La tarea analítica es el abordaje de lo psicosomático

Nuestra práctica en psicosomática parte y es atravesada por el saber clínico del psicoanálisis de orientación lacaniana. Este discurso al que adhiero y sumándome a Lacan y a Freud digo: que la causa analítica es mi tirano, un discurso al cual sirvo. Lacan habla del descubrimiento freudiano como un hecho de caridad. Se trata de la entrega apasionada a una causa, la causa del ser… caminos que llevan la marca de los nombres propios, de Freud y de Lacan. A ellos sigo, a eso que me han ofrecido me entrego. Desde ese lugar y ante el imperativo de continuar abriendo espacios para la herramienta que permite ingresar en el dolor del alma, mi contribución es al saber analítico que se funda y se nutre en el estudio y la revisión de la clínica freudiana y lacaniana… “un espacio para decir de las miserias humanas, de esa errancia del ser por el laberinto del dolor”. A partir de allí, es posible no deambular a través de goces tan ignorados como estúpidos, ya que el acceso al inconsciente, esto es, a ese saber que no sabemos que tenemos, nos brinda la posibilidad de accionar sin jugar una permanente partida con lo eclipsado, nos ofrece el acceso a relaciones más dignas entre el malentendido del lenguaje, a los “pobres huesos presumidos”. Nuestra herramienta: el ejercicio de la función simbólica entre los pliegues de lo mal-dicho. Eso dicho que maldice, gestando dolor y muerte siempre prematuros. Ese modo de hacer uso de las palabras que enferman, envenenan, parasitan, significantes que atravesados por la claridad del sentido, consienten en desarmar el artero veredicto.
Freud inventó un artificio, ofició de orfebre en la elaboración artística del sujeto, sujeto al lenguaje. A través de su creación, la palabra ofrece y devela otra función: devela el misterio del ser en el mundo con el magnetismo de la propia subversión…

Claridad en el decir, bien decir y tripalium, trabajo forzado. Sólo sosteniendo la “no” filosofía del weekend estos dos hombres osados, insurrectos frente a las normas sociales, sin ningún prejuicio para la formulación de hipótesis, pudieron armar esa historia de cartas de amor, que, como ya nos ha dicho Lacan, lo único más o menos serio que se puede hacer es una carta de amor. Así, esa amistad plasmada en esas cartas, le ofrece a Freud un destinatario al que enviará, en forma de epístolas, los avatares de su “autoanálisis, el más difícil de los análisis”: trabajo entre las grietas del descubrimiento. Dice Freud: “Ay, qué contento estoy de que nadie, nadie lo sepa!..”, antecedente de esa intimidad necesaria del acto analítico. En otro momento, ante la presencia de profundas dificultades propias de algo tan incipiente y revolucionario dice: “(…) tuve la sensación de estar íntimamente trabado (…) y me sentí desolado”. Más adelante como en todo proceso gestante de alguna verdad del ser que se permite la apertura, agrega: “estoy solo con mi mente en la cual tanto germina”.

El fenómeno psicosomático, es como tantas veces he dicho, el acto analítico por excelencia. Cuando el dolor del alma ya no tiene expresión posible a través de la palabra, el cuerpo se expresa…

La vida es compleja y dolorosa, el mundo, enfrentar las vicisitudes del estar en el mundo es pesado, lo familiar reclama siempre un poco más y las responsabilidades se multiplican. Todo lo que aporta alegría y satisfacción no alcanza para saldar la deuda que la vida va generando a través de sus imperativos y exigencias formalizadas en el cuerpo. Un cuerpo que paga peaje permanentemente en cada etapa de su desarrollo y a la hora de saldar facturas de eso que el hombre no puede satisfacer, ese deseo al que debe renunciar y esas pérdidas que no puede duelar, utiliza sus órganos vitales, su pellejo para pagar. A veces la deuda es tan importante que paga con la vida misma. De un modo u otro, ese pago siempre se realiza en forma dolorosa y devastadora. Ese cuerpo muestra la debacle a la que se somete, pierde su armonía y su belleza en pos de no quedar como deudor. Se trata de saber negociar con las sentencias y las causas que hacen culpable al individuo. Se trata de abandonar el silencio y denunciar la crueldad del castigo.

La enfermedad es una ficción más que la ciencia médica avala, el saber médico se arroga el falso poder de ser especialistas de la vida. El médico al nombrar la enfermedad, al establecer un pronóstico, sentencia al sujeto y la enfermedad se instala.

De todos los falsos poderes, esta época hace uso y abuso de la juventud, la medicina y el silencio.

Es por esa vía que establecemos la idea de ser una raza de asesinos seriales, asesinos del propio equilibrio orgánico, responsables de esa muerte prematura…