Sin madre es imposible nacer, sin madre es imposible vivir, sin madre es imposible morir
H. Hesse
Abordaje del FPS… Para avanzar un poco en este profundo caos en el que nos embarca el psicoanálisis a la carta, digo, este psicoanálisis extremo que nos arroja a las fauces, a la intermitencia del saber inconsciente, ese abrupto arrebato, eso que se nos impone como el Ángelus de Millet a Dalí, hacen ese lugar, soberano de la creación de cada instante de una vida, obra de arte como pocas. Una persona, dos personas, anónimos que acopian pergaminos en caminos de cartón, cartón por trocan, por cortan…. eso trocado, cortado por las vicisitudes del nacer de hembra humana. Se trata, para la tarea analítica, de la producción de un gesto, ese que habilite lo expansivo de una dialéctica deseante, onda expansiva, si lo desean, para aproximarnos a esos ritmos dinámicos perdidos al ingresar en la tierra… madre tierra que nos confunde, fundidos con la tierra sin ser parte ni tener parte en ella, ritmos dinámicos que faciliten el estatismo de los episodios. Proporción áurea para la estética facilitadora. Facilitadora para la comprensión de esa realidad que le toca transitar al pobre huesito y carne, que hace su inoculación de presencia sin arte ni parte en esa exploratoria virtualidad. Para hacer mirada diferente, para dar lugar a un lugar de advenimiento del ser, se trata de subvertir al sujeto.
La verdad está estructurada como una ficción. Pero la verdad, nos enseña Lacan, es similar a lo real. La verdad es imposible, por tanto, la verdad aspira a lo real. El cuerpo ese prisionero del alma. Siempre se ha dicho que el alma habita el cuerpo, la clínica psicoanalítica nos enseña que, por el contrario es el cuerpo el que se encuentra prisionero del alma que lo lleva de las narices. La vida entonces, es claro que nada tiene de libertad. Todo lo que acontece a un sujeto, esto es, a cada uno de nosotros mortales, es del orden de lo ya diseñado, la vida es sólo anticipación, en principio no es vida, la vida hay que producirla, es creación. Lo que llamamos goce está por esta vía devaluado, Lacan da cuenta de esta devaluación con la articulación de sus tres: I S R. El lugar del sujeto está perdido.
Al decir sujeto, la palabra nos lleva, sujeto es prisionero, prisionero de mandatos, pautas. Sujeto que se sujeta al lenguaje que es la vía regia que se utilizó para de-éter-minarlo, adormecerlo. Lacan dice que de no mediar lo ajeno podríamos ser a semejanza de nuestro ser. Perdemos el ser por la existencia, y lo perdemos al precio de una devaluación de la alegría que es propia de lo perdido, del ser.
Lacan nos enseña que hay un real pulsional, únicamente en tanto que lo real es lo que en la pulsión se reduce a la función de agujero. Freud caracteriza la pulsión por la función del orificio del cuerpo. Distingue lo que pasa en el agujero corporal de lo que funciona en el inconsciente. Dice Lacan que Freud se detiene delante de esto, sin este concepto no hay avance en la teoría, se detiene en lo que va a llamar ombligo del sueño. Lacan aclara que es el destino de lo reprimido primordial, eso que se especifica de no poder ser dicho en ningún caso cualquiera sea la aproximación, es lo que está presente en la raíz del lenguaje. Como comenzar a decir sobre psicoanálisis sin repetir el fervor conocido, la ausencia acostumbrada de sentido directo y claro.
Ese agujero, ese ombligo del sueño, es ni más ni menos que el límite del análisis, es lo Real. Lo perfectamente denominable de una manera que pone en juego la función del ombligo. Este sujeto sujetado a ese ombligo particular, a ese cordón con esa marca de deseo, es lo que Lacan designa como Parlétre. El Parlétre se encuentra excluido de su propio origen. Marca del sujeto, exclusión que hace marca allí donde no hay nada que hacer. El inconsciente da cuenta de ese hecho, esto es confirmado a nivel de la simbolización. El Parlétre, el ser parlante, lleva la inscripción de lo que es del inconsciente: cicatriz en un lugar del cuerpo. Lo imposible, lo Unmöglich, es lo que no puede escribirse ni decirse. Dice Lacan respecto a esto esto no deja de no escribirse… empleo radical de la negación. Lo posible, es aquello que deja de escribirse, única manera de estrecharlo de cerca. Hay algo en lo que se dice que por metáfora puede ser comparable a lo que es de la pulsión. Pulsión que por ese hecho se opacifica. En ese agujero se produce un cierre donde el pensamiento se detiene. Lo que cierra es lo que abre un espacio posible. Lacan habla de lo impoético para lo poético.
