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Lo no dicho, en la punta de la lengua

Virginia Vidal

Introducción

El presente trabajo está desarrollado sobre un libro de Andrés Rivera titulado La revolución es un sueño eterno. En él cuenta la vida de Juan José Castelli en sus últimos años, luego de la revolución que levantara contra los españoles en 1810 y tras su caída como orador de la Revolución de Buenos Aires y como representante de la Primera Junta en el ejército del Alto Perú; pobre, ya sin amigos y con un cáncer en la lengua que lo enmudece y asesina lentamente.

El libro se escribe bajo las fuentes de un imaginario diario íntimo donde, el personaje principal, Juan José Castelli, escribe sobre aquello que lo acecha: Su memoria y su muerte.

Acusado de ser una persona entregada a los vicios de la sexualidad sin pudor, de haber cedido ante los juegos inescrupulosos y consumir bebidas fuertes sin límite alguno, manchando así el buen nombre de nuestra tan respetable y apacible Ciudad de Buenos Aires.

A partir de ese momento su vida transcurre en un círculo regresivo, entre recuerdos, fantasías, y unos pocos personajes con los que aún se encuentra, cuando, como dice Castelli –La lengua no me jode-.

Conocido también en su tiempo como el Orador de la Revolución y La Voz de América, falleció por cáncer en la lengua. Primero el órgano se enfermó, luego se pudrió, luego lo cortaron, y después de esa mutilación murió. Sólo, sin amigos, repudiado por la sociedad de entonces, sin poder decir ni una palabra. Este trabajo se desarrollará tomando como eje el fenómeno psicosomático, explicándolo y desarrollándolo desde tres autores: Sigmund Freud, Jacques Lacan y Jean Guir.

Una breve referencia histórica

Juan José Castelli

Preso en una escuela mientras es juzgado, Castelli inspira al narrador argentino Andrés Rivera un libro que lo hará merecedor del Premio Nacional de Literatura 1992. En la obra, La revolución es un sueño eterno (Alfaguara, 1995), el personaje Castelli imaginado por Rivera, da cuenta de su padecimiento.

Un tumor me pudre la lengua

Juan José Castelli fue Vocal de la Primera Junta de Gobierno surgida en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. En las postrimerías del régimen virreinal, quien se consagrará como el orador de la Revolución, ya se destacaba como un hábil abogado porteño tenido en cuenta por la élite criolla del Puerto. Así ocurre cuando por orden del Virrey Liniers, fue arrestado en Montevideo el médico inglés Diego Paroissen con papeles comprometedores pertenecientes a Saturnino Rodríguez Peña, en los que este urgía la coronación de la infanta Carlota Joaquina. En esas circunstancias, Castelli asumió la defensa de Paroissen y otros implicados.

Juan J. Castelli

El joven abogado había adherido a la corriente carlotista y fue uno de los firmantes de la memoria redactada por su primo, Manuel Belgrano, reivindicando los derechos de la Infanta al trono de Buenos Aires. En esa defensa, Castelli desarrolla la argumentación, que se expondrá más tarde en el célebre Cabildo, sobre el derecho de los pueblos americanos a reasumir su soberanía, como consecuencia de la caída de Fernando VII como prisionero de Napoleón.

Una azarosa biografía

Juan José Antonio Castelli nació en Buenos Aires el 19 de julio de 1764. Fue hijo de un protomédico veneciano, Ángel Castelli Salomón y de una criolla, María Josefa Villarino y González de Islas. Comenzó sus estudios en el Real Colegio Convictorio de San Carlos y los prosiguió en Córdoba, en el Colegio de Montserrat. Decidido a seguir la carrera de Derecho, fue a la Universidad de Chuquisaca, en el Alto Perú, y obtuvo la licenciatura en 1788. Vuelto a Buenos Aires abrió un estudio. Poco después, en 1796, a instancia de su primo Belgrano, fue nombrado secretario interino del Consulado de Comercio y , tres años más tarde, designado Regidor del Cabildo.

Estaba casado con María Rosa Lynch, con quien tuvo seis hijos. A partir de los hechos del 25 de Mayo de 1810, aparece decididamente enrolado en el partido morenista. Su pertenencia a esa corriente quedó ratificada en su actuación como vocal de la Junta de Mayo, y en su apoyo incondicional a las medidas propuestas por el Secretario de la Junta, Mariano Moreno, al punto de convertirse en el ejecutor fiel de las directivas más draconianas emanadas de aquél, tales como el fusilamiento de Liniers y sus seguidores en Córdoba y de las autoridades militares y civiles de Potosí en la campaña del Alto Perú.

