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Alguien más se lo puede preguntar

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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Las flores de Tamarindo

Programa emitido en septiembre de 2002

Un nombre para reunir, en ramillete escrito, a Eva Puente, Mercedes Gindzberg, Graciela González Paz, Tamara Puente y Mónica Ripari. Ellas, flores de un árbol hecho para resistir la aridez y la sequía, hacen las letras de las noches…

La cultura es aquello que
permanece en un hombre
cuando lo ha olvidado todo.

(Émile Henriot)

Las señales de la aurora conceden un espacio a lo que ya no debe demorarse. Así llegan los sueños. En un diálogo con las tormentas, en un bullicio que jamás calmará su sed.

Porque los sueños son como el amor. Un tercio de interrogantes, otra porción semejante de deseo, otra de devoción, una pizca de arrebato y todo regado con falta de cordura. Lo que, mezclado con lo más propio, deviene, en su cocción a fuego lento, eso que perfuma de belleza y, al saborearlo, toca todos los rincones de la vida, no dejándolos ser de dos dimensiones.

Así, nos llegó un lugar. Un lugar significante con palabras inesperadas que alfombraron la llegada. También, ese lugar nos dice de una sombra que desborda y protege, que alimenta e insiste en ir por más. También, el temblor…

Alguien supo decir que Lo último que uno sabe es por donde empezar. Tal vez, ese comienzo guardó siempre el secreto que reunió, hoy, esa intensidad que nos ha llegado…

El arte necesita o soledad,
o miseria, o pasión.
Es una flor de roca,
que requiere
el viento áspero
y el terreno duro.

(Alejandro Dumas, hijo)

Así, nos felicito… Una de las flores, tal vez, la roja…

Texto II:

Somos esto, un montón de sangre aliada
en medio de símbolos que huyen de buenos significados.
Huella leve, la de estos pies con dilemas sabios,
cerca del burdel en tierra santa.
Es de aire, la sensible apariencia de sus cuerpos: mujeres confiables.
En la sorda pereza de estas tierras
mitad muralla
mitad tatuaje
Flores nuestras, las nuestras para ser oídas, nunca olidas
en mausoleos falsos.

Ella, otra de las flores…

El amor de ellas es el fruto del trabajo. Fruto de Tamarindo que madura entre junio y octubre. Una de las propiedades del fruto es curar las enfermedades de la boca. Ellas, las de las flores hablan.

Les voy a contar una historia, ya contada por otros…

Un día de verano el Maestro decidió dar un largo paseo. Paseó solo por el camino, solamente disfrutando de la belleza de la Tierra. Entonces, en un cruce de caminos, se encontró con un hombre que rezaba.

El hombre, reconociendo al Tathagata, se arrodilló ante él y lloró, ¡Señor, la vida es en efecto amarga y dolorosa! Una vez fui feliz y próspero, pero a través de artimañas y fraude los que amaba me lo quitaron todo. Soy rechazado y despreciado. Dime, Señor -preguntó-, ¿cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de conocer la bendición del Nirvana?

El Buddha miró a su alrededor y vio un mango. ¿Ves ese árbol? preguntó. El hombre asintió con la cabeza. Entonces el Buddha dijo, Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como mangos hay en el árbol. Entonces el árbol estaba lleno de fruta y docenas de mangos lo cubrían. El hombre suspiró. ¡Pero Señor -protestó-, he guardado sus preceptos! ¡He vivido honradamente! ¿Por qué debo ser condenado a sufrir tanto tiempo?

El Maestro susurró, Porque así es como debe ser. Y continuó su paseo. Llegó a otro cruce de caminos y encontró a otro hombre rezando; y este también se arrodilló ante él. Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa –dijo el hombre-. He conocido mucha angustia. Cuando era un niño perdí a mis padres; cuando fui mayor, perdí a mi mujer y a mis lindos hijos. ¿Cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de conocer definitivamente el refugio de su amor? El Maestro miró alrededor y vio un campo de flores silvestres. ¿Ves ese campo de flores silvestres? preguntó. El hombre asintió con la cabeza.

Entonces el Buddha dijo, Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como flores hay en ese campo.

Viendo tantos cientos de flores, el hombre lloró, ¡Pero Señor! He sido una buena persona. ¡Siempre he sido honesto y justo, no he hecho el mal a nadie! ¿Por qué debo soportar tanto sufrimiento?

El Maestro susurró, Porque así es como debe ser, y continuó su camino. En el siguiente cruce de camino se encontró con otro hombre que se arrodilló ante él en súplica. ¡Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa! –dijo el hombre-. Días de trabajo bajo el Sol abrasador, noches acostándose sobre la fría y húmeda tierra. ¡Tanto hambre, sed y soledad! ¿Cuántas veces más debo renacer en tal infeliz existencia antes de caminar con usted al Paraíso?

El Maestro miró alrededor y vio un tamarindo. Entonces, cada rama del tamarindo tenía muchos tallos, y cada tallo docenas de pequeñas hojas. ¿Ves ese tamarindo? preguntó el Maestro. El hombre asintió con la cabeza. Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como hojas hay en el tamarindo.

El hombre miró el tamarindo y sus miles de hojas, y sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud. ¡Qué misericordioso es mi Señor! dijo, y apoyó su frente en el suelo antes los pies del Buddha.

Y el Maestro dijo, Levántate mi buen amigo. Ven ahora conmigo.

Y hasta el día de hoy las semillas de tamarindo son el símbolo de fidelidad y paciencia.

Todos comparten la alegría cuando alguien tiene éxito en alcanzar la verdad. Así que cuando se les pregunta ¿cuánto has aprendido?, incluso si no pueden ofrecer respuesta específica, pagarán su cuenta si dicen simplemente, por mucho que cueste seguiré con el Chan. Ese, nuestro decir, por mucho que cueste, seguiremos con nuestra causa, la causa de la palabra, de la verdad no-toda, la de no callar.

¡Cuando se vuelva amor, sean generosos! Como decía, fruto amarillo, el amar-ellas, el modo mujer, de lado. Sabiendo que amar es dar lo que no se tiene a quien no es.

Así aman, las flores de Tamarindo…

Si he de ser flor, Amar-illo.

Conocimiento entre las piernas
en efecto Ella
avanza sobre vidrios
querellando
un mundo
sangre tajo
que cuaja el desamor
cuando era entonces y no había
este espléndido castillo de papel guirnalda
sobre pubis tamarindo
flor
tu boca.

Otra ella, b-ella, flor…

Humanidad, ruindad, manos en ruinas.
Cucaracha con smoking.
Sube por la alcantarilla de la noche.
Perla negra del mar de la piel.
Alas inmensas burlan impredecible destino.
Escapa resto.
Lo que resta por lo huidizo del milagro.
No ocurre prematurez.
Jardín donde se curvan flores.
Tiempo comulga sacrilegios.
Cucaracha con smoking, smoking negro.
Zapatos, taquito militar.
Remilgo de tango orillero
y compra-dito.
Mirando por la hendija de los sueños.
Ciudad grande, espalda de río.
Hambriento león.
Agua del color orillando.
Orilla cadenas, sutil congoja.
Compa-drito, compra-dito.

Si flor, negra…

Flores de Tamarindo:

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