Tócame el alma…
te digo que no entiendo, Padre, bájate, tócame el alma, mÃrame el corazón… Juan Gelman
Para Freud, la satisfacción del deseo del hombre exige que sea reconocido. Este reconocimiento deviene el objeto mismo del deseo del hombre. Cuando el hombrecito no encuentra la forma de una religión, se hace una: es la neurosis obsesiva, y es lo que la religión evita. Lo que la instrucción religiosa enseña al niño es el nombre del Padre y del Hijo. Pero falta el espÃritu: es decir, el sentimiento del respeto. La religión trazaba las vÃas por las cuales se podÃa testimoniar el amor por el padre, sin el sentimiento de culpabilidad inseparable de las aspiraciones amorosas individuales
Sigue Lacan Como ustedes saben, Iván, hijo de Karamazov, conduce a éste por las audaces avenidas en las que se interna el pensamiento de un hombre culto y, en particular, dice: Si Dios no existe…-Si Dios no existe, dice el padre, entonces todo está permitido. Noción a todas luces ingenua, porque bien sabemos los analistas que si Dios no existe, entonces ya nada está permitido. Los neuróticos nos lo demuestran todos los dÃas.
Qué dice Sófocles al respecto Edipo dice: Ahora, ¿cuándo nada soy, me convierto en hombre? Ningún hombre es padre, porque esa es la tarea de Dios, muerto o no, de la que se ha ocupado concienzudamente el hijo de dios, ordenando amarlo de manera mentirosa. El hombre es niño, la mujer es con falo con el hijo, no hay hombre que sea padre, porque es niño
Cito a Lacan En Las teorÃas del yo En nuestros dÃas hemos alcanzado un matiz novedoso gracias a la introducción de las nociones psicoanalÃticas: el marido ha pasado a ser el hijo, y desde hace algún tiempo se les enseña a las mujeres a tratarlo bien. Por este camino se riza el rizo, volvemos al estado de naturaleza. Tal es la concepción que algunos se forman sobre la intervención propia del psicoanálisis en lo que se llama relaciones humanas, y que, difundida por los medios masivos de comunicación, enseña a unos y otras cómo comportarse para que haya paz en casa: que la mujer representa el rol de madre, y el hombre el de hijo.
Maravillosamente nos agrega en La Relación de Objeto Es en el plano simbólico, y no ya en el plano imaginario, donde el sujeto se satisfacÃa con ese hijo, como hijo donado por el padre. Si esto la sostenÃa en la relación entre mujeres, es porque para ella ya estaba instituida la presencia paterna propiamente dicha, el padre por excelencia, el padre fundamental, el padre que será siempre para ella cualquier clase de hombre que le de un hijo. La presencia del hijo real, el hecho de que el objeto se encuentra ahÃ, real por un instante, y se haya materializado al tenerlo su madre, junto a ella, la hace volver al plano de la frustración.
En Las Formaciones del Inconsciente nos dice Si tenemos la noción de que el sujeto esta en una relación de exigencia narcisÃstica en el lugar del falo nos parece muy difÃcil hacerlo motivar. Porque en ese nivel el hace uso de eso de modo equivalente a aquel del que hará un hombre. Por intermedio de su hijo esta mujer se considera peligrosa. Ella lo da como una especie de prolongación y en consecuencia ninguna envidia del pene la detiene pues lo tiene en la forma de ese hijo, tiene ese falo porque sobre el va a cristalizar la misma obsesión que se harÃa un enfermo varón.
Lo seguimos en La ética del psicoanálisis Pero si Dios está muerto para nosotros, lo está desde siempre, y es eso lo que Freud nos dice. Sólo ha sido el padre en la mitologÃa del hijo, es decir la del mandamiento que ordena amarlo, a él, el padre, y en el drama de la pasión que nos muestra que hay una resurrección más allá de la muerte. Es decir que el hombre que ha encarnado la muerte de Dios está siempre allÃ. Está siempre allà con ese mandamiento que ordena amar a Dios.
Dice el Poeta en Cuerpo de Mujer
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra… Dice Neruda
La verdad encontró su vÃa por medio de lo que la escritura denomina sin duda el verbo, pero también el hijo del hombre, confesando asà la naturaleza humana del padre.
Si hay un hijo hay un padre, si hay un hombre, hay uno, interesado en el deseo de la mujer, no en su producto, los deseos están desplazados, ninguno corresponde al deseo del otro, asÃ, ella desea un hijo, falo, objeto a, él la desea a ella, y a su saber. El hijo, desea ser lo que desearon que fuera.
Lacan cita a Freud, y la esquizia inconciliable del a a imagen del hijo que se acerca, la mirada llena de reproches y, por otra parte, lo que lo causa y en lo que cae, invocación, voz del niño, solicitación de la mirada -Padre, ¿no ves…?
Dice Aberastury El paradigma del vÃnculo de alianza es la institución matrimonial. Basada en la circulación de la ley de la cultura, soporte del lugar del hombre en su doble carácter de esposo y padre, requiere ser aceptada por la mujer, quien ha de renunciar al ligamen con su propio padre para poder transferirlo al marido. Éste deberá a su vez abandonar el lugar hijo para poder asà acceder al lugar esposo, con el consiguiente derecho a reclamar una mujer para sÃ.
El intento de este trabajo es pensar juntos, que si los deseos no son cumplen el carácter transitivo, el hombre como tal no tiene posibilidad de tener un hijo, o sea, un hombre puede ser padre, aunque no cumpla función paterna, dado que eso corresponde a una función no relacionada al sexo, ni a persona alguna, un hombre, puede ser esposo, amante, hijo, un hombre carece de la posibilidad de ser aquello que no es, todo hombre no es padre.
Citando a la Dra. Puente; cuando un hombre se dirige a una mujer es porque es el objeto de su deseo, o sea, el objeto de su fantasma.
Agrega, el niño es objeto a para la madre y es Ãndice del goce del padre, dado que el padre se enfrentó con el goce femenino de la madre. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Serrat.
AsÃ, si sólo copulan los significantes, El sujeto barrado y la petit a, todos somos barrados, y todos tenemos una petit a, como siempre, en un malentendido constante con el Otro, intentamos llenar la constante metonimia del deseo.
El psicoanálisis responde desde su lugar, sin prisa, sin pausa, desde la licencia del poeta, con la valentÃa de abrir la verdad posible, descarnada, la de ser sÃntoma del Otro.
No se trata de hablar,
ni tampoco de callar:
se trata de abrir algo
entre la palabra y el silencio.
Quizá cuando transcurra todo,
también la palabra y el silencio,
quede esa zona abierta…Dice Juarroz