Con el fusilamiento de Liniers, se procuró cortar de raíz las tentativas de la contrarrevolución por volver a levantar cabeza, asegurando el control revolucionario sobre las intendencias de Córdoba y Salta, dejando expedito el camino al Alto Perú. En éste se concentraba una poderosa fuerza realista al mando del general Goyeneche.

Designado representante de la Junta en el Ejército Expedicionario al Alto Perú, Castelli alcanzó durante el desarrollo de esta campaña militar los ribetes más destacados de su actuación revolucionaria.

Conforme a las directivas recibidas de la Junta de Buenos Aires, y ratificadas en esa oportunidad, Castelli ordenó el fusilamiento de los jefes españoles. En pocas semanas toda la región minera de Potosí estaba en manos de los patriotas.

En su calidad de representante de la Junta, Castelli, que con frecuencia chocaba en materia de opiniones e ideas con el segundo jefe del Ejército Expedicionario, coronel Juan José Viamonte, demostró una vez más ser poseedor de una inquebrantable determinación. Encaró, con mano férrea, importantes reformas administrativas: reorganización de la Casa de Moneda de Potosí, reforma de la Universidad de Charcas y la propuesta de conceder a los indios el derecho al voto.

Proclamó, por instrucciones de la Primera Junta, la libertad del indio, desbaratando el poder de mineros y encomenderos. Es muy probable que, ya para entonces, los primeros síntomas de una tumoración en la lengua empezaran a manifestarse.

A todo esto, la tregua acordada entre el jefe español Goyeneche y Castelli, después de la batalla de Suipacha, no fue respetada por el militar realista, quien asaltó por sorpresa el campamento patriota en Huaqui el 20 de junio de 1811, volviendo el Alto Perú a manos del ejército realista.

La enfermedad y el amargo repliegue

El jacobino nacionalista, el patriota emancipador de indios y esclavos, el tribuno de Mayo, el gran orador, deberá enfrentar los progresos acelerados del cáncer de lengua, ya identificado por los médicos que lo asisten. Simultáneamente, las autoridades porteñas, aprovechan la oportunidad. Hacen responsable a Castelli del desastre de Huaqui, por lo que es separado de su cargo y desterrado. En diciembre de 1811 se le inició sumario, siendo su juez un tío de Mariano Moreno. Preso en una escuela mientras es juzgado, Castelli inspira al narrador argentino Andrés Rivera un libro que lo hará merecedor del Premio Nacional de Literatura 1992. En la obra, La revolución es un sueño eterno, el personaje Castelli imaginado por Rivera, da cuenta de su padecimiento:

Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa lentitud de un verdugo de pesadilla.

El proceso a Castelli fue prolongado. Los jueces no llegaron a pronunciarse. Murió antes, derrotado por el cáncer de lengua, el 12 de octubre de 1812.

Extractos del libro de Andrés Rivera, para mejor comprensión del lector: (Dice Castelli) Escribo: Un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa lentitud de un verdugo de pesadilla. (pág. 15). Los señores jueces: Si entabló comunicación o trato carnal con mujeres. Si se entregó al vicio de bebidas fuertes o al juego, de modo que escandalizase a los pueblos. Soy un hombre casto y pudoroso, señores jueces, hasta donde lo permite nuestra santa religión católica (…) Y al describirme como hombre casto y pudoroso (…) acepto, con humildad, el castigo que Dios -por uno de esos mandatos que los mortales jamás descifrarán- infligió a Adán y a sus lascivos y obscenos y abominables descendientes. (pág. 16). Recuerdo, sin ánimo de ofensa, y quizás con gratitud, los castigos que se descargaban sobre los muchachitos frágiles cuando sus cuerpos desoían los cotidianos y, a veces, crípticos mensajes que marcaban a la carne como fuente de toda aflicción, suciedad y congoja. (…) déjenme que les recuerde, que los muchachitos frágiles volvían, noche a noche, a la intemperie de las celdas (…) y mojaban sus calzones antes de que (…) sus confesores palpasen, amanecer tras amanecer, en los muslos la tibieza magra y terca de sus leches, y el éxtasis fugaz que de esas leches, muslos abajo, nacía; antes de que sus confesores los desnudasen y limpiasen las huellas del éxtasis, y golpearan, con varas, en la carne débil, las tentaciones del éxtasis. (pág. 21).

