio camino. Insistir… perseverar… hacer huella en la raíz del acontecer. “lo que no se puede no se deja”… Sentencia rectora de la Fundación C.E.P.

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