Contacto: Sede Belgrano. 11 de Septiembre 1071, Capital Federal. 011 4776 2797 | Sede Vicente López 011 152 459 0079

Unite a nuestro Facebook

© 2024

Opus

Departamento de cultura y eventos

Talum

Galería de arte de la Fundación CEP

Galería de arte de la Fundación CEP

Galería Marcel Duchamp

Alguien más se lo puede preguntar

La Fundación C.E.P. en la Radio

Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

El fuego

Programa emitido en agosto de 2003

El fuego, las pasiones, el amor… En estos días, los planetas se conjugan de tal modo que a-Marte es posible… verlo. Nos han anunciado los astrónomos:

Cada 2 años y 2 meses, la Tierra y Marte se ubican del mismo lado de sus órbitas con respecto al Sol. Pero debido a la excentricidad de la órbita marciana, estos acercamientos (oposiciones) varían: a veces, se producen a 100 millones de kilómetros; otras veces, a 70 u 80 millones de km.

En las mejores oposiciones, la distancia es de sólo 55,7 millones de km. Estos acercamientos excepcionales ocurren cuando Marte está en torno a su perihelio (su mínima distancia al Sol), y se llaman oposiciones perihélicas. Se dan cada 15 ó 17 años, y son las mejores oportunidades para observar al planeta (especialmente con telescopios).

Las oposiciones perihélicas tienen pequeñas diferencias, y la de 2003 es histórica. Así es: a fin de mes, el planeta rojo se verá más grande y brillante que nunca. A simple vista, parece un faro anaranjado que domina la noche. Y con telescopios, es posible observar su casquete polar sur y sus principales marcas superficiales.

Lo que ocurre, es que nuestro vecino protagonizará una oposición perihélica extraordinaria, que lo ubicará casi a la mínima distancia posible de la Tierra. A las 6:51 de la mañana del 27 de agosto de 2003 (hora argentina), Marte estará a 55.758.006 kilómetros de nuestro planeta. La última vez que estuvo tan cerca, fue en el año 57.617 antes de Cristo… ¡hace casi 60 mil años!

Así… a-Marte está cerca en estos tiempos… A-marte entre tinieblas, a-marte haciendo la guerra de los amantes entre las sábanas, a-marte con la jugosa convicción de que hoy es eterno, a-marte como dios olímpico manchado de mortalidad, a-marte con las manos de hacer los días, a-marte con el fuego de las sin condiciones…

Dice Jacinto Benavente: En asuntos de amor los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca.

Y, así, Jacques Lacan: En efecto, lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar de amor. Y, ¿cómo no percatarse de que, con todo lo que puede articularse desde el descubrimiento del discurso científico, ello es, pura y simplemente, perder el tiempo? El aporte del discurso analítico es que hablar de amor es en sí un goce, y quizá, después de todo, esa es tal vez la razón de que emergiese en un punto dado del discurso científico. La única cosa más o menos seria que puede hacerse: una carta de amor. No soy de los que fomentan la buena reputación de esos supuestos psicológicos que han hecho que todo esto perdure tanto. Sin embargo, no está claro por qué el hecho de tener un alma –si fuese verdad– habría de ser un escándalo para el pensamiento. Si fuese verdad, sólo podría llamarse alma lo que permite a un ser –al ser que habla, para darle su nombre– soportar lo intolerable de su mundo, lo cual la supone ajena a éste, es decir, fantasmática. Lo cual es considerarla en él –en este mundo– sólo por su paciencia y su valentía para hacerle frente. Esto no afinca en que, hasta nuestro días, el alma no ha tenido nunca otro sentido.

La cercanía de Marte… para que no sea un amor de mater y sí un almor del alma. Al-marte es el modo agálmico de hacer el amor, con la cercanía rodeada de abismos, sin pegoteos familiares, a la madrugada, para estimular el ojo, con la promesa del acercamiento, dejando siempre presente, el vacío posibilitador del deseo, el goce del no poder, la detumescencia que golpea a Narciso con la palabra…

Interrumpir todos los discursos, todos los esqueletos verbales, e infiltrar en el corte la llama que no cesa.

Empezar el discurso del incendio,
un incendio que inflame
estas rastreras chispas malolientes
que saltan porque sí,
al compás de los vientos.

Y entretanto sellar la incontinencia
del verbo del poder y sus secuelas.
La palabra del hombre no es un orden:
la palabra del hombre es el abismo.

El abismo,
que arde como un bosque:
un bosque que al arder se regenera

Roberto Juarroz

Volver

CONTACTO+SEDES | © Copyright 2000-2024 Fundación C.E.P. Todos los derechos reservados

Diseño + programación Oxlab