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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Identidad

Programa emitido en julio de 2003

Dice Sigmund Freud:

La satisfacción que el arte procura a los partícipes de una civilización es muy distinta, aunque, por lo general, permanece inasequible a las masas, absorbidas por el trabajo agotador y poco preparadas por la educación. Como ya sabemos, el arte ofrece satisfacciones sustitutivas compensadoras de las primeras y más antiguas renuncias impuestas por la civilización al individuo -las más hondamente sentidas aún-, y de este modo es lo único que consigue reconciliarle con sus sacrificios. Pero, además, las creaciones del arte intensifican los sentimientos de identificación, de los que tanto precisa todo sector civilizado, ofreciendo ocasiones de experimentar colectivamente sensaciones elevadas.

Asociación libre mediante… indéntico… identi-fi-co… Relaciones de parentesco que aluden a ese querer ser idéntico a quien se nos aparece como modelo, como ideal… Así se ha dicho Inicialmente se podría decir que las identificaciones son una lenta vacilación entre el yo [je] y el otro, mientras que la identidad es la ilusión de un yo puro de toda relación de objeto. Al tomar del otro, no se corre el riesgo de dejar de ser uno mismo, lo que remite a lo opuesto de la introyección, que es la proyección, la negativa a reconocer una identidad de sentimientos o pensamientos entre uno mismo y el otro, o la expulsión hacia el otro de lo que no se reconoce en uno.

Por ello, hurgando en las palabras…

identidad (b. l. -itate)
  1. f. Calidad de idéntico.
  2. Carácter propio y diferenciado de un individuo o conjunto de ellos.
  3. DER. Hecho de ser una persona o cosa la misma que se supone o se busca: comprobar la ~ de una persona, de una firma.
  4. FIL. Igualdad de una cosa con ella misma.
  5. LÓG. Proposición en la cual los contenidos representativos del sujeto y del predicado son idénticos.
  6. MAT. Igualdad que se verifica siempre, sea cualquiera el valor de las variables que su expresión contiene.
Sinónimos y antónimos:
  1. f. igualdad, semejanza, similitud, equivalencia; inexactitud, desigualdad, heterogeneidad.
  2. autenticidad.
identificar (l. med. -are ;<- l. idem)
  1. tr.-prnl. Demostrar o reconocer la identidad [de una cosa] con otra: ~ la energía mecánica con la calorífica; demostrarse una cosa igual a otra: las diferentes energías se identifican; esp.; FIL., reducirse en la realidad a una sola cosa, otras varias que la razón aprehende como diferentes: el entendimiento, la memoria y la voluntad se identifican entre sí y con el alma. -
  2. tr. Reconocer [que una pers. o cosa] es la misma que se busca o se supone. -
  3. prnl. Tener dos o más personas las mismas ideas, voluntad, etc.
  4. Solidarizarse, hacer causa común con alguien. **CONJUG [1] como sacar.
identificación
  1. f. Acción de identificar.
  2. Efecto de identificar.
  3. Proceso psicológico fundamental en el desarrollo de la personalidad, gracias al cual un individuo adopta las características de otro sujeto al que toma como modelo.

De allí, los juegos de búsqueda de la identidad propia… la que, además de estar en las huellas dactilares, en el propio nombre, es deseable que se instale en los gestos, en la tintura con que cada quien pinta sus días…

La alusión al arte, señalada al comienzo, tiene su razón… porque es cosa de creación, la identidad… es cosa elevada, al subir por la escalera del crecimiento…

Lacan nos dice:

En cuanto a nosotros, dejando en claro que no es en absoluto la vía del positivismo lógico la que nos parece en materia de lógica ser la más justificada, vamos a interrogarnos; quiero decir, a nivel de una experiencia de palabra a la cual acordamos más confianza a través de sus equívocos, incluso sus ambigüedades sobre lo que podemos abordar bajo este tema de la identificación.