El FPS, admite una imaginarización de lo simbólico. El FPS parece mostrar la incidencia directa del pensamiento en el cuerpo. Lo emocional propone un acceso a lo verdadero, es incidencia directa de lo Real. Sabemos que hay un límite al decir todo lo verdadero, este límite conduce al cortocircuito de lo Real. Lo Real, entonces, toca el cuerpo, se trata de la corporización de lo simbólico. Se trata de un cuerpo que habla por estos agujeros. Cabe aclarar que el cuerpo no es la carne.
Lacan nos enseña, que hay especies de cuerpo, sucesos que acontecen por fuera del instrumental médico más sofisticado. Lacan habla de un cuerpo habitado por el lenguaje.
En el FPS, dado que hay incorporación de un solo significante, del S1, este hecho lo coloca en el límite del orden simbólico. Así, un cuerpo deviene lugar y soporte del significante incorporal que se in-corpo-ra. Ya sabemos que el símbolo es la muerte de la cosa, al incorporarse al cuerpo lo desvitaliza, le resta vida. Dado que el lenguaje mata el cuerpo. Si el cuerpo esta habitado por el lenguaje, ese cuerpo del que se trata es el cuerpo muerto. Lacan ha dicho: del cuerpo es secundario, que esté muerto o vivo.
En el FPS, dice Lacan, siempre hay que ocuparse del goce específico fijado en él. El goce sólo puede afectar a un cuerpo vivo. El FPS es un fenómeno que le ocurre a un cuerpo vivo. La noción freudiana de satisfacción completa regida por el déficit de satisfacción erótica, es un concepto posible de situar como real, dado el carácter de dicha satisfacción. Este primer cuerpo del lenguaje ingresa en un cuerpo de carne. El significante esta en la causalidad del FPS, por esto Lacan corrigió el término de fenómeno psicosomático para llamarlo fenómeno epistemosomático. En el FPS en lugar de lo incorporal aparece un significante corporal. Lo que esta perdido no es el objeto perdido, el objeto perdido es puesto fuera del cuerpo.
El FPS nos conduce por la vía de la interrogación, a interpretaciones que poco tienen de oracular. La dirección de la cura en el FPS es un modo particular de abordaje de la epicrisis. Esa epicrisis denuncia una escena congelada, inabordable. Escena que, dado el discurso holofraseado que hace huella, reclama interpretaciones que hagan corte exactamente allí, en esa zona fangosa, zona a producir con señalamientos adecuados, pura creación de un sentido que ha sido expulsado del paraíso de la carne.
La técnica a utilizar con el FPS es una técnica particular. Si bien desde este enfoque, todo acontecimiento humano es psicosomático, se hace necesario establecer la diferencia entre esos fenómenos que son sólo clave de una denuncia, denuncia que por la vía del abordaje habitual van al encuentro del trazo posible y los otros fenómenos que han llegado al borde de incautar la vida, deuda que se presenta como imposible de pagar… riesgo de vida. Durante más de una década, he recibido por diferentes vías, la derivación de pacientes con compromiso orgánico severo, esto es, pacientes ya diagnosticados que se encuentran en riesgo. Población que proviene en general de largos periodos de terapias psicoanalíticas previas a la enfermedad con diferentes terapeutas, con diferentes enfoques. El resto de la población proviene de especialistas que reclaman contención para pacientes con enfermedades graves, considerados por la ciencia médica, pacientes terminales. Paralelamente, continúa mi práctica con sujetos sin compromiso orgánico, esto me permite observar las diferentes técnicas de abordaje con unos y otros y la evolución. No acertar con la técnica de abordaje que corresponde, lleva al sujeto afectado al afianzamiento de la lesión, en muchos casos, la evidencia del temor al goce del cuerpo, temor que como sabemos es compartido por médicos y psicoanalistas, lleva al terapeuta de turno a trabajar en función de una sentencia a la que se somete junto con el enfermo… ayudándolo a aceptar la enfermedad, los cuidados, la medicación y el posible desenlace… con las consecuencias obvias. Un enfoque adecuado puede hacer corte en una sentencia ya instalada desde la ciencia médica. Goce del cuerpo que reclama ser evacuado de un cuerpo incorporal que ha hecho carne de lesión.
En lugar del órgano incorporal advienen partes del cuerpo antihomeostáticas, partes que escapan a la regulación de conjunto. Lacan califica el cuerpo muerto que soporta lo simbólico: habla de desierto de goce.
