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Talum

Galería de arte de la Fundación CEP

Galería de arte de la Fundación CEP

Galería Marcel Duchamp

Escuela de escritura – Taller de slam

A cargo de Anne Gauthey. Citamos a Marguerite Duras:

La escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta…

Para adolescentes y adultos

Aspectos técnicos de la composición literaria y creación individual, apuntando a la poesía oral interpretada.

Trabajos

Palabras de Norberto Montani

anclado en el tormento de mi identidad
quedo cachos de niño cualquier parte
la voluptuosidad del desmedro talla la ilusión de ser
caigo dentro mío arrastrando un collar de ataúdes
anhelos vencidos sin batalla
ecos de gritos en trasfondo
reflejos agarrotados en mi nombre
requechos en el desván de lo heredado

soy una aberración ética
una voz recorriendo un precipicio laberíntico
manchón de palabras en girones de carne al oreo

el final de la noche se hace brisa
el día que te quiero es hoy

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Palabras de Graciela Cavagnaro

El viento lleva sonido de cuerdas a oídos de Don rojo. Éste se enoja, su rostro hinchado con pómulos salientes y orejas coloradas, prolifera palabrotas, salen de esa boca como cataratas los gritos y protestas. Viene del jardín sembrado de espinas, cruza el arroyo seco con sólo algunos charcos, que hacen barro de su paso apurado y torpe.

Clotilde lo ve llegar, estática, apoyada en su gordura, con vozarrón saltarín dice -¡Ah viejo chillón, no te gustó que tocara tus cuerdas!, ahora podes apreciar que yo también las toco. El cielo tormentoso y gris abrió su boca anunciando con relámpagos el aguacero, como telón a esa opereta. Como todas las noches, el diablo Tanás visita a Don Rojo Chillón, mientras se acomoda en una dura silla, burlándose dice- ¡tócala de nuevo, Viejo!-

Clotilde sale al encuentro de esa música enardecida y tortuosa, comprende allí que esos acordes son sólo de Rojo. Emocionada tirándose del cabello, casi con un poco de dulzura, le pide- ¡tócala para mi también, te prometo no cerrar mi boca de tormenta!

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Palabras de Gladys Machado
Antuña

La isla de Turrialba, descubierta en los albores, fresca porque corre siempre el aire del principio, se yergue única ante una serie de islas que únicas también según de donde se miren, dan su primacía a ésta por ser aurora paradigmática, ya que ofrecida a los otros desde la primera sílaba, a creado sin embargo, palabra y risa propia.

10 de septiembre. Bajamos del lanchón después de cuatro días sin haber visto más que ballenas y sólo una bandada de pájaros unas horas antes. Los hombres tiraron de las cuerdas hasta atracarla en la arena rubia y fina, extendida unos veinte metros para perderse en el verde que faldeaba la montaña. Me dejé caer junto a los primeros cofres y cajones de víveres. Dormí hasta la medianoche.

12 de septiembre. Carmichael me ha pedido que intente con él la búsqueda. Lo voy a pensar. Temo seguir extasiada en este ajetreo de la comitiva, que asentó base en la ladera bajo los brillantes árboles frutales pobladores de la ensenada, la del Ahora.

14 de septiembre. Carmichael y yo nos hemos largado juntos por el fiordo del Hallazgo. Los demás se dispersaron algunos, en las poblaciones del sur de la isla, subieron al mirador de la cúspide, otros. Nosotros ubicamos en la hondonada una cueva por donde atravesar el Encuentro.

20 de septiembre. Descubrimos que el hambre no se manifiesta a pesar de llevar ya casi tres días sin probar bocado. El brillo en los ojos focaliza el pasadizo. Caminamos en profundidad, el silencio nos acompaña. Algo está por suceder pues Carmichael ha unido varias veces sus manos a las mías y la humedad del miedo que progresó al principio, había desaparecido. Me duermo.

21 de septiembre. A poco de abrir los ojos corrimos decididos. Saliendo del corredor un ignoto agujero de luz, amurallado por montañas, se abrió extenso hacia el cielo. Por el escarpado intersticio abierto hacia las nubes, remolonean nuestros pies expectantes. Encuentro entre dos rocas, una planta que se diferencia de los ralos arbustos del lugar.

-Tiene frutos –observa Carmichael y al unísono desprende de ella unas gemas que al contacto se abren dejando caer un jugo suave. Pruebo primero y el néctar entre mis dedos lame mi compañero. La complicidad del saber. Prendidas nuestras manos, enderezamos la postura que ya no habrá de abandonarnos.

Aquí y allá, reptiles cuchichean un soliloquio quebradizo. Lagartijas y ratones estrujan al subir, el blanco papel del camino. Hacia abajo se ve aún el túnel por el cual desembocamos y es arriba donde, haciéndonos girar la nuca, se apresta el cielo del mundo. Dejo de escribir ahora, no sin antes besar a Turrialba en secreto, comienzo a verla desde otro lugar. Mi valentía descubrirá toda su extensión.