¿Soy un actor que, mudo, mira, desde el escenario, al público que lo contempla, y se ríe? (Sea quien sea el que está en el escenario, no habla. Se ríe sin abrir la boca, sin mover la lengua, y la risa que le sacude el vientre suena como un cajón que se cierra). ¿Soy el público que contempla a un actor mudo, y que le devuelve, con las simetrías implacables de un espejo, sus representaciones; y que, a veces celebra la risa de viejo ventrílocuo que le emerge- espasmódica, sigilosa y fría- del centro del cuerpo? ¿Yo quien soy? (pág. 26).

¿Desean que el hombre al que se llamó el orador de la Revolución, se levante y cuente la historia que en voz baja circula por las capillas privadas de comerciantes y estancieros, por la recova que frecuentan miserables, acerca de los jueces de un hombre al que se llamó el orador de la Revolución? (pág. 34).

¿No son ustedes señores jueces, a quienes vi enmascarados, desnudos de la cintura para arriba y la parte de abajo cubiertas con una muselina manchada de sangre y grillos en los pies azotando a uno de ustedes; y sólo se escuchaban los gemidos del flagelante y el flagelado en la noche de Semana Santa? (pág. 35 modificada).

El Dr. Castelli, en su nombre y en el de sus compañeros, soporta la maldición de la Santísima Trinidad con la misma resignación que el trigo acepta, molido, volverse harina; el pan, alimento de viejos y jóvenes, mujeres y chicos y el alimento, materia excremencial. (pág. 38).

-Usted puede hablar, Dr. Castelli (dice su médico, el Dr. Cufré). Como si estuviera ronco, o con dolor o como si gruñera, pero usted puede hablar. -¿Para qué? (dice Castelli) -Para no engañarse (dice Cufré). -No me engaño y no hablo ¿A quién es útil hoy la palabra de Castelli (dice Castelli) -Si lo opero le cortaré la lengua tan lejos como crea que el tumor halla llegado. Después vivirá algún tiempo (dice Cufré) (pág. 41, 42 y 43)

¿Qué se enfría antes de que el cuerpo deje de ser el infierno privado que uno ama? ¿Por qué yo? Escribe Castelli. ¿Por qué tan temprano? ¿Qué pago? Todos mueren. No así, no solo, no rendido aún a la fatiga de vivir. No objeto de la risa y la piedad de los otros. (pág. 45)

Mírenme, ustedes me cortaron la lengua. Ustedes tienen miedo a la palabra. Un tiro en la boca que hiere. Abra el cajón de su mesa, Castelli, allí donde brilla oscura la pistola. La pluma y las palabras que la pluma pone sobre el papel, tan mudas como su boca que hiede y empúñela; y la hunde en su boca, y aprieta el gatillo y pone fin al tiempo que le falta, y cierra la fuente negra y hedionda de las palabras, (…) la podrida fuente del miedo. (pág. 46).

No hay nada detrás de nosotros. Nada; debajo de nosotros que no sostenga. Para decirlo todo: Muertos con permiso. (pág. 53).

Escribo la historia de una carencia, no la carencia de una historia. (pág. 57). ¿Quién escribe las preguntas que escribe esta mano: El orador de la Revolución, el representante de la Primera Junta en el ejército del Alto Perú, el lengua cortada, quien de ellos dicta estos signos? ¿Acaso alguien que no es ninguno de ellos? (pág. 99).

Me cortaron la lengua, y mi miembro, que gotea sangre, habla. Y mi miembro, habló: Se arrugó y encogió, en la mano de María Rosa. Los dedos de María Rosa se alejaron silenciosamente de ese montoncito de carne fláccida y encogida que gotea en la nada, pero mi vida habla ahí, todavía, contra la nada, y el latido de mi corazón está ahí, y la leche que la Biblia maldijo y la fatigada alegría del vencedor estuvieron ahí. Las uvas verdes de la razón no están ahí. (pág. 133).