Una masa amorfa. / Un cuerpo completo que no es la propia imagen. / Un cuerpo, el del A, señalando la incompletud del propio cuerpo. / Destierro del sujeto de su continente. / Marca en el orillo del ser. / Muesca vincular. / Cuerpo como imagen. / Cuerpo despedazado por perdido. / Cuerpo imaginario atravesado por lo simbólico para ser nombrado.
El lenguaje marca, manca, muerde ese cuerpo. Hablar de cuerpo es hablar de narcisismo. Lacan dice que la relación narcisista está centrada en una reflexión, esto es, una imagen especular narcisista y una identificación al otro. Por lo tanto se trata de una ambigüedad total, el sujeto es a la vez él y otro. Freud habla del estado de reposo, en el cual hay una retirada narcisística de las posiciones libidinales. Concluye, que la diferencia entre la hipocondría y la enfermedad orgánica, es la existencia de una lesión orgánica y que quizá esa diferencia no tenga ninguna importancia. Introduce la noción de erogeneidad, esto es, zonas erógenas que pueden reemplazar lo genital y comportarse como él. Zonas que son sede de descargas. Freud dice que podemos suponer el paralelismo entre el cambio de la erogeneidad en un órgano y un cambio de carga libidinal en el yo. Abre así, al planteo de lo psicosomático. Dice Lacan: El hombre sabe que es un cuerpo, aunque nunca lo perciba en forma completa ya que se encuentra en su interior, sin embargo, lo sabe. Esta imagen es el anillo, el gollete, por el cual el haz confuso del deseo y las necesidades habrá de pasar para que pueda ser él, es decir, para acceder a su estructura imaginaria… Se trata de comprender cómo debemos concebir el instinto de muerte, su relación con el símbolo, con esa palabra que está en el sujeto sin ser la palabra del sujeto. Entonces, el problema a enfrentar en los mecanismos de lo psicosomático, eso a sostener, es tratar de ofrecer un esquema de la función del instinto de muerte que nos permita operar en la enfermedad orgánica. Ese cuerpo que enferma, es un cuerpo que se autoagrede, toda afección orgánica podría ser considerada como de auto inmunidad. En el hombre la relación con el propio cuerpo, pertenece al campo de lo imaginario. Ese cuerpo, es recortado, marcado en su límite, a cada marca, a tal o cual punto, lo llamamos zona erógena. De este recorte, de esta marca de la muesca de lo simbólico, de esa palabra que manca el cuerpo, sólo la experiencia analítica da cuenta. Esa palabra que muerde el cuerpo, atraviesa toda la actividad del sujeto y es el móvil de los temas afectivos, dirige los afectos y las afecciones, imágenes que funcionan como llaves maestras. Acciones que Lacan clasifica como actividades no sólo de ceremonia, sino de culto. El sujeto prueba las diferentes reacciones, malestar, decepción etc. en su cuerpo, todo en relación a una imagen ideal, a la que le otorga valor por anticipado. Imagen- trazo que Lacan llamó prematuración del nacimiento. Ocurre que, el sujeto expulsado de sí por el lenguaje, es excluido de su interior, interior que no es el interior del propio cuerpo, sino el interior de ese primer cuerpo de significante.
Cuerpo de la letra que lo manca. Dice Lacan: lo simbólico muerde el cuerpo, el goce se evacua de este. La somatognosia, la imagen del cuerpo como significante, lo demuestra claramente. Pathos, es tanto lo que se experimenta, afección del alma, sentimiento, emoción, como afección del cuerpo, dolor físico, enfermedad, o bien, lo patético. Dice Lacan, que: la forma del cuerpo se presenta como la envoltura de todos los fantasmas posibles del deseo humano. Se trata de un cuerpo que por la marca del lenguaje queda señalado. El cuerpo se manca allí donde la llave maestra abre ese orificio pulsional. La afección orgánica es la expresión de eso que afecta, eso patético que da cuenta de la expulsión del paraíso del cuerpo. El sujeto es ese dios que abandonó la forma divina y prisionero de la humana forma, prisionero de su cuerpo, busca el poder que perdió en la contienda. Al sujeto se le perdió la pequeña a y dice que la gran A la tiene. Esa gran A sabe de eso inefable perdido, ese permanente vacío que atraviesa al sujeto
No hay Otro del Otro. / Mi afección es el Otro. / El A me afecta. / El A me vampiriza, muerde su palabra mi cuerpo y me inocula la enfermedad: La enfermedad es la heredad del hombre, su lar, su encierro en-lo-dado. El goce mortífero es coito, intenso orgasmo del órgano, goce que alcanza vía el silenciamiento, vía congelamiento del sentido. Sentido oculto, sentido a cercar con palabras que lo hagan zozobrar.
