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Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

El perdón

Programa emitido en agosto de 2003

Errar es humano, perdonar es divino. dice el dicho…

Entonces, si de humanos y dioses se trata, hablaremos de esta relación a la que somos tan afectos… Los Dioses… como representantes del gran Otro, modelan el lugar de nuestra angustia pero sólo después de que el deseo de este Otro ha tomado forma de mandamiento. Así, desempeñan su eminente función, dando a la angustia su resolución, se llame culpabilidad o perdón. Así, también, introducen un orden diferente… con cierta relación al sacrificio, donde éste está destinado, no a la ofrenda ni al don, sino a la captura del Otro como tal en la red del deseo.

Esto es, en función de que somos lo que el Otro desea de nosotros y nuestro deseo se modela en relación a tal decir Otro, nunca somos sin El. Por ello, en términos sencillos, somos buenos si obedecemos y somos malos si no lo hacemos. Luego, la contradicción, ser como ellos o no ser como ellos… Hay algo que les está exclusivamente reservado…

Dice la historia del tatuaje: Se abandonó lentamente el tatuaje de esclavos y criminales al extenderse el cristianismo en el Imperio Romano. Los cristianos eran hostiles al tatuaje ya que creían que, si Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, era pecaminoso que el hombre tratara de alterar su imagen, por esto el emperador Constantino, primer emperador cristiano de Roma, emitió un decreto en contra de esta actividad. Se cree que la actitud negativa contra el tatuaje tuvo su origen en este decreto y esta posición fue adoptada por varias religiones durando hasta nuestros días.

Así, debiéramos decir, no nos está permitido acercarnos a ellos, parecernos a ellos… hacer, en nosotros, esa libertad de la que ellos gozan. De este modo es que funciona nuestro superyo, esa instancia de nuestro aparato psíquico que nos obliga a gozar lo menos posible, que nos castiga al tiempo que nos reclama parecernos cada vez más a nuestro ideal…

No es sencillo ser libre mientras las ataduras nos envuelven… Tal vez, entonces, se trate de ir más allá del ‘Padre’, de incorporar su Ley y, luego, producir estilo de su cosecha… ir más allá de la culpa o el perdón… ir más allá de esa relación que nos capta… más allá de esa manera ambivalente de producir lazos…

Per-don, pere-don, don del padre… Sólo parece ser posible que él perdone, debido a que él fue el que generó el error, en este caso, el ser humano. Osea, él, Dios mismo, puede perdonar al que yerra. Entonces ¿si Dios hizo a los hombres imperfectos, por qué en él no se considera un error? O sería pensable, entonces, que es humano, dado que se equivocó. Así, ¿fuimos creados a imagen y semejanza de Dios? o ¿creamos a Dios a imagen y semejanza nuestra?

No puede existir un ser humano que no tenga inscripto en su aparato psíquico la idea de dios, ya que, como seres fallados, tenemos una herida que tiene el nombre del gran Otro, en nuestro cuerpo. Ese A, que nos permitió seguir vivos cuando éramos cría inmadura. Y lo nominamos Dios.

Dice Freud:

El padre de la horda primordial, como déspota irrestricto, había acaparado a todas las mujeres, asesinando o expulsando a los hijos peligrosos como rivales. Pero un día estos hijos se reunieron, lo vencieron, asesinaron y comieron en común, pues él había sido su enemigo, pero también su ideal. Tras el asesinato no pudieron entrar en posesión de su herencia, pues se estorbaban unos a otros. Bajo el influjo del fracaso y del arrepentimiento aprendieron a soportarse entre sí, se ligaron en un clan de hermanos mediante los decretos del totemismo, destinados a excluir la repetición de un hecho como aquel, y renunciaron en conjunto a la posesión de las mujeres por quienes habían asesinado al padre. En lo sucesivo debían buscar mujeres extranjeras; he ahí el origen de la exogamia, estrechamente enlazada con el totemismo. El banquete totémico era la celebración recordatoria de aquel asesinato enorme, del que nació la conciencia de culpa de la humanidad (el pecado original) y con el cual se iniciaron la organización social, la religión y la limitación ética.

Así, la culpa por la matanza del padre, genera el superyo y la socialización de la especie. Como neuróticos, nos sentimos culpables por lo que deseamos, no por lo que hacemos. O sea, pedimos perdón por nuestros deseos, pero… si algo sabemos es que nuestros deseos no son nuestros, sino que son los deseos del A, entonces, estamos esclavizados, temerosos y torturados, por una culpa, apoyada en un deseo, que ni siquiera es nuestro. Ahora sí, queda claro, que la respuesta está más allá del padre.

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