Desarrollo

La medicina moderna, sirviéndose de los discursos propios de la biología (…), determina los objetos que la conciernen (El hombre, su cuerpo y sus enfermedades), dentro del dominio de sus capacidades. El cuerpo que circunscribe y delimita se origina dentro de la definición introducida por Descartes de dicotomía entre el pensamiento y la superficie o extensión. (…) extensión separada del espíritu que la anima, puede entonces ser fotografiado, radiografiado, analizado, diagramado y calibrado.1

La medicina toma a un cuerpo definido en su relación consigo mismo. Cuerpo como sistema, con elementos diferenciados que se relacionan entre sí; y en el que una modificación en uno de sus elementos, altera el funcionamiento del resto.

En el caso del prócer del que estoy investigando, la medicina puede decir que su padecimiento, el cáncer es una Enfermedad caracterizada por la proliferación incontrolada e inadecuada de células que morfológicamente y funcionalmente son inmaduras y aberrantes y que tienen capacidad de invadir los tejidos normales adyacentes y de diseminarse a distancia. 2 Podemos pensarla como una anarquía respecto del orden de reproducción de las células, ideal para un buen funcionamiento del organismo.

Lo que la medicina, en tanto saber científico, no puede captar, no es el psiquismo de un sujeto, sino el cuerpo en tanto que goza. Existe un corte, irreductible para la ciencia, que pasa por el cuerpo del goce que sólo cuenta para el sujeto.

Para establecer una relación entre el cuerpo biológico y el cuerpo de goce es necesario recurrir al concepto freudiano de pulsión, tomando a éste como concepto límite entre lo psíquico y lo somático que designa la delegación energética en el psiquismo, de una excitación somática de origen interno.

Al tomar este concepto, lo que se intenta es alejar al sujeto padeciente del lugar de mero objeto, para tener en cuenta que la enfermedad está determinada por su posición subjetiva. En otras palabras, que en ella se juega un deseo, y este deseo es siempre deseo del Otro.

Por otra parte, la parcialidad de la pulsión, pone en juego los objetos que Freud denominó objetos parciales y que más tarde Lacan llamará objetos a, a saber: La voz, la mirada, las heces y el pecho. Objetos perdidos para el sujeto pero que por esto mismo, buscará a lo argo de su vida, soñando con un reencuentro de aquellos elementos que lo completarán.

El particular recorrido libidinal a través de estos objetos (entendidos como orificios pulsionales), dará como resultado el mapa estructural del sujeto. Su constitución psíquica está estructurada por los puntos de fijación, los mecanismos de defensa, el complejo de Edipo y el complejo de castración.

Los fenómenos psicosomáticos (de ahora en más FPS), no incumben a la relación entre el sujeto y el objeto; (…) sin embargo implican un real en cuya causalidad interviene la inducción significante. De esta manera se conserva el eslabón del deseo, pero esta inducción significante sobre el cuerpo ha ocurrido de tal forma que la afánisis del sujeto no funciona. 3 Esto quiere decir que su constitución como sujeto, en el intervalo entre el S1 y el S2 no ocurre. Se produce así lo que llamamos holofrase caracterizada por la ausencia de metonimia entre el par S1 y S2, solidificando los significantes y deteniendo su sentido. El sujeto barrado no está representado en la holofrase.

El significante recorta en el cuerpo islotes de goce, zonas erógenas señaladas por Freud como lugares pulsionales. El goce es lo opuesto al placer. Es lo opuesto a la homeostasis. Decimos entonces que si el placer está del lado del principio del placer; el goce entonces, estaría del lado de ese más allá del principio de placer, del lado de la pulsión de muerte.

En el análisis se tratará de descubrir cuál es ese deseo que actúa Más allá del Principio del Placer, en el plano del goce que el superyo impone y que lleva al sujeto a un ser-para-la-muerte en la imposibilidad de simbolización de ese real que se le impone como no ligado en la cadena significante.

Para dar mejor cuenta de esto me remontaré al origen de la constitución del sujeto en su relación con el Otro: No nacemos siendo sujetos, nacemos siendo libra de carne dirá Lacan. Puro organismo con necesidades biológicas que la madre irá ordenando y a las que pondrá palabras, dando preferencia a determinadas partes del mismo, que serán las que luego estarán afectadas en la adquisición de una enfermedad.

En este encuentro de lo viviente con lo simbólico se pierde el goce, entendido como energía libre que se pierde en este ordenamiento significante que impone la palabra. La palabra liga el goce al significante. Palabras, sílabas, fonemas, simples letras, pueden afectar el cuerpo de diversas formas.