Ustedes no dejan de saber que se observan en el conjunto de las lenguas ciertos virajes históricos lo bastante generales incluso universales como para que se pueda hablar de sintaxis moderna, oponiéndolos globalmente a las sintaxis no arcaicas sino simplemente antiguas, entendamos lenguas de lo que se denomina la Antigüedad. Esas especies de virajes generales, se los he indicado, son de sintaxis. No es tampoco el léxico donde las cosas son mucho más móviles de alguna manera, cada lengua aporta en relación a la historia general del lenguaje, vacilaciones propias a su genio que las vuelven, tal o tal, más propicias para poner en evidencia la historia de un sentido. Es así como podremos detenernos en lo que es el término, o lo que substantifica la noción del término de identidad; (en identidad, identificación, se encuentra el término latino idem.) Y esto para mostrarles que alguna experiencia significativa está soportada en el término francés vulgar même (mismo), soporte de la misma función significante. Parece en efecto que es el em sufijo de i en idem, en donde encontramos operar la función, diría radical, en la evolución del indoeuropeo a nivel de cierto numero de lenguas itálicas; este em se halla aquí redoblado, consonante antigua que se encuentra pues como el residuo, la reliquia, el retorno a una temática primitiva, pero no sin haber recogido a su paso la metipsissium en el latín familiar, e incluso un metipsissimum en el bajo latín expresivo, que lleva pues a reconocer en qué dirección la experiencia nos sugiere aquí buscar el sentido de toda identidad, en el corazón de lo que se designa por una especie de redoblamiento del moi-même (mí mismo), ese mí mismo que es, ustedes lo ven ya, ese metipsissimum, una especie de en el día de hoy (au jour d'aujourd' hui) del cual nosotros no nos percatamos y que esta allí en el mí mismo.

Es entonces en un metipsissimum que se hunden después del yo, el tú, el él, el ella, el ellos, el nosotros, el vosotros y hasta el sí (soi), que encuentra ser en francés un sí mismo (soi-même). También vemos allí, en suma, en nuestra lengua, una especie de indicación de un trabajo de una tendencia significativa especial que ustedes me permitirán calificar de mihilismo por lo que a este acto esta experiencia del yo (moi) se refiere.

Seguramente la cosa no tendría más que un interés incidental si no tuviéramos que encontrar otro rasgo donde se revela este hecho, esta diferencia neta y fácil de señalar, si pensamos que en griego, el (escritura en griego) del sí (soi) es el que sirve para designar también lo mismo, lo mismo que en alemán y en inglés el Selbst o el self que vendrán a funcionar para designar la identidad. Entonces, esta especie de metáfora permanente en la locución francesa, creo que no por nada la destacamos aquí y nos interrogamos. Dejaremos entrever que no puede estar aquí sin relación con el hecho de muy otro nivel: de que sea en francés, quiero decir en Descartes, que se haya podido pensar el ser como inherente al sujeto, bajo un modo que en suma diremos bastante cautivante, como para que desde que la fórmula ha sido propuesta al pensamiento, se pueda decir que una buena parte de los esfuerzos de la filosofía consiste en buscar librarse de ella, y en nuestros días de una manera cada vez más abierta, no habiendo, si puedo decir, ninguna temática de la filosofía que no comience, salvo raras excepciones, por intentar superar ese famoso: pienso luego existo… Es entonces no sin alguna arbitrariedad, y sin embargo con suficientes razones, por el hecho de que esta fórmula tenga sentido para ustedes y sea de un peso que supera seguramente la atención que pueden haberle acordado hasta aquí, por lo que voy a detenerme hoy para mostrar una especie de introducción que podemos encontrar allí. Se trata para nosotros, en el punto de elaboración al cual hemos llegado, de intentar articular de un modo más preciso lo que hemos avanzado más de una vez como tesis: que nada soporta la idea tradicional filosófica de un sujeto, sino la existencia del significante y sus efectos.

Identidad, entonces, en lazo con la existencia a través de los significantes… El nombre propio es lo menos propio.