25 de septiembre. Tres días llevamos bajo el peñón que cubierto en musgo nos ofreció reparo. Fue intempestiva la mañana del veintitrés, nos despertó con un aguacero traído en ventisca. Apenas me aventuré en la profundidad de la grieta que nos sirvió de lecho, pude tantear no menos de doce huevos sobre un nido. Retiré dos que comimos con Carmichael, viendo desde nuestro refugio como el remolino de la naturaleza se transformaba en tempestad. La llama de nuestros cuerpos tejió alrededor un manto de sobrevivencia. El huracán desatado contradijo en derrumbes el recital que escuchábamos. La cueva se llenó de insectos y vimos zigzaguear a nuestro lado, viboritas y rayos. Hoy sólo escribo, junto a mi compañero, estoy exhausta.

26 de septiembre. Despertamos al mediodía de un sol que herrumbró el pasado. Vestigios de la tormenta son nuestros cuerpos, se demoran a reiniciar la marcha, miro y veo, sólo los ojos parecen querer iniciarla. Sostengo el cuaderno con el deseo. Este acantilado nos cuenta la desazón de saberse profanado desde el fondo, su virginidad será historia.

29 de septiembre. La complejidad de la naturaleza nos vuelve a sorprender. Granos de tosca subiendo al viento. No prendernos a él parece un saber biológico, en el estómago estría poco a poco un ardor. Me aferro a ese sentir y ahondo en él. Carmichael se ha doblado, el dolor en sus ojos se confiesa. No duermo. No duermo, me descubro despierta. Fortalecida puede mi mano escarbar entre dos piedras y aferrarse, la fricción lastima mis dedos, no cedo, es el dolor el que me identifica. Gime a mi lado el hombre y provoca una tensión que endurece los miembros de su cuerpo. Suelta después un sonido que se elonga y al llegar a mi pecho, golpea haciendo trastabillar los ruidos que atesoro, al unísono se desata en mi garganta el nudo y escupo, toso, lloro al fin. Veo al viento llevarse esa liviandad, a su eco sobreponemos una letra. No sé cual, es confuso mi oído o las cuerdas vocales no definen. Es una a, es una a. Se hace dura y sin el carraspeo imposible surge con fuerza, a, a de un grito. Aquí, ahora una a. Cavernícola a, impetuosa a que hace poder. La desechamos por la continuación que surge franca: a-mor y luego amor, unimos nuestras manos y nuestros brazos, las piernas, los genitales. Las bocas calman la palabra y se hace hecho. Sobrevivimos a nosotros mismos.

1 de octubre. Una planicie de pastizal a mitad del ascenso, nuestras piernas son remos, el pasto mide más de medio metro, alcalino.

-Súbete –me dice Carmichael– súbete a mis hombros y se agacha. Ríe, sus cejas circunflexas bajo el sol, juegan con la sonrisa amplia que me regala. Estoy alta, las piernas arqueadas en su cabeza, él no para de cosquillear mis tobillos a los que a tomado como a dos tiradores de su pantalón. Qué loco es, pienso y le escucho, sos loca. Reímos, parece de pronto, lleno de niños el lugar.

Otro día. Descubrimos un hilo a nuestros pies, cristalina agua, al seguirla, se ensancha para guiarnos a un enmarañado bosque florecido sobre nuestras cabezas. Pequeños capullos en las ramas negras, y hojas. Al trasluz, el sol cambia el color de nuestras ropas, pareces china, traduce mi amigo, ahora jovencita avergonzada, te veo del color de un buen vino, como un nardo. Pone palabras al espejo de sus ojos. Sobre una cresta se desgaja en clavada una corriente de agua. Estamos arriba de una catarata a la que han llegado otros arroyos, gorjean los saltos y nosotros, atrevidos, subidos a un trineo imaginario, nos deslizamos hacia el hoyo del lago que se extiende abajo. Hechos agua llegamos a la arena de la costa.

Días después. Carmichael está delicado. Quiero decir con ésto, que hubo un accidente entre su cabeza y una bandada de pájaros a los que pretendió acercarse para calmar su instinto. Primero discutimos. Sé bien que adelgazamos y sé que entre frutos, vegetales y agua, es distinto el sentir, pero le pedí cuando vimos esas aves que las dejara. No hubo sigilo capaz de no alarmarlas y, cuando ya estaba sobre ellas, alzaron vuelo, un papirotazo lo tiró al piso, enderezaron todas hacia él y desde él volaron. Jirones de mi vestido apretaron la herida de su frente, la cabeza le duele.