Podemos decir también del cuerpo imaginario la bolsa imaginaria de los objetos a, partes imaginariamente perdidas del cuerpo. Esta búsqueda implica la erogenización de los orficios pulsionales del cuerpo. En el caso de Castelli, el órgano erogenizado será la lengua, como portadora de la palabra.

Tomemos así también lo real del cuerpo como aquello que alude a todo lo que de él escapa a las tentativas de imaginarización y de simbolización. Además de esto, connota (junto con otras características), el rechazo (en el sentido de reprimir o renegar) una u otra de sus características corporales particulares. De la misma manera, nunca deja de resultar algún daño de que un sujeto rechace alguna característica de su cuerpo.

En el estadio del espejo se trata de la constitución de la imagen del cuerpo en tanto totalidad. La imagen unificante del cuerpo que se edifica a partir de la imagen que le reenvía el espejo del Otro, junto con las palabras de reconocimiento que este Otro le devuelve. Lacan subraya que el sujeto, normalmente, encuentra la vía de regreso del vel de la enajenación, por el proceso de separación. (…) La falta, que se hace presente entre el S1 y S2, constituida por el deseo desconocido de la madre va a incorporar y a recubrir la falta constituida por la afánisis.4

La metáfora paterna actúa para separar a la madre del niño. El deseo de la madre entendido como deseo del falo que, por su valor simbólico puede ser sustituido por cualquier objeto y, entendiendo al niño, en ese momento, como un objeto capaz de ocupar ese lugar.

Tenemos un ejemplo claro de esto en el Fort-da, del que habla Freud: La madre que deja al niño para ir a trabajar, y este que le responde diciendo: Te vas por que yo te hecho, pero cuando vuelves me gusta. El niño dialectiza la falta a través del juego, simbolizando la angustia de castración.

Si venimos al mundo por lo que Freud denomina la ecuación simbólica falo = niño, el niño no puede nunca taponar esa falta. Sólo puede metaforizarla; y para que el nombre del padre se inscriba es necesario que supla el deseo de la madre por otro objeto que no sea el niño. 5 Quedando así inscripto en el niño el significante de la falta en el Otro que lo constituirá como deseando ser el deseo del Otro, deseo de aquello que le falta al Otro. Si la falta no puede ser dialectizada en este juego de representaciones y afecto, retorna, y en el caso del FPS, retorna en lo real a través del cuerpo produciendo lesiones.

En el caso del FSP la metáfora paterna funcionó de manera fallida. Algo de esa ley, de ese ordenamiento en relación al deseo no operó en el sujeto. Hay una forclusión localizada en el cuerpo, del nombre del padre. Hay una no separación respecto del deseo de la madre, pero no al modo de la psicosis, donde el Nombre del Padre no operó, puesto que a diferencia de esta última, en el FPS operó aunque de manera fallida y localizada en el cuerpo.

Para comprender esto explicaré brevemente la noción del nudo borromeo como metáfora del anudamiento de los tres registros: Simbólico, imaginario y real; Lacan va a decir de lo simbólico que está dado por la dimensión del lenguaje; de lo real, que es eso que se introduce en el ser como no pudiendo ser representado y sin embargo lo determina, y de lo imaginario que es el soporte de la imagen del semejante y de las representaciones de la vida social.

En el FPS se trata de una falla en el anudamiento de los registros imaginario y real. Un anudamiento que trae como consecuencia la ruptura de la imagen totalizante que devuelve el espejo y que retorna en lo real sobre aquel órgano afectado como representando al sujeto en su unidad. Todo sucede como si algo estuviese escrito en el cuerpo. 6

Lo forcluído en lo simbólico, retornará en lo real, con la marca de una enfermedad que lesiona el cuerpo a modo de castración, una castración que el padre no pudo ejecutar respecto del deseo de la madre.

Si bien el FPS no es un síntoma, dado que este último constituye una metáfora, en el sentido de que está en lugar de otra cosa, de un deseo incestuoso reprimido, y que su constitución responde sólo a una formación inconsciente; podemos pensar el FPS como síntoma en el sentido de sustitución que da cuenta de esta inscripción fallida del nombre del padre y que muestra un cuerpo que, en tanto pérdida sustituye la falta fundamental en la holofrase.