Dice la escritora sobre la obra de Nietzsche:

El nombre propio es impropio: da existencia y al mismo tiempo la retira, desnombra, expropia en el abismo de lo propio o de lo único. El nombre propio pareciera señalar la identidad, y garantizar un cierto fundamento, sin embargo, en la medida de su impropiedad, permite comprender la noción de huella como origen no originario. Que el nombre propio desapropie, que el hablar personalmente despersonalice, puede parecer un juego de palabras. Respondiendo a otras cuestiones, Derrida decía en una entrevista: No son juegos de palabras … Más bien fuegos de palabras: consumir los signos hasta las cenizas…

Ausencia del escritor también. Escribir es retirarse. No bajo una tienda de campaña para escribir, sino de la escritura misma… Dejar la palabra es no estar ahí más que para cederle el paso, para ser el elemento diáfano de su procesión: todo y nada. Respecto a la obra, el escritor es a la vez todo y nada. El nombre propio en la escritura pareciera indicar la posibilidad de un poseer-se absoluto, sin embargo, Derrida muestra cuán inadecuada es esta identidad del autor consigo mismo y con el texto: la firma queda como muestra de la herida de la pérdida de la identidad en la obra. Desde un juego entre nom propre (nombre propio) y non propre (no propio), señala de qué manera el autor no se erige, con su nombre, como instancia trascendente al texto, y tampoco lo domina.

Paul de Man sostiene que el texto oculta, hace imposible el yo en el hecho de crearlo. Cuando el yo se comprende desde el texto, desde las historias en que la identidad se narra a sí misma, la generación del yo aparece como su mismo acto de desaparición: el sujeto de la autobiografía queda des-figurado: su representación en el relato de su yo es su epitafio.

Escribir implica abandonar toda centralidad, convertirse casi en un lugar vacío para ser atravesado por otras voces, otros cuerpos, otros textos. Escribir, aun en nombre propio, (o sobre todo, en nombre propio) significa dejar toda propiedad de sí, para permitir que otros hablen en y desde nuestras palabras.

Lacan nos dice de la diferencia entre el nombre propio y el propio nombre:

El nombre propio es un nombre extranjero. Les señalo entonces, a este respecto, porque tendremos que volver a ello, que respecto de un nombre, y de un nombre propio, estamos al nivel del mensaje.

Querría decir un poco más aquí, pero ustedes comprenden bien la diferencia: el name es el nombre propio. Ustedes saben, como analistas, la importancia que tiene en todo análisis el nombre propio del sujeto. Deben siempre prestar atención a como se llama vuestro paciente. No es nunca indiferente. Y si ustedes piden los nombres en el análisis es por algo mucho más importante que la excusa que pueden dar al paciente, a saber, que todo tipo de cosas pueden ocultarse detrás de esa especie de disimulación o de borramiento que habría del nombre, en lo que concierne a las relaciones que tiene que poner en juego con tal otro sujeto.

… Si algo es un nombre propio, es en la medida en que no es el sentido del objeto lo que lleva con él, sino algo del orden de una marca aplicada de alguna manera sobre el objeto, superpuesta a él, y que por éste hecho será tanto más estrechamente solidaria cuanto que será menos abierta, por el hecho de la ausencia de sentido, a toda participación con una dimensión por dónde este objeto es superado, comunica con los otros objetos.

Y lo diferencia del propio nombre: Comienza luego esa elaboración extraordinaria que culmina en el conmovedor auto-bautismo, cuando pronuncia su propio nombre. Palpamos aquí en su forma más reducida, la relación fundamental del hombre con el lenguaje. Es extraordinariamente conmovedor.Id-entidad, donde el horla se separa del sujeto, en tanto otro, para nombrarse, a sí mismo, por primera vez.

14 de agosto

¡Estoy perdido! ¡Alguien domina mi alma!

Pues bien… se veía como si fuera pleno día, ¡y sin embargo no me vi en el espejo!… ¡Estaba vacío, claro, profundo y resplandeciente de luz! ¡Mi imagen no aparecía y yo estaba frente a él! Veía aquel vidrio totalmente límpido de arriba abajo. Y lo miraba con ojos extraviados; no me atrevía a avanzar, y ya no tuve valor para hacer un movimiento más…

Sentía que él estaba allí, pero que se me escaparía otra vez, con su cuerpo imperceptible que me impedía reflejarme en el espejo… De pronto, mi imagen volvió a reflejarse como si estuviese envuelta en la bruma… Era como el final de un eclipse. Lo que la ocultaba no parecía tener contornos precisos; era una especie de transparencia opaca, que poco a poco se aclaraba.

… ¡Lo había visto!…

Guy de Maupassant

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