15 de octubre. He creado esa fecha como creo mi vida. Con mis manos creé una casa, creo en ella porque sé su material de árbol y los metros bajo tierra que en simiente la sostienen. Sobre el techo una claraboya es cubierta por una cortina de hojas cuando cae la lluvia, aquí es inesperada. Un tablón sostiene con piedras nuestra mesa y sobre ella, el cuenco, corteza de coco repleta de frutas. La variedad de esta zona nos alegró el estómago. La herida de mi amigo va cerrando. Canturreo todo el tiempo y mitigo su silencio el que espero este lleno de palabras de perdón. Los pájaros vuelan todos los días por la playa, algunos se aventuran a metros de nosotros. Carmichael tendrá que darse cuenta, ellos, ya perdonaron.

8 de noviembre. Hoy suelto este diario al mar. Las aguas del Encuentro acarician mis contornos, sé del hueco que atraviesa el Hallazgo y me dispongo Ahora, a crear desde lo que sé, aquello que aún no sé.

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Palabras de la Dra. Eva Puente

Almas en cuerpos dibujados por las palabras de ese genio interior, ese bufón sagrado. En Norteamérica se ha estudiado un personaje mítico llamado Trickster, que se puede traducir como burlón, tramposo o payaso, de acuerdo a las tribus. Se trata de un bromista que deroga todas las reglas y hace, de las costumbres, un uso perimido.

Se lo llama, a nivel ritual, Bufón Sagrado… viola el tabú y la ley. La sociedad no puede desasirse de sus normas, esas que le han otorgado crédito y mérito a su funcionamiento. No se puede, desde lo social, violar las leyes y el tabú, salvo con la mediación del Bufón Sagrado, que sabe pagar el precio de un acto. Los simples mortales parece ser que, configurando una mezquindad inocua, ignorando la transgresión más pagana, aquella que realiza el acto de estar vivo a causa de lo muerto, desconocen la virtud del acto.

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Palabras de El Hortazgo
Paola Caputo. Selección de su libro (en preparación): Sal y Pétalos

Dice Friedrich Nietzsche en Así habló Zaratustra

¡Refúgiate en tu soledad, amigo mío! Te veo aturdido por el vocerío de los grandes hombres, y acribillado por los aguijones de los mediocres…

Cochambre

Punza tabaco
hondonada cenagosa
hasta la escama en ruina
encoge
El revés comienza donde
acaba la mugre insectos
especie identificada por todos
no
y aun podada la burla
prolifera
gente y farsa comulgan
el propio aceite
pellejos de gente
sebo lo creado

Todo pozo hondo no obstante
estanca evidencias
a flote de barro
alas
algunos
las indultan otros
las momifican
inauguran museos de
creencias consoladoras
mientras se huele más a sangre
que a víveres

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Palabras de Le Conch's
Carina Catelli
donde

La ventana abierta. Ya es de noche y todavía no alcanzó a terminar el día. El cielo se mueve entre las casas y anda encima de todo. Camino por el cuadrado piso de la cocina con todo eso que no te dije, que no te digo, que no sé cómo. Te colás por la puerta. El viento se me viene encima como un muro. Te veo mientras algo de luz se acomoda sobre tu cara. El cielo se queda en el aire. Las frases hechas se deshacen en la boca justo a tiempo.

Parada tan adentro, con miedo de caerme por el agujero de mi garganta, saboreo la voz ya en el paladar. Dónde dejarte lo que digo, lo dejo a un costado, alrededor, encima o debajo. Dónde, para que se sostenga un momento, antes de pasar de largo.

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Palabras de Mariela Pace

Entre las grietas se asoman aciagas profecías
me nombran diciendo la ineptitud
una pira de huesos espera
lo que subyace se desborda.
me digo en letanías viscosas
los ritos dulcíferos retardando la llaga.
Hay cuerpos visibles y deterioro
el derrumbe la precisión de una esquirla.
Detrás de la ceguera, algo insiste en mirarme
incluso esta voz es un manifiesto
metamorfosis y permanencia
insumición domesticidad.
Las cicatrices rememoran
cierta desposesión me atrapa
hay asedio de garfios
me abandono
combatirte es desvanecerme.
Canto la blasfemia
se cumple la asepsia inalterable de
la irregularidad.
la anomalía me apresura.

2

Sin embargo insisto en preservar estas pequeñas rutinas, como si ellas
fueran el engranaje esencial e imprescindible para completar lo pautado.
Como si la repetición de un movimiento que alguna vez fue verdadero,
consolidara algo que debiera ser autoimitado permanentemente para
finalizarse.
Andar por inercia para seguir la saga de la continuidad, perpetuando una
manera de hacer las cosas, de no deshacerme yo ante el anticipo de la más
mínima alteración.
Persuación de las marcas rituales que se vuelven a sobreimprimir sobre sus
mismas huellas.
Desligarse de cualquier recoveco inesperado en este interjuego para que se
sostenga este amasijo abúlico a pesar de ciertos hartazgos incipientes.

3

Dejarse ir
desenterrando
incluso el hueco.
Arrancar médula fibras embrionarias.
Vaciar el reservorio mínimo
desistir del barro desleído
hilachos babosos que unen junturas.
Entonces
exonerar la lengua deshabitada.
Conquistar
desde
la rotundez de los dientes triturados.

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