Dirige los afectos y las afecciones. La relación sexual no existe, ningún abrazo puede quebrar al Otro del amor. La enfermedad promete esa unión, promete quebrar al otro en el abrazo. Ese cuerpo que no es ajeno, pero que es propio por la incidencia del A. La lesión es la realización del coito inefable. El que enferma completa y es completado por el Otro. La salud es la subversión del sujeto.
Sólo voy a relatar una escena de un caso-cuerpo sospechado de traición: Se trata de un sujeto de 42 años, sexo femenino. Es la mayor de dos hermanas. La llamaremos X. En su historia el trato parece haber sido con vínculos prácticamente nulos, construidos en función del descrédito mutuo. Des-valorización que se autoriza en una auto imagen desvencijada. Sólo se atreve a lo que contenga alimento de inseguridad, expulsada siempre de los primeros lugares. El protagonismo no es su hábitat, utiliza infinitas máscaras para desentenderse de todo compromiso.
X vive con la abuela materna. Esta abuela es definida por X como extremadamente burda, pintarrajeada controladora -controlaba todo a través de una modalidad
seudo-seductora.
Un hecho importante que hace señuelo, la presencia de un pozo, el pozo ciego en el centro de la cocina, territorio de la abuela, un pozo que siempre despedía feo olor. Cuando llega a análisis, dice haber tomado la decisión de no ser madre.
Esta comenzando una relación de pareja con un hombre viudo con cinco hijos. La hermana menor de X tiene su primer bebe. X se ocupa de ese niño, sobrino-hijo, con-fusión… ese niño se convierte en el depositario de un afecto, que ella reconoce como el único que ha tenido sin fisuras… lo cuida, lo protege… Máscara en mano y al ruedo. Así vive X su vida, caótica y rígida. Llega con diagnóstico de miomatosis múltiple. La indicación es control periódico de los fibromas. Sólo un recorte de lo más desconocido se le hace carne, la penetra como un virus resistente a toda mutación. La hermana se embaraza por segunda vez, en esta oportunidad X hace gestión de dolor, un dolor que la conduce a preguntas que no obtienen respuesta, el páramo afectivo se instala en la maternidad rechazada.
Sus menstruaciones se hacen irregulares y en la menstruación que hace desenlace de suceso, el sangrado se intensifica hasta la necesidad de una transfusión de sangre, su hematocrito era de 18%. Los estudios efectuados denuncian el crecimiento de uno de los miomas, ha alcanzado el tamaño de un pomelo. La indicación es cirugía. Útero y ovarios serán arrancados de su cuerpo de mujer. La progesterona funciona como tapón a la hemorragia. Esa noche tiene un sueño: X desciende a un pozo como si se tratara de un sótano, en el pozo algo hediondo se hace presente, entre las sombras una figura familiar… la abuela y su boca pintada de un rojo extremo, mira a X, X se despierta.
Esta abuela, durante la infancia de X, sometía a la niña a juegos sexuales, juegos que consistían especialmente en la mano de la abuela en los genitales de X y un dedo que insistía en bordear un agujero corporal, provocando sensaciones en la nieta.
X señala que el sueño la remite a esas mismas sensaciones, como si ese dedo entrara y saliera de mi vagina, como excitación sexual aclara. Despierta con dolores intensos, como de parto, refiere X. Trabajando el material del sueño, aparece un recuerdo olvidado: X tenía 13 años, estaba con la abuela en la cocina, sólo recuerda el olor del pozo ciego y esa boca pintada, la abuela dice que los hijos desangran a las madres, que les roban el color de las mejillas. El fibroma era esa oma, ese olor fétido, los dos embarazos de la hermana… esos hijos no nacidos, esa prohibición.
Con esos dolores, lo abominable hace gesto de audacia, marca que amenaza con desbaratar esa construcción faraónica. Esa construcción, como la construcción con los naipes familiares. Esa, donde al caer un naipe, caen todos. Así, esta historia amenaza con un cambio de orden que ha de cambiar la historia. Un sueño que muestra lo que estaba oculto, que hace culto de cambio…
X, dice que no va a permitir que toquen su cuerpo, ese cuerpo tocado por la abuela, esa abuela no lo volverá a tocar. Ese mismo día comienza a expulsar trozos de algo hediondo, la llevan de urgencia a una ecografía, se trata de un infarto de fibroma. Lo que se llama fibroma nacens, lo está pariendo dice el médico, lo está expulsando.