En el FPS no hay angustia, no hay castración simbólica. No hay un afecto que deba ser reprimido y que se desplace a una representación apta por continuidad temporal o similitud situacional que lo explique (características propias del síntoma). Hay carencia de angustia, de angustia de castración.

J. J. Castelli muere de cáncer en la lengua. Algo de su palabra queda siendo no dicho. Se pierde en su deseo, deseo del Otro en este juego imaginario de espejo donde el niño se ve a sí mismo a través de la mirada y la voz del Otro.

Me cortaron la lengua, y mi miembro, que gotea sangre, habla 7. Pienso aquí en una de las formas de castración. La lengua como metáfora del pene que sangra luego de la copulación. Órgano que goza y por tanto es castigado.

La lengua como símbolo de la palabra que ya no puede ser dicha, que escapa a toda simbolización y toma su carácter de voz en el cuerpo. Lengua como órgano que genera lazo social, como continuidad de una tradición hablada. Como metáfora de transmisión de saber. Lazo social, el mismo que al final de su vida le fue negado, llevándolo a la muerte con unos pocos amigos que aún se atrevían a visitarlo de vez en cuando, cuando su nombre era sinónimo de escoria.

Un cuerpo imaginario castrado en lo real por falta de metáfora a nivel de lo simbólico. Un cuerpo vivido como puro objeto sobre el cual recaen toda clase de sacrificios en pro del Otro, como puede observarse en el momento en que es enjuiciado donde, pudiendo oponerse a sus acusadores, calla. Calla, no se sabe por qué, pero lo hace. Y en ese silencio se impone su muerte con la forma de sujeto que acepta con resignación, el lugar de objeto que el Otro le confiere. Si el Otro no existe, dice Lacan, y sólo hay lugar para uno, entonces la ecuación es: El Otro o YO.

En esta ecuación, Castelli se sacrifica por el Otro. Calla y ese silencio es el que le muestra lo inútil de la posesión de ese órgano que ya no utiliza. Él, que fue llamado el orador de la Revolución, que fue conocido como La Voz de América, calla, elige el silencio de la castración.

En el momento en que debe elegir, elige al Otro cayendo así de la escena fantasmática que lo sostiene en relación con su deseo y lo escenifica cuando, por un juego literario se pregunta Si él es el personaje de la obra o si es el que mira la obra de un personaje en el cual no se reconoce, 8 y acepta así el permiso del Otro para entregarse por completo a su deseo, el del Otro: Muertos con permiso.9

No perder nada es condenarse a no existir. Un significante amo S1, sólo representa a un sujeto para otro significante S2 (el saber del Otro) al precio de una pérdida, la del objeto a, goce perdido en la puesta en palabras de la demanda.

No hay deseo que lo compele a seguir, lo dice claro ¿Cuánto tiempo le queda para arreglar sus papeles antes de morir? ¿Qué más da vivir si su palabra no vale nada, si ya no es Castelli, el orador de la revolución?.10

Guir nos dice, Rupturas específicas de la estructura del nombre propio y en su degradación en nombre común. La descaracterización del nombre propio tiene efectos reales en el sujeto sin que nada pueda evitar el surgimiento de lesiones corporales 11. Castelli dice, SOY CASTELLI 12 en un intento por restituirse el valor de sujeto nominado, deseado, que le permitiría continuar con la pregunta del ¿Qué quieres de mi? Que le permita a él , a CASTELLI, un lugar como sujeto que no logra alcanzar en su apuesta al Otro, dado que la apuesta nunca debe ser al Otro. Ese es un campo que pone en peligro la vida del sujeto.

Conclusiones

Dado que el protagonista de este trabajo vivió alrededor del 1800, y la medicina y la tecnología de ese entonces no contaba con los instrumentos actuales (análisis de sangre por microscopios, farmacologías específicas, etc), sino que la cura era la amputación del miembro y luego una plegaria a Dios, no tengo oportunidad de saber si su cáncer fue benigno o maligno pero puedo suponer lo segundo ya que, luego de la extirpación del órgano afectado la enfermedad continuó su avance, seguramente por metástasis, hasta provocarle la muerte.

Me gustaría poder relatar algo que me pareció significativo durante la investigación biográfica del presente trabajo: Realicé distintas búsquedas en diccionarios y por Internet intentando encontrar algún dato personal respecto de los padres de Juan José Castelli que pudiera dar cuenta de qué de su historia se jugaba en esta enfermedad y sólo encontré los nombres y lugares de origen de los mismos.

