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Acompañando a Alguien más se lo puede preguntar un programa de Jorge Andrés Moya.

Programas emitidos por 1030 AM Del Plata, de 2.00 a 6.00, de martes a sábados, durante 2002 y 2003

Poner el corazón

Programa emitido en septiembre de 2002

Pensando en la frase convocante, frase disparadora de raíces, como cada una de las que se nos aparean esta semana, antes de ese cien…

100 (cien) que se escucha como: si en, que es anagrama de cine, ceni (se escucha cenit)… oración que aguarda ser completada de sentido. ¿Será que después de los cien espera el deseo, abierto para todos y cada uno de los que participan de este espacio tan particular?

La frase convocante nos lleva a esas situaciones humanas donde, restado el sometimiento a los imperativos de la razón y las convenciones, esto es, fuera de las convenciones en la historia de la humanidad, aparecen situaciones que dan cuenta de la dimensión humana, que muestran la altura a la que la ética conduce y saca fuera del rebaño a los seres humanos.

Una frase de Terencio, de la época en la cual existía el amor a los esclavos… En sus ensayos, Montaigne, la resume diciendo: Nada de lo humano me es extraño.

Inmersos como nos encontramos en la tierra del capitalismo, envueltos o revueltos en el deseo de emular en la tierra La ciudad de Dios, nos vemos extraviados en tales marañas de segregación que obligan a sentir extraño ese amor a lo humano, cuando no, a rechazarlo por completo.

Sabemos que carecemos de instinto gregario, el amor a los hombres nace del sometimiento o de ese desarrollo de una grandeza que, por ser ortopédica, no deja de ser esencial para el buen vivir dentro del marco de lo social. Se trata de una de las tantas paradojas que habitamos y que le otorgan a la vida su carácter pasional y discreto.

Un rito de aquella época, respecto al recién nacido, da cuenta de un amor no exigido, no producto de convención alguna.

Eso no exigido, eso producto de la altura humana que alcanza un hombre fuera del rebaño, abierto a amores del alma, a esos amores donde se pone el alma que es lo mismo que decir poner el corazón

Poner el corazón es crecer en altura íntima, es salir del rebaño para escuchar aquello que, como habitantes de un mundo que nos acoge en su disparidad de opciones, nos atraviesa por igual, nos eleva y nos reúne, repito, fuera del rebaño, en algo así como amor del alma.

Ese rito que compartían griegos y romanos, consistía en lo siguiente: el padre tomaba al niño de la tierra donde lo había dejado la comadrona y lo colocaba sobre sus rodillas, esto tenía el significado de no exponerlo. Exponerlo era librarlo a la muerte, a menos que otra mano hiciera el gesto de tomarlo.

Los romanos no tenían el concepto de padre biológico, no tenían hijos, los adoptaban.

Algo interesante… como intento de formalizar la libertad que otorga jugar con las palabras, de dejarlas volar por las letras, de este juego donde surge, la más de las veces, una verdad que está oculta para el alma de lo genuino humano.

Poner el corazón es poner lo genuino. De aquel rito deriva la palabra ingenuo -en las rodillas-. Siguiendo a Cicerón, ingenuo es sinónimo de genuino. Genuino es anagrama de ingenuo. La ingenuidad es un atributo en desuso, en una actualidad tan perdida de su sentido último.

Poner el corazón, poner el alma, es habitar una ingenuidad en desuso. Ingenuidad que nos lleva a la posibilidad de dejar crecer el amor por otro.

Lo que llamamos entrega, es eso que se siente como mareo, como aflojarnos, como dejarnos invadir por un movimiento genuino de las sensaciones, es eso que no espera certezas para suceder, eso que no especula, ese amor que con el tiempo crece, madura. Porque se trata de crecer desde el en-amor-a-miento, en amor a x miento al amor del alma, de dejar que ese enamoramiento florezca en libertad de censura, aceptar al otro con sus limitaciones, darle las propias riquezas como alimento y aceptar las que tiene para ofrecernos. Avanzar hacia el amor con las palabras abiertas y el alma alerta. Otro modo de poner el corazón es ser ingenuo, dejar que otro nos adopte. La forma de amor romántico, por tratarse de lazos que no son de sangre, debe surgir de la elección. Es como en ese viejo rito, como elegir ser padre, adoptar al otro, dejar que el otro nos libre de la muerte, de la muerte del alma sin amor. Tomar al otro y colocarlo sobre nuestras rodillas para salvarlo de la muerte. Qué hermosa la poesía que sin excesos llega, esto tan de Neruda, el amor que salva del vacío, de la muerte.

Se trata de no pretender tener ese pasaporte a la viveza criolla, tan nuestro, tan patético. Poner el alma es estar vivo en cada acto, en cada gesto de encuentro, en cada acercamiento a la libertad que otorga salir del rebaño y habitar las palabras.

Palabras para un pensamiento que no altera su juego verbal, que nos aligera de fantasmas. Poner el corazón para apasionarnos con lo cotidiano. Nuestro modo de poner el alma en nuestra institución es ser éticos.

Amar con el alma, genuino acto, ingenuo en su búsqueda de verdad, verdad buscada día a día, sabiendo que toda verdad es a medias y que se trata de seguir la búsqueda hasta las últimas consecuencias, con coraje.

Nuestro amor es a las palabras que labran el alma de lo humano, eso que nos diferencia y nos convoca a la vida, eso que nos lleva a la muerte, eso que conduce la belleza.

Poner el corazón, el alma, en un intenso esfuerzo… trabajo genuino de las letras.

Así nuestro quehacer incluye:

  • Psicoanálisis, palabras a desembrollar en su sentido fallido, actos del alma desmedidos.
  • Medicina psicosomática, enfermedades del alma que sólo el alma puede descifrar. La medicina con su arsenal de remedios no puede remediar el dolor de no poner el alma o poner el alma en lo equivocado. La medicina, una vez instalado el mal, lo acoge, lo adopta… pero no puede sola. La palabra sabe de ese misterio del alma y puede descifrar sus enigmas.
  • El arte en todas sus expresiones, porque el arte habita el alma, es producido y productor de sentidos para el alma.

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