Abuela que deja blasones y… herencia. Su abuela, su madre, su hermana… todas, dice, parecen cortadas con la misma tijera, no saben hacer con el ser madres, todo descuido se eterniza.
Cortadas, arrancadas de algún lugar que X considera valioso, lugar de pertenencia que necesita reconstruir. X es una sobreviente de el estar a la deriva en el bote materno. Sin padre ni ley clara ordenadora, sólo líquido amniótico rodeándola. Sólo formas femeninas, y… la abuela hedionda. Todo digitado por lo femenino, todo desaparición de lo masculino.
Ese hombre viudo de mujer muestra otro modo. Modo que oculta y muestra, como los modos de todos los que la han rodeado a X. Después del sueño, el ocultamiento, cede. Se corta la trama por lo más débil… X no puede sola, las paredes (padres) del útero, no pueden sostener la impericia de sus moradores. X sigue expulsando restos fétidos. El ginecólogo, frente a este cuerpo que goza, amenaza con la posibilidad de un sarcoma. Dado que el crecimiento es muy rápido, corresponde por precaución, practicar histerectomía, X pregunta cual es el porcentaje de posibilidades de que sea un sarcoma y le dicen que se trata de un 1%. X no autoriza la intervención. Sigue durante una semana y media el proceso de expulsión sin complicaciones.
El ginecólogo luego de un examen del estado de X, ya recuperada del sangrado, decide practicar una biopsia a la mañana siguiente.
Esa noche, X tiene dos sueños: en el primero aparece nuevamente la abuela, nuevamente el pozo, X sabe que la abuela está muerta pero se acerca y siente que el dedo de la abuela la penetra, repiteentra y sale de mi vagina. Ve las piernas de la abuela abiertas y esos genitales expulsando trozos como de carne podrida, que supuran un líquido viscoso. X se despierta.
En el segundo sueño, dado el suceso programado para la mañana siguiente, X aparece en el quirófano a la hora señalada para la intervención, el ginecólogo y su equipo la preparan para la intervención, le inyectan algo. Cuando la suponen dormida, se burlan, se ríen mucho dice X, y colocan sobre ella una especie de mesa que cruza su cuerpo, se disponen a comer sobre esa superficie. No sabe como, pero logra escapar y aparece en un shoping. A lo lejos ve a la hermana que, como tiene buena vista, dice X, la distingue y corre en su auxilio, logran escapar de ese lugar y se despierta asustada.
A la mañana siguiente deciden practicar, de ser posible, un legrado, con el fin de no dejar restos del fibroma y efectuar una biopsia.
Su médico le explica que cabe la posibilidad de que el fibroma haya comprometido en exceso la mucosa y de todos modos haya que efectuar una histerectomía, que necesitan que ella firme la autorización. Me llama desde el sanatorio y me pide que apoye su decisión de no firmar la autorización, le digo que se trata de su decisión y no debe firmar si no desea hacerlo.
Como era de suponer, no pueden realizar el legrado, dado que el fibroma es aún grande y sólo está en parte necrosado. Es un asco el estado de ese fibroma, me explica en una interconsulta solicitada por la paciente el ginecólogo. Es un mioma que asoma en parte a la vagina, que de mantener relaciones sexuales X podría sentir un dolor insoportable. Los especialistas lo consideran un caso raro, digno de un estudio especial: ¿cómo avanzó tanto, cómo va a continuar?
Se esperan los resultados de la biopsia para descartar la posibilidad de un sarcoma. Dichos resultados arrojan que efectivamente no se trata de un sarcoma, es sólo un enorme fibr-oma, lo que habita ese útero. Se le ofrece nuevamente a X, la alternativa de una histerectomía. El médico, le explica a X, que de aceptar X la intervención quirúrgica, su estado general y en especial su vida sexual van a mejorar ostensiblemente. De no suceder la cirugía y a juzgar por los últimos acontecimientos expulsivos, el fibroma seguirá infartándose y X expulsando trozos. El ginecólogo señala que este proceso puede llevar varios meses, si bien no parece que vaya a comprometer la vida de X, será doloroso y él lo considera innecesario. Una cirugía, dice el especialista acabaría con todo rápidamente. X decide no operarse y aceptar el proceso que por otro lado va a procesar lo no procesado.
El proceso expulsivo-repulsivo aún continúa y X refiere tener una vida sexual de una plenitud desconocida por ella hasta el presente a medida que su vientre se deshincha rápidamente y los restos son expulsados con celeridad y poco dolor.
Tarea imposible, tarea analítica.
Dra. Eva Puente