Me resultó muy interesante puesto que a partir de allí mi análisis sufrió un vuelco: Ya no se trataba de conocer qué de su historia infantil lo obligó a ocupar un lugar tan importante en la historia de nuestro país y de Bolivia (anteriormente llamado Alto Perú), como orador, vocero, voz; sino que comencé a preguntarme qué de su historia no pudo decir por lo que necesitó recurrir a estos lugares.

El lazo que lo unió a la sociedad fue la necesidad de liberar a Buenos Aires de los yugos de la España colonizadora, de independizarla. Pero si tomamos a España como metáfora de lugar de autoridad se puede pensar que lo que Castelli buscaba, era su independencia respecto de la autoridad parental. Tal es así que luego de ser uno de los partidarios de la coronación de la Infanta Carlota rectifica su postura y se convierte en un fiel seguidor de las ideas revolucionarias de Mariano Moreno. No pudo someterse al imperativo paterno, como así tampoco pudo someterse a la autoridad española.

Luego de este giro en su carrera política, comienzan a verse los primeros indicios de su anarquía, la misma que caracteriza (metafóricamente hablando), al cáncer: Discutía con Juan José Viamonte, el Segundo Jefe en la Campaña al Alto Perú, posiblemente por diferencias ideológicas, que marcaban un nuevo camino destinado al prócer. Ejecutó todos aquellos crímenes que criticaba del mandato del Virrey. Asesinatos, violaciones, autoritarismo, etc. Se había convertido en aquello que él mismo rechazaba.

El Segundo Jefe, Viamonte, tenía el mismo nombre de pila que él: Juan José. A él también lo desautorizaba. Eligió la carrera de abogacía, eligió ser el representante de la ley, hasta tal punto que fue él, junto con otros, quienes hicieron una nueva ley con la revolución de mayo. Castelli hace la ley, él goza con la palabra como Orador.

La voz posibilitada por la palabra y ésta por la lengua. La voz como objeto a, objeto perdido que debe resignarse junto con la renuncia al goce. Castelli goza, no renuncia y por eso es castigado por el superyo. Hay un exceso de goce que debe ser amputado, como Dalí con su oreja, para que algo del sujeto surja en ese espacio vacío. Castelli no renuncia.

Lacan dice que lo forcluído retorna en lo real. Algo de su nombre que no podía decir, lo llevó a convertirse en la Voz de los oprimidos, de aquellos que no tenían voz ni voto, de los esclavos que como él, sabían del goce. Orador, Vocero, Voz, Representante, tantos títulos no pudieron dar cuenta de aquello que lo dejaba sin palabras, de un padre y de una madre que no promovieron un espacio de libertad.

Repito, resultó significativo no encontrar datos íntimos de sus padres, de su historia personal. Un agujero quedó en este trabajo; algo no dicho, en la punta de la lengua, que lo enmudece.

Bibliografía
  • Andrés Rivera: La Revolución es un sueño eterno. Editorial Alfaguara.
  • Sigmund Freud: Obras Completas. Amorrortu editores.
  • Jacques Lacan: Seminarios II, XI y XX. Editorial Paidós.
  • Jacques Lacan: Intervenciones y textos 2. Editorial Manantial.
  • Jean Guir: Psicosomática y Cáncer. Editorial Catalogos.
  • Laplanche-Pontalis: Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós.
  • Chiapella: Cáncer: Ficha de la cátedra de Fisiopatología y Enfermedades Psicosomáticas. Año 2002.
  • Elida Fernández: Diagnosticar las psicosis. Data Editora.
Referencias
  1. Jean Guir en Psicosomática y cáncer. Prólogo. Página 5.
  2. Chiapella. Ficha de la cátedra titulada Cáncer.
  3. Jean Guir. Ídem. Página 8.
  4. Jean Guir. Ídem. Página 151.
  5. Elida Fernández en Diagnosticar las psicosis. Capítulo 1. Página 40 y 41.
  6. Jacques Lacan en Intervenciones y Textos. Capítulo Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. Página 137.
  7. Andrés Rivera en La revolución es un sueño eterno. Página 133.
  8. Ídem. Página 26.
  9. Ídem. Página 53.
  10. Ídem. Página 43.
  11. Ídem. Jean Guir.
  12. Andrés Rivera. Ídem. A lo largo de